Al futuro del agua, se llega por la cultura. Pocas cosas hay más humanas que la cultura, que conforma y moldea un venturoso devenir. Hoy por hoy, sin embargo, lo hace desde la hipervaloración de lo racional, desvalorizando las emociones.

En la cultura racional imperante, las únicas emociones que van quedando se relacionan, o bien con la desconfianza o bien con la codicia. La desconfianza busca certidumbre en el control. Pero la codicia pretende quedarse con todo, también con el futuro del agua. Siempre quiere llevarse el agua a su molino.

Así vamos viviendo la gestión del agua. Y construyendo el camino del futuro, a veces con más claridad, a veces con más angustia. Por una parte, nos acercamos cada vez más a  la destrucción de lo que la vida tiene de espiritual y ético. Por la otra, nos alejamos cada vez más de la Naturaleza.

La cultura racional se reduce al control para evitar la desconfianza. Cada vez hay más controles y sin embargo, la desconfianza se intensifica.   Además, la codicia, aunque de disfrace de ambición, mantiene eternamente la batalla de los que exigen tener razón.

Ha llegado el momento de plantear otra estrategia, de definir un camino diferente. Buenos son control y ambición positiva (no confundir con la codicia), si los compensamos con fluidez y armonía.

El camino hacia el futuro del agua  ”emocional” que defendemos aquí pasa por un refuerzo de nuestra identidad como seres humanos a base de interactuar con el medio que nos permite vivir, es decir actuar.  Y esa interacción solo puede surgir de la convivencia, pero de una convivencia humana con los seres humanos apostando desde el presente por una vida armónica. Es la mejor garantía de conservación de nuestra coherencia con nosotros mismos y con lo que nos rodea, también con el agua.

Cuando perdemos la coherencia (bastante a menudo, por desgracia), decimos que la naturaleza es sabia. Porque entonces nos damos cuenta de que ella no la pierde.

Para llegar al futuro del agua con coherencia, tenemos que ser sabios, como lo es la naturaleza, sin esforzarnos para ello. Viviendo desde la inocencia, como el resto de los seres vivos, con fluidez, armonía y espontaneidad.

Evitando así en nuestro vivir y convivir el sufrimiento y la desintegración. Porque los seres humanos desaparecemos si desaparece la sabiduría en la convivencia. El agua desaparecerá un poco antes, será el último aviso “racional” de la desintegración.

Lorenzo Correa

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