Por tercera vez recibimos aquí un poema de Antonio Machado. Nos trae a la fuente como símbolo. Nos muestra el simbolismo de la fuente.
Confronta el tiempo mecánico que medimos obsesivamente, con el tiempo espiritual. El surtidor que hace sonora el agua como el tic tac del reloj, es el fluir eterno. El sentido de la corriente, es la línea inmutable del tiempo. La que se nos acaba, aunque nunca se acabe. La que escucha reír al agua.
¿De cuántas fuentes habremos bebido en nuestra vida? ¿En cuántas habremos saciado nuestra sed? Porque la sed no se acaba nunca de saciar, siempre vuelve. Por eso siempre tenemos que volver a beber aguas frescas y puras, atraídos por el simbolismo de la fuente. El eterno retorno al manantial de la vida.
El misterio del agua en la fuente, el simbolismo de la fuente, que fluye hora tras hora y nos atrae irremisiblemente por su frescura, por su cantarina melodía y por la transparencia de sus aguas que corren sin descanso
A su vera soñamos, en su espejo nos miramos con la esperanza de continuar tan ágiles como sus aguas, tan jóvenes como esos caudales recién salidos del vientre de la tierra.
Símbolo machadiano el simbolismo de la fuente. Porque “teje y zurce los fragmentos del tiempo” en una única y fluida eternidad. Machado aquí nos conecta con la otra fuente, la de Rubén Darío, que hace un tiempo acogimos en nuestro rincón poético. Fluyamos de nuevo con Machado en el simbolismo de la fuente
Lorenzo Correa
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