Entre Víctor Hugo y Salgari, nuestro invitado de hoy escribió mucho y bien sobre la paz profunda del mar. Como Josep Pla, otro ilustre donante de nuestros miércoles poéticos. Ambos fascinados por el agua marina y sus movimientos. Ambos poco expertos en aquello de lo que escribían. Pío Baroja nos trae hoy la paz profunda del mar. Ninguno de los dos fue nunca ni marino mercante, ni piloto de altura, ni negrero, ni pirata, ni contrabandista.
Pío nos habla de esa playa soñada y maravillosa, la de las Ánimas. En ella encuentra la paz profunda del mar. Como no fue marino, la encontró en sus paseos. Absorbió su abandono y soledad, él que tan solo estuvo toda su vida.
Baroja y su playa. Quizás la paz profunda del mar que nos transmite la encontrara en una playa real. En la de Saturrarán, entre Deva y Motrico. A ella llegan las aguas del Cantábrico para dibujar algo mágico en su arena. Las tres rayas de la espuma de las olas. El dibujo que siempre sorprende al narrador como si jamás lo hubiera visto.
Sea Shanti Andía o sea el propio Baroja, el agua bravía del mar provoca emociones fuertes. Alegría en primavera, tristeza en otoño. Ambas emociones son acogidas en paz por el paseante. En la paz profunda del mar.
Sientan la emoción de Baroja cuando llega el mes de octubre a la playa de las Ánimas. Y sientan la nostalgia de sentir la paz profunda del mar. Mientras las sinuosidades del agua les arrullan. Escuchen los augurios del futuro del agua. Y vean como contempla la vida el marino Shanti Andía. Siempre mecido, a veces zarandeado por el agua en la singladura de su vida, que es la nuestra.
Lorenzo Correa
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