El taciturno hastío del pantano


Por tercera vez el colombiano Germán Pardo nos regala un soneto. Trata el presente sobre ese contenedor de agua, bendita o corrupta, que es el pantano. La bendición acuática es vida, su corrupción, enfermedad y muerte. Su quietud, profundo hastío, antesala de la corrupción por deterioro. Hay pantanos artificiales (las presas de embalse),  y naturales

Bendicen sus aguas quienes se benefician de las presas de embalse y las denominan pantanos. Otros los maldicen por provocar la disrupción del río. Paradojas del pantano en lo material. Sus aguas, espejos son de lo que con ellas hacemos. O de no hacer nada con ellas.

Algunos buscan en el pantano sosiego, a otros les enerva su quietud. O les subyuga el misterio de los esqueletos que esconden en su interior. Pasear por sus riberas es atractivo para los melancólicos. Y deprimente para los pesimistas. Como la vida, a veces oscura, cuando las sombras nos invaden. Pero a veces bien iluminada por el sol de la suerte y el éxito.

Pardo se aterra con su “penumbra de cavernas”, pero se emociona con la percepción de vida, vegetal y animal, que en ellos, de la muerte nace.  Y dulcifica su angustia. Lección poética y vital para los amantes del agua. Para su futuro. Entre el légamo sombrío puede florecer algo maravilloso, anunciado por un trino. Pantano, metáfora del agua y de la vida.

Pantano, légamo sombrío
Pantano, taciturno hastío

 

Lorenzo Correa

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