Solo tres años faltan para conmemorar el centenario de la muerte del poeta que hoy saciará, sin duda, nuestra sed de poesía. Es el mexicano Ramón López Velarde, de vida breve pero de gran prédica entre sus compatriotas que llegaron a nombrarle “poeta nacional”, por las virtudes cívicas de su poesía, que declamaban por doquier en escuelas, iglesias, colegios, universidades y cantinas.
Iglesias y cantinas muestran las dos caras de su personalidad, de su poesía, de su creación. Una dualidad entre lo erótico y lo religioso que lo atormentaba, pero que nos ha dejado versos bellísimos y poemas de valor lírico incalculable.
Para Octavio Paz, fue uno de los precursores del modernismo poético en español, pero además es único porque basa su poesía en las sensaciones. Y nada mejor que el agua para producirlas. Placenteras en los lectores, desgarradoras en el autor, siempre debatiéndose entre la alegría de crear poesía y la tortura de traicionar sus fuertes convicciones religiosas, pero produciendo una obra artística, como todas, inmutable, que además le permitió, según escribió “remontar el río de los años para ser de nuevo la fuente limpia y bárbara del niño»
Comprometido a fondo con la poesía, incansable perseguidor del amor esquivo, de su Fuensanta, de su Sara, de las acuáticas náyades… nos cuenta hoy las sensaciones que emanan de la tierra mojada en una tarde también mojada… bajo el redoble del agua en la azotea
Lorenzo Correa
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