Cape Town, del Day Zero a la Smart City


 

¿Day Zero en una Smart City?

Hace unos meses, los desastrólogos tenían todo preparado en Ciudad del Cabo. El 16 de abril de 2018, se acababa el agua en la urbe. Una prolongada sequía había acabado con las reservas de agua superficial   y subterránea. Las desalinizadoras paliativas, comenzadas demasiado tarde, no estarían listas para funcionar en esa fatídica fecha. Era el “Day Zero”. La hecatombe sudafricana. Una ciudad que quería ser inteligente, una “Smart City”, se consumía sin agua. Porque sin agua, nada funciona en la ciudad.

¿Cape Town Smart City? Veamos antes el para qué de las ciudades inteligentes.

Entre 1990 y 2030, se estima un crecimiento de la población mundial del 56 %. Las ciudades pasarán a albergar, en solo 12 años, a un 60% de la población mundial, una quinta parte más que en 1990.

O hacemos que las ciudades sean más inteligentes o será el caos. Y es que necesitarán un 50% más de energía, un 40% más de agua y un 35% más de alimentos.

¿Ciudad del Cabo, Smart City?: qué remedio, porque tendrá cinco millones de personas en 2030. Mientras que la sequía extendía sus garras a los capetones, la municipalidad pedía a sus vecinos ideas para hacer de la urbe una ciudad inteligente. Urgente. Les solicitaban ideas sobre tecnologías aplicadas a la seguridad pública, la planificación y el mantenimiento de infraestructuras, la eficiencia energética, la salud y la asistencia la inclusión económica, digital y social, el transporte y desarrollo urbano integrado , el agua y la gestión de residuos.

Todas las aportaciones de los vecinos se debatieron y analizaron en una cumbre “Open Data” celebrada el 5 de febrero de 2018. A dos meses del Day Zero. Hoy analizaremos la situación y veremos que mientras la Open Data Summit se reunía, los ciudadanos tenían que hacer colas para recoger agua de los pocos manantiales que la suministraban y algún altruista vecino se preocupaba de mejorar las condiciones de recogida en un manantial concreto, para dar por su cuenta  más agua a más  sedientos. Paradojas del Day Zero y la Smart City. En Cape Town

La ciudad llegaba al 16 de abril, fecha señalada como Day Zero, en el nivel 6b de restricciones. O lo que es lo mismo, con el consumo   limitado por persona y día a 50 litros. Se esperaba que empezara a llover en mayo. Aunque, debido a la prolongada sequía, con pocas esperanzas. La noticia produjo alarma y escándalo al ser la primera gran ciudad del mundo tecnológicamente moderno que debía aceptar el fracaso en su planificación.  Solo quedaba rezar y/o que se produjera el milagro de la llegada de lluvias generosas.

Las redes sociales, los noticiarios y periódicos de todo el mundo repetían la noticia sin desmayo. Aterraba la llegada del Day Zeroa la Smart City. Como aterra la Naturaleza cuando no responde a nuestras expectativas. Cuando nos recuerda que no la dominamos.

Nosotros nos hicimos eco de la noticia. Como es habitual en estas páginas, añadimos algo de nuestra cosecha al terrible eco del anuncio. El resentimiento.

No se ha vuelto a saber nada más del tema. Eso nos hizo sospechar que el Day Zero, no había llegado. Y no llegó. Lo lógico hubiera sido que se le diera a esta buena noticia el mismo pábulo y publicidad que a la mala anunciada. No fue así. Llovió más de lo esperado y donde tenía que llover. ¿Y el resentimiento? Porque sequía ya hay menos, aunque se sigan exigiendo respetar las restricciones.

Y descubrimos algo en esta historia que hoy queremos compartir con los lectores. Qué hace la gente cuando se avecina la catástrofe para seguir viviendo, o sea, bebiendo.

Comencemos por saber qué pasó en abril. Al caer lluvias persistentes, los niveles de los embalses registraron seis semanas de subida, llegando en mayo a dejar los embalses con la increíble capacidad del 42.7%

Así las cosas, continuando con las restricciones actuales, hay agua hasta el verano de 2019 en la Smart City. Siempre y cuando se continúe ahorrando individualmente y se mantengan las restricciones de 50 litros por habitante y día. Hasta que, si las lluvias siguen con la prodigalidad actual, el gobierno nacional decida la vuelta a la normalidad.

Han sido dos años muy duros para los capetones. Y uno de ellos, Riyaz Rawoot se ha hecho famoso por encontrar una solución paliativa durante los interminables meses de escasez. Conocía la existencia de un manantial “inagotable” y decidió actuar para que, debidamente equipado, abasteciera a todos los que se acercaran a él.

Soluciones sencillas para una ciudad inteligente que no puede abastecer normalmente a sus habitantes. De pequeño, sus padres le dijeron que en el suburbio de Newlands brotaba un manantial de aguas purísimas que jamás se agotaba, alimentado por recursos procedentes de la cercana Table Mountain, famosa meseta de arenisca de unos mil metros de altura que domina la Smart City de Ciudad del Cabo.

 

Una Smart City sin agua
El agua de la meseta llega al manantial de Kildare Road

Cuando comenzaron a dispararse las alarmas por sequía, en 2016, Rawoot recordó el manantial. En aquel momento las aguas surgían de la tierra por un tubo de PVC, con un caudal constante y generoso. La “fuente” estaba situada al final del último callejón del suburbio, Kildare Road, cuando la deprimida zona urbana daba paso a terrenos vírgenes. Ya entonces, centenares de personas acudían con sus recipientes a recoger un agua que tenía fama de limpia y pura. Un agua “bendita”, no bendecida en una potabilizadora.

En unos meses, ya con las alarmas sonando, las visitas al fangoso territorio donde el tubo dejaba salir el agua bendita, se fueron incrementando en progresión geométrica. Las colas eran enormes, pues el tiempo de llenado de recipientes, debido al exiguo caudal que el diámetro del tubo permitía salir. Las aglomeraciones, atascos y molestias para los vecinos del suburbio, constantes y molestas. Toda la parafernalia del abastecimiento estaba exenta de cualquier intervención, gestión o control de la administración pública. Quien llegaba primero, se llevaba el agua, tardando tanto más cuantos más recipientes podía almacenar en su medio de transporte.

Curiosa gestión de la escasez urbana de agua en una ciudad inteligente que acababa de organizar con éxito un campeonato mundial de fútbol. Caso de estudio para ejecutivos del agua y gestores municipales.

Observando Rawoot este guirigay, surgió su lado solidario. Pensó en organizar el acceso y en incrementar el caudal emergente ampliando las bocas de llenado.

Construyó una plataforma elevada sobre la que instaló un depósito desde el que el agua pudiera por gravedad fluir por las aberturas perforadas en una tubería. Así el nuevo tubo permitió que 26 personas pudieran llenar a la vez sus garrafas. Y así pasó de 100 usuarios al mes en 2017, a 7000 en abril de 2018.

La alegría de los usuarios, que tardaban menos en llegar al agua y en llenar sus recipientes, contrastaba con las molestias a los vecinos, que veían como cada día se incrementaban las visitas. Ruido, congestión de tráfico, ausencia de sanitarios, suciedad. Consecuencias también de la sequía. La parte negativa de vivir cerca de un manantial puro e inagotable

Hasta que, en febrero pasado, después de una reyerta en las colas, la municipalidad tuvo que intervenir en el conflicto enviando policía uniformada y agentes de tráfico.

Y el prócer Ratwood, ciudadano solidario donde los haya, recibió un aviso de la municipalidad  conminándole a dejar la zona libre de todas las estructuras instaladas, so pena de ejecución municipal subsidiaria e imposición de costes. Cosas de la tan deseada gestión pública del agua.

Recordaba a Ratwood la administración local que la Agencia nacional del agua había otorgado concesión a la municipalidad para gestionar 13 manantiales en ámbito periurbano, incluido el de autos. Y que clausuraría el acceso, enviando a los necesitados ciudadanos a saciar su sed a otro punto de abastecimiento ya controlado por ellos. Le recordaban también que él no tenía concesión y que el inadecuado drenaje del agua no usada suponía un despilfarro.

Como allí las personas son muy respetuosas con la ley, la estructura desapareció y la gente tuvo que ir a buscar agua a un punto controlado más lejano y en el que tenían que recorrer una gran distancia hasta su vehículo con una garrafa de 25 litros en los brazos. Incómodo y cansado. Y el agua no solo era de peor calidad, sin que la municipalidad no se responsabilizaba de las secuelas de esa baja calidad.

Surgió entonces la peregrinación de los usuarios emocionados, que declaraban compungidos antes los restos del manantial que habían estado viniendo a este lugar los capetones durante siglos y que si no hubiera sido por la intervención de Ratwood, mucha gente lo hubiera pasado muy mal durante el período más álgido de la sequía. Las emociones del agua.

Por eso, ahora, el manantial se ha convertido en algo más que una solución práctica para acceder al agua; también es un símbolo del espíritu comunitario, rarísimo en una ciudad donde impera el resentimiento. Los peregrinos van, observan, recuerdan y leen el oficio conminatorio de desmantelamiento que la municipalidad envió a Ratwood y que éste ha colgado de un árbol. Los más belicosos anotan el correo electrónico de os funcionarios que firmaron el oficio y juran vengarse colapsando con spam su correo. Venganzas modernas.

Mientras, Ratwood planea recuperar la fuente y hasta mejorarla. Pero eso será para otro Day Zero. Por ahora, el agua ahora fluye directamente al río. Ha quedado la emoción de un espacio saturado de historia, recuerdos y sociabilidad. Queda resentimiento, ahora, contra quienes lo clausuraron.

Hagamos, para finalizar un resumen de los tres años de espera del Day Zero para los capetones:

  • Esperas en largas colas en puntos de distribución oficiales para recibir apenas 25 litros de agua por día, menos de la mitad del agua necesaria para una ducha
  • Problemas de salud pública por carencias higiénicas, con propagación más rápida de enfermedades peligrosas, especialmente para los habitantes más pobres.
  • Fisuración de tuberías pueden agrietarse por extrema sequedad, afectando al correcto funcionamiento de la red cuando todo vuelva a la normalidad

Esta acuciante amenaza de quedarse sin agua ha recaído solo sobre Ciudad del Cabo. São Paulo y Los Ángeles también han vislumbrado su Day Zero, aunque no tan cerca como los capetones.

Los “expertos” más pesimistas lo achacan a tres factores que se suman: grave sequía, cambio climático y mala gestión del agua.

Y los más optimistas, contrarrestan esta amarga conclusión con medidas a adoptar para evitar llegar tan lejos. Para no caer por el precipicio del caos. Para tener más garantía en ciudades cada vez más resilientes. O sea, en una Smart City de verdad

  1. Identificar y valorar el riesgo

La tasa media de crecimiento semanal en las ciudades es de 3 millones de personas. Los recursos tienden a escasear y el riesgo a aumentar. En el caso de Ciudad del Cabo, su variabilidad interanual  es media-alta. Las lluvias no siguen un patrón constante en cada temporada, sino todo lo contrario. Años secos, seguidos de algún año húmedo que llena los embalses. Sin embargo en este último ciclo seco, el descenso de los embalses fue dramático. Solo quedó el 25% de su capacidad. Y esa última cuarta parte del agua embalsada es prácticamente impotabilizable.

Además, el estrés hídrico es muy elevado, porque la población, se ha duplicado en los últimos 18 años. Esta realidad unida a un episodio agudísimo de sequía, lleva directo al Day Zero.

Para ser una Smart City en estos aspectos y evitar que solidarios ciudadanos intenten por su cuenta paliar el problema, deberán medir y pronosticar cuidadosamente los impactos del cambio climático. También el crecimiento de la población y las demandas competitivas en sus sistemas de agua. Y planificar en consecuencia.

  1. Administrar bien el agua. Un tipo distinto para cada uso. Solo hay un tipo de agua

Las llamadas fuentes de agua convencional (superficial y subterránea), han quedado obsoletas. Ya  no pueden satisfacer todas las demandas. Hasta ahora, los tres usuarios tipo (domésticos, agrícolas e industriales), competían por ella. Hoy la Smart City hidráulica, debe administrar recursos convencionales y no convencionales (reutilización, desalinización). Y destinar a cada uso el recurso más oportuno

¿Qué pasó en Ciudad del Cabo? Cuando los embalses empezaron a descender en 2015 y 2016, la administración del agua asignó el 40% del recurso embalsado a la agricultura. Dejar a la ciudad solo el 60% restante, generó encendidos debates políticos y un resultado nefasto para todos: verle las orejas al lobo del Day Zero. La solución “inteligente” es olvidarse de que hay recursos convencionales y no convencionales. Así se podrá destinar el agua adecuada para lo que sirva en cada caso. Como hicieron en Los Ángeles con el plan One Water. Administraron mejor los recursos hídricos limitados. Evitaron los impactos del cambio climático y redujeron las importaciones carísimas de agua a la mitad. Para ser Smart City, también hay que actuar en estos aspectos

  1. Invertir en resiliencia

Lo inteligente es guardar el agua que la lluvia precipita en la ciudad, dentro de ella. Y usarla cuando  no llueva:  almacenamiento subterráneo, tratamiento y reutilización de aguas grises y residuales. Mejora de la eficiencia del agua. Invertir en esto es la mejor garantía para aumentar la resiliencia ante la sequía y la competencia hídrica.

Crear ciudades esponja, generando «infraestructuras naturales». Que nadie toque un manglar peri urbano. Que proliferen bosques esponja y cubiertas de edificio con esta función.

Lejos de adoptar alguna de estas soluciones, en Ciudad del Cabo, durante el último episodio de sequía, más del 30% del agua tratada nunca llegó al usuario indicado a causa de los robos de agua y de las pérdidas en la red. Y esto no es propio de  una Smart City

En la potente cuenca del Amazonas, la deforestación hizo añicos el funcionamiento normal de los llamados «ríos del cielo» que regulaban las precipitaciones en Brasil. Lo mismo ocurrió en la cordillera del Atlas.

Para parar el reloj que marca el tiempo que falta para el próximo Day Zero, el gobierno nacional de Sudáfrica y el municipal de Ciudad de Ciudad del Cabo están trabajando arduamente para ayudar a los residentes a evitar los peores efectos de la sequía. Ojalá sirva de ejemplo y experiencia a otras ciudades

Lorenzo Correa

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