Dulce Chacón nos ofrece su personal visión de la lluvia en la poesía. De esa lluvia que nunca sabemos por dónde nos va a mojar. Porque siempre habrá alguien a quien moje por donde
menos le gusta. Como a ella, que mojó con ella su prosa y que también usó la lluvia en la poesía.
Escritora y poetisa inquieta donde las haya, tuvo siempre que abrir uno de los dos paraguas que su profesión le regaló. Uno lo usó para no mojarse con la lluvia de quienes criticaban su vehemencia literaria en la defensa de sus férreas convicciones. El otro, la resguardaba de los halagos de quienes se sentían concernidos por su denuncia continua de lo que ya pasó. Fue su personal brega con la lluvia en la poesía… y en la prosa. Fallecida prematuramente, deja una obra comprometida al máximo con las mujeres y con el pasado reciente de su país, España.
Calculan dolor y prepara defensa, que la lluvia en la poesía no solo moja y refresca. También duele. Depende de por donde venga el agua, nos mojará o no. Aunque sea domingo y no llueva, el sueño de la lluvia humedecerá nuestra alma.
Dulce Chacón ve llover desde el cielo y nosotros sentimos su lluvia en la poesía. Podemos y debemos mojarnos con nuestras elecciones humanas y decidir de qué manera vivimos la vida. Es una de las ventajas de dejarse mojar con y por la poesía. De la lluvia en la poesía
La lluvia en la poesía, los paraguas, la memoria histórica y la poesía.