Un poeta canario, coetáneo de la generación del 27, nos regala un poema sobre el agua cantarina. Lo guardaremos con cuidado, para que no se vierta ni una gota y así podamos absorberlo completo. En toda su plenitud.
Pedro García Cabrera, gomero de nacimiento, tinerfeño de formación poética, poeta de Canarias, en suma. Como el agua cantarina que da vida “ a la vid y a la patata”. Y colma de belleza a las Islas Afortunadas.
Nos habla del agua. Tan necesaria, por escasa. Y tan apreciada en Canarias, “cuando baja de los montes, alegre y sola, cantando” De esa agua cantarina que oyó bajar tantas veces en el municipio tinerfeño de Arafo, célebre por su cercanía al volcán de las Arenas y a la Caldera de Pedro Gil.
Amenazado una vez por la lava, visitado, aseado y refrescado siempre por el agua que discurre feliz, acelerando su paso por las empinadas calles. Canta y sonríe al borde mismo del llanto
Pedro le recordaba a sus colegas: “Sí, poeta, puedes hacer retumbar el trueno» .
Sabía que tras el estruendo del trono, se oiría el agua cantarina. Con ese canto libre y desnudo se comprometió en su obra poética social y vanguardista.
Y con el agua cantarina marchó, como todos nos iremos. Pero él nos dejó la semilla de su compromiso ético y estético. El agua sigue cantando. No tiene sombra ni muerte. Pedro, tampoco. Pervive, en el esplendor eterno de su agua cristalina, en la que se refleja toda su poesía .
Lorenzo Correa
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