Un poeta grande, como su apellido. Félix Grande, nos regala un poema que conforma más que su grandeza, su desmesura. Lluvia eterna, como la amistad, mana de él. La llovizna en el mundo, tal como la escuchó el poeta.
Desde las cavernas en las que la llegada de la noche, aterrorizaba a la ventana en la que la llovizna repica en los cristales. Siempre la lluvia, siempre la poesía. Del agua que nos trae la llovizna de la amistad que necesitamos como el agua para sobrevivir.
Poeta social, Grande bebe de las fuentes de César Vallejo y de Antonio Machado. Es amigo de Cortázar, al que considera su maestro. Y crea un heterónimo, mezcla explosiva del Horacio Oliveira de la Rayuela y del Abel Martín, entidad literaria machadiana. Horacio Martín, que se empapa en la llovizna de la amistad.
Crea Grande para Horacio sus rubáiyatas, eso cuartetos inspirados en los versos de Omar Jayam, el gran poeta persa. Y una de sus rubáiyatas es la que hoy le pedimos prestada a Félix: “Todos los siglos de la lluvia”
Deleitémonos con la prosa de Félix: la sed del poema saciada con el agua del jarro de la metáfora:
“En el poema, la verdadera precisión -a la vez ilegible y exacta, como lo es una resurrección-
se derrama desde el jarro de la metáfora, y de ese líquido bebemos para saciar una sed que no tiene nombre: ¿sed de inmortalidad, sed de descanso, sed de amor, sed de venganza? Sed insaciable que la metáfora aminora con su don de acumular misterio a lo que ya es de
suyo misterioso: las palabras. Sin la metáfora no es concebible la poesía, como sin el misterio es inconcebible la vída “
Y disfrutemos con la poesía de Félix, en este canto a la amistad impregnado por la llovizna de gotas eternas. Desde la cueva a la ventana, la lluvia, como el amigo, siempre nos acompaña y nos deja escuchar su canto
Lorenzo Correa
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