Ojalá que, en el futuro del agua, haya pocos sedientos. Esta imperiosa necesidad de beber que experimentan los seres vivos exige disponer de garantías de abastecimiento. Pero la sed también es necesidad de humedad. Sin agua nada vive. La avidez de agua es una constante universal

Y en poesía, hoy toca poesía, la sed es apetito o deseo ardiente de algo. De ello nos habla con maestría la poetisa uruguaya de nuestro miércoles poético. Montevideana, Delmira Agustini nació poeta. Sedienta de poesía, ansiosa de calmar su ardiente deseo de vivir una vida plena de sensaciones y de emociones. Con esa sed que hoy nos regala en forma de poema.

Poetisa modernista, de los albores del siglo pasado. Ensalzada por Rubén al compararla con Santa Teresa de Jesús.  A veces, era una niña bella e inocente cuando saciaba su sed. Y otras, mujer avasalladora cuando no colmaba sus deseos.

También fue exuberante siempre en su corta vida, truncada por una muerte violenta.

Probó la hiel y la miel. Pero solo el agua límpida la  sació. Adalid de la igualdad de géneros en una época difícil y en un entorno social complicado. Ambigua en sus dos caras visibles desde el exterior. Excelsa en su producción poética, casi perfecta.

Sus versos, sacian nuestra sed. Aunque no fueran capaces de saciar la suya. Porque siempre se vio  abocada al precipicio desde que el que solo divisaba dioses o demonios.  A veces halagada, otras  estragada, pasó por la vida como una centella. Así nos lo relata en su poema. Sed de vida que la hizo exprimir su existencia. Golpe a golpe y verso a verso

Delmira vivió con intensidad. Bebió de todas las fuentes y en muchas copas. Pero nunca sació su sed. Quizás necesitara algunos años más de vida para saciarla. Nosotros, hoy, tenemos la suerte de beber de su poesía, un agua límpida que nos permite continuar con ánimo nuestro camino hacia el futuro del agua

Lorenzo Correa

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