Transición ecológica hacia el futuro del agua

Transición ecológica, espasmo y marasmo


Transición ecológica. Así se llama el nuevo ministerio que va gestionar las aguas hispanas . Volvamos la vista atrás. Hace un año la sequía amenazaba a España. Las previsiones eran muy pesimistas. En el Norte, tradicionalmente húmedo, los embalses languidecían como nunca. Los ríos bajaban secos. En el sureste, pánico. En el resto, gran preocupación. Los desastrólogos, haciendo su agosto. Llegó la convulsión climática y hoy, un año más tarde, las reservas nacionales de agua están por encima de los porcentajes habituales. Del espasmo del verano pasado, al marasmo del de hogaño.

Espasmo y marasmo. Transición ecológica. En ella se va a mover el péndulo que, sin prisa pero sin pausa recorre, impertérrito, el trayecto que comunica el espasmo con el marasmo de nuestros afanes cotidianos. Hoy, como ayer, continúa inexorable su recorrido sin desfallecer, también en la órbita de la gestión del agua. Hacia una nueva transición ecológica.

Nombre del ministerio similar al del ministerio del agua francés. Aunque éste aún es más largo en su sugerencia, porque también es solidario. Transición ecológica y solidaria, para los franceses.

Llega un nuevo cambio ¿ ecológico … y solidario ? En esta ocasión, más inesperado que otras veces. La política produce sorpresas. El cambio afecta, como es natural, a la gestión del agua, porque afecta a su gestora máxima. Nueva ministra, nuevo nombre del Ministerio del agua, en este caso, con un objetivo claro:  la llamada “transición ecológica”.

Dicen que el hábito no hace al monje. Cambiar el nombre al ministerio, ¿será una premonición del cambio hacia la gestión seductora del agua? ¿Será una transición tranquila, o seguiremos entre el marasmo y el espasmo? El tiempo lo dirá.

Lo que tocaba en la anterior etapa política era firmar el Pacto del Agua. Para ello estaba negociando el anterior equipo ministerial. A las aguas les conviene más estar tranquilas y no agitadas.  Esperemos que la transición ecológica que se nos viene encima con toda su parafernalia sea tranquila. Porque el contexto temporal, social y político actual es poco proclive a las decisiones sosegadas y con vocación de durabilidad.

Nos esperanza el nombramiento del nuevo director general del agua, porque le conocemos de antaño y sabemos de su preparación, experiencia y conocimiento del ramo. Nos da confianza y apostamos por su capacidad de seducción, aunque el reto es importante.

La participación pública será, una vez más, la clave de esa transición ecológica.  Es un mandato de la Directiva europea del agua. No es nada baladí. Por ello se acomete como uno de los capítulos más apasionantes (en un momento del país también apasionante), de la tramitación de los planes de cuenca y del hidrológico nacional, base fundamental de la transición de la gestión del agua.

Nos gusta recordar aquí que la participación de los ciudadanos en la gestión del agua es una asignatura pendiente. Hay que establecer con seriedad y rigor los canales que la posibiliten. Y eso no es fácil, probablemente por falta de experiencia y, también, debido a cierta desconfianza en relación con el papel que pueden desarrollar los ciudadanos.

Ahora llega de nuevo el examen para aprobar a asignatura pendiente. Esperemos que esta vez acudan al escenario unos actores invitados que se echan en falta: los indicadores socioambientales. Sin ellos, el consenso no llegará, porque las soluciones siempre culminarán en la decisión de la administración competente en materia de agua, cimentada en los clásicos pilares que sostienen nuestra cultura: razón y poder. Que son los que sostienen el péndulo del espasmo y el marasmo

Pero algo más tendrá que aparecer: La cultura patriarcal a la que pertenecemos se caracteriza por nuestra aceptación cotidiana de la jerarquía, la autoridad y el poder. Del espasmo y el marasmo.  También por la justificación racional del control sobre los demás mediante la apropiación de la verdad. Cuando se nos “invita” a participar en las decisiones de la gestión del agua, por poner un ejemplo que viene a cuento aquí, lo haremos aceptando de entrada unas “condiciones”, que nos parecen naturales: el sometimiento a algún poder y a la razón en tanto en cuanto ellas revelan dimensiones trascendentes del orden cósmico natural. Porque para tener acceso a ellas, antes debemos legitimar su existencia como tales  razón y poder.

El desiderátum para los que quieren salir indemnes del espasmo, es conseguir que algo cambie en las relaciones humanas. Para que se vuelva a dar mucha importancia al respeto por el otro. Esto supone, allá donde se da, el reconocimiento de que no tenemos acceso a una verdad trascendente y absoluta. Y, aún mejor, que el no tenerlo no supone el caos. Al contrario, supone un nuevo modo de relación basada precisamente en la cooperación y el respeto. Es decir, la que ya tuvieron nuestros antepasados antes de la imposición de la cultura patriarcal. No es por lo tanto una nueva cultura, sino la recuperación de la cultura matriarcal sepultada por la que aún impera.

Podríamos definir como objetivo vivir en un mundo hídrico no atrapado en una exigencia militante. Independientemente de que sea profana o “religiosa”. Porque es a eso a lo que nos tiene acostumbrados la gestión convencional de la vieja y la nueva cultura del agua. Un mundo hídrico en el que ya no hubiera que justificar la negación del de enfrente en la defensa de una verdad absoluta o trascendente. En el que nadie pudiera reclamar para su bando el acceso privilegiado al conocimiento de verdades trascendentes, absolutas y universales, porque esta reclamación le haría ser acusado de herejía, rebeldía o error culpable.

Al acabar con la exigencia en la creencia de la posesión de la verdad, se acaba con la tolerancia.  La tolerancia no es más que una negación temporalmente suspendida. Cuando ya no hay exigencia, comienza el respeto. Y donde comienza el respeto por los demás, comienza su legitimidad y acaba la aceptación de ideologías que justifican el negarles y legitiman su control. Entonces, mueren de inanición las filosofías políticas y sociales. Las que aseguran señalar la deriva inexorable de la historia o el orden social justo. Lo hacen desde una verdad trascendente que justifica el sometimiento de unos a otros. Siempre usando el argumento de que “están equivocados”.

El cambio que exige la deconstrucción del discurso de la gestión del agua se basa en una participación pública en la toma de decisiones. Pero esa participación debe salir de la reflexión liberadora del apego que constituye a la ciencia como dominio explicativo. Además, se basa en la ética que nos lleva a la aceptación del otro y a que nos importen sus acciones, rechazando las ideologías que niegan el respeto.

Es imprescindible una transición ecológica para salir bien del túnel
Transición ecológica. Foto Lorenzo Correa. Río de la Campana, Sierra Morena, España

Estructurar los procesos participativos como un debate de grupos temáticos con un perfil muy técnico y especializado es un error. Ya sea porque los especialistas dominan la composición de la información aportada desde la administración del agua, o porque usen un lenguaje durante las discusiones que dificulte la participación del ciudadano poco experto. Así solo se logra y genera la presencia activa de expertos, “stakeholders” y personas con un elevado nivel de conocimiento sobre la gestión del agua: solo razón y poder. Espasmo y marasmo

El objetivo de la participación definida por la directiva europea, no es otro que la de la mejora de la toma de decisiones. Ya la agilización y generación de confianza en los procesos de información y consulta. Las directivas acuáticas cuentan con toda la ciudadanía, sea parte interesada o no: Los estados miembros deben «animar» a la implicación activa y «asegurar» la consulta y el acceso a la información de base.

Esto dice el “libro” que nos guía. Y ello significa más que una consulta, que normalmente produce la manifestación de una opinión. Significa más porque que implica a los actores en la intervención activa en los procesos de planificación. También en la discusión de los temas para contribuir a su resolución. Influyen, aunque no sean responsables de la decisión final. Por todo ello, el éxito de su implementación dependerá entre otros factores, de la voluntad política y principalmente de la información, consulta y participación del público. Enfóquese desde el respeto, mejor que desde la tolerancia, sin sometimiento desde el poder y la razón. Sin el péndulo que va del espasmo al marasmo. A través de una transición ecológica

El inacabable conflicto hispano del agua, que enfrenta en primera línea de trincheras a quienes se sienten en posesión de la verdad absoluta, a quienes creen que los del otro lado “están equivocados”, es bastante deprimente. Recuerda (salvando las distancias) al que durante casi 600 años enfrentó al Honrado Concejo de la Mesta con los propietarios agrícolas, a los estantes con los trashumantes. Medio siglo antes de la disolución de la Mesta (1273-1836), el Ilustrado Jovellanos le escribía al rey:

Pero si otros pueblos conocieron la trashumación y protegieron las cañadas, ninguno que sepamos conoció y protegió una congregación de pastores reunida bajo la autoridad de un magistrado público para hacer la guerra al cultivo y a la ganadería estante, y arruinarlos a fuerza de gracias y exenciones; ninguno permitió el goce de unos privilegios dudosos en su origen, abusivos en su observancia, perniciosos en su objeto y destructivos del derecho de propiedad; nadie erigió en favor suyo tribunales trasterminantes, ni los envió por todas partes, armados de una autoridad tan opresiva y tan fuerte para oprimir los débiles, como débil para refrenar a los poderosos; tampoco nadie legitimó sus juntas, sancionó sus leyes, autorizó su representación, ni la opuso a los defensores del público; ninguno… pero basta: la Sociedad ha descubierto el mal; calificarle y reprimirle toca a vuestra alteza.”

GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS, Informe de la Sociedad Económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de la Ley Agraria, expedido por el autor en nombre de la Junta encargada de su formación

Ojalá en la nueva etapa que comienza, podamos contemplar  procesos de participación “respetuosos” en el sentido más arriba indicado. Para que constituyan una herramienta útil para lograr resolver el conflicto del agua desde el respeto y desde la aceptación legítima del otro, sin tener que esperar casi 600 años para ello. Sin pasar del espasmo al marasmo. En una tranquila transición ecológica.

Lorenzo Correa

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