Los expertos más reputados del mundo señalan un intrincado itinerario a recorrer para gestionar bien el agua en las ciudades. Mirando el horizonte que se vislumbra desde el punto de partida (hoy siempre es el punto de partida), observamos con nitidez la presencia en la meta de una gestión seductora en el marco de una ciudad inteligente.
Muchas ciudades aspiran a ser inteligentes, pero en casi todas todavía los disparos ensombrecen tan bienintencionadas perspectivas. Es el caso de Río de Janeiro, ciudad ideal para relatar el largo trecho que aún queda por recorrer cuando en una gran urbe muy densa se mezclan los suburbios con las playas más exclusivas del planeta y la violencia más extrema con el lujo más refinado. Y en ese escenario, la gestión del agua se convierte en un problema de primera magnitud cuando llueve y cuando no llueve: por el hacinamiento de los pobres, por la exclusividad de los ricos y por esas pendientes tan pronunciadas que tienden a enviar el agua precipitada al mar a gran velocidad, pasando siempre por una favela.
No hay mejor prueba para demostrarlo que el relato de lo ocurrido en el otoño e invierno recién acabado. Tradicionalmente, la tropical Río de Janeiro espera las lluvias del otoño (febrero) para respirar algo mejor y decir adiós al agobiante y húmedo calor veraniego. El año 2018 dio paso a un otoño que se inició con lluvias moderadas que produjeron el esperado efecto refrescante en sus habitantes. Y otro menos esperado, aunque con mayor efecto balsámico: la moderación en los tiroteos que en las favelas se producen día tras día. Para conocer los vaivenes en su intensidad y los terribles efectos de su imparable producción, existe una organización llamada Fogo Cruzado http://fogocruzado.org.br/
Por si algún lector viajero pretende ir a Río de Janeiro y no lo sabe, Fogo Cruzado es una plataforma digital colaborativa que tiene por objeto registrar la incidencia de tiroteos y la presencia de violencia armada en la región metropolitana de la urbe, a través de una aplicación para tecnología móvil asociada a un banco de datos. Desde el año de su fundación, 2016, recoge todos los datos y los publica para que se conozca la ubicación del peligro. Y hete aquí que este laboratorio de datos para la violencia armada indica claramente que las zonas más violentas de la ciudad se corresponden con las favelas situadas al norte y al oeste.
Pues bien, los pasados meses de enero y febrero fueron especialmente productivos para los vendedores de armas, con jornadas completas de balacera y mucho pánico entre residentes y turistas, incluidos los aficionados al carnaval. Pero fue empezar a llover en febrero y todo se calmó, al calmarse los disparos. Y también fue al comenzar las lluvias cuando se decidió la intervención federal y militar de la ciudad en un nuevo intento de erradicar la violencia de sus favelas.
Se diría que en Río la mejor acción preventiva de la violencia es que llueva y que a los traficantes de armas les viene bien la sequía. Curioso argumento nunca aplicado hasta ahora en otras latitudes y que les vendría muy bien a los desastrólogos que vaticinaban en España el caos por sequía al ver los embalses vacíos hace seis meses y que ahora, inasequibles al desaliento del desastre, siguen pontificando sin ruborizarse, escribiendo que los embalses no sirven para nada porque no evitan que muchos ríos (como el Ebro), se desborden cuando la sequía ha acabado en su cuenca.
Llueva o no llueva, el embalse siempre es culpable. Pero menos mal que está ahí para llevarse las culpas. En cualquier caso, en Río han enviado al ejército.
Este benéfico efecto de la lluvia, al ser la gestión del agua una gestión a la que complican la vida los extremos, se convirtió inmediatamente en maléfico cuando las lluvias se intensificaron y llegaron las inundaciones. Esto ocurrió cuando llegaron las tempestades de agua y viento de mediados de febrero, sobre todo la enorme tormenta que en la tarde del miércoles de ceniza provocaron terribles afecciones en la ciudad cebándose, como siempre ocurre, con las viviendas más precarias, las de las favelas, donde muchos de sus habitantes se quedaron sin nada.
Una ciudad inteligente debería mantener lo más expeditas posible sus redes de drenaje, no dejar que el caiga de la lluvia abandone la zona en la que cae y saber que la tendencia tradicional de lugares como son las favelas y cualquier suburbio marginal, que no dispone de redes adecuadas de recolección y recogida de residuos y en los que el nivel cultural de sus habitantes es bajo, es tender a dejar o “botar” la basura en los cauces. Esta terrible realidad en estos ámbitos geográficos y sociales se agravó en Río el pasado miércoles de ceniza, porque los servicios de recogida de basuras habían descansado por el Carnaval. La inundación fue rápida y letal, peor aún que la infaustamente recordada de 1996. El nivel del agua en la calle llegó a los 70 cm en la Ciudad de Dios y el panorama callejero era el de ríos en los que flotaban ratas, basura y cucarachas, llegando el agua en algunas calles de otras favelas a tener 2 m de calado.
Por suerte (si esto es buena suerte), se cortó la electricidad antes de la riada. Con luz, hubiera sido peor pues el interior de las viviendas estaba inundado. Unas horas solo de corte de suministro eléctrico, donde no cayeron árboles sobre el tendido eléctrico, y varios días donde sí cayeron. Comenzaron las labores de limpieza para sacar agua, lodo y basura de calles y viviendas. En los barrios más ricos, no hubo casi ningún problema. Y los voluntarios iniciaron la cadena alimenticia de emergencia: agua y comida para los que todo perdieron y nada tenían.
Por desgracia (esto sí que es mala suerte), el suministro eléctrico tardó en restablecerse.
Una tormenta de carnaval, con cosecuencias dramáticas, pues cuatro personas murieron y 2.000 se quedaron sin nada, la mayoría del Complexo Faveleiro do Alemão. Una de ellas, la del Parque Everest se volvió a inundar como ha hecho cada una de las 25 veces que ha llovido intensamente desde que se comenzó a poblar.
La situación allí es explosiva porque las enormes grietas que la erosión provoca en las viviendas y por el desprendimiento de tierras que ha hecho emerger un cráter en su mismo centro (por algo se denomina Everest), obligaron a Defensa Civil a prohibir la residencia en ellas. Las 44 familias afectadas fueron conminadas a abandonar sus viviendas y a alojarse en viviendas municipales, cosa que no fue aceptada por ellas. Sin embargo, la Secretaría Municipal de Vivienda pretende evacuar, en los próximos tres años, a todas las familias que viven en áreas de riesgo en las laderas de la ciudad. Terrible situación provocada por una ubicación de viviendas precarias en una zona de laderas inestables muy erosionada cuando llueve fuerte. Problemática social generada por una inadecuada gestión del agua y de muchas más cosas, pero del drenaje pluvial, ante todo. Paradigma del enrevesado problema que supone la gestión del agua, también cuando una ciudad quiere ser inteligente
Además de este problema de la erosión, está el de la carencia absoluta de garantías y respuestas rápidas cuando llueve fuerte respecto al suministro de energía: el corte afectó a más de 100.000 personas de las favelas, mientras que en los barrios más ricos de la ciudad, todo volvía a estar en orden. Se puso en evidencia que, una vez más, la ciudad no estaba organizada para dar respuesta rápida, ordenada e inteligente a los estragos del agua en sus zonas más deprimidas: Alemão, pero también Manguinhos, Jacaré, río Faria Timbó, se vieron afectadas por la crecida e invasión urbana y doméstica de las aguas, por los cortes prolongados de energía eléctrica y por la lenta y a veces inexistente recogida de fango y basuras por parte de los servicios municipales. Esta evidencia pone de manifiesto también la íntima unión entre la gestión de los residuos y la del agua en las ciudades y la importancia que tiene el voluntariado organizado para resolver en la medida de sus posibilidades lo que los servicios municipales no resuelven. De ello hay que aprender cuando se decida diseñar adecuadamente una ciudad inteligente
Simultáneamente y coincidiendo en el tiempo con la inundación y los disparos, el Congreso y el senado aprobaban un decreto para implementar la intervención federal mediante envío de fuerzas del Ejército a la ciudad, sobre todo a sus casi 800 favelas con una población de 1,5 millones de personas. La primera ofensiva militar se produjo en la favela de Kelson, en la zona norte de la ciudad, punto neurálgico para el robo de mercancías destinadas al transporte.
Así las cosas, en los días siguientes volvió a llover con intensidad, y el alcalde continuaba fuera de la ciudad, ahora en Brasilia solicitando ayuda de los presupuestos federales para iniciar acciones sociales en áreas afectadas por el crimen organizado que ayudaran a la intervención. Los críticos denunciaron, a la vista de la carencia absoluta de infraestructuras de drenaje urbano en los cerros que ocupan las favelas, que el alcalde no hubiera efectuado antes gestiones para evitar las inundaciones, lo que aseguraban hubiera redundado en una mayor paz social, mientras que su ausencia produce el efecto de alterarla más si cabe.
La situación actual, más de dos meses después de la crisis pluviovilolenta, es la de siempre porque nada nuevo se ha emprendido. Parches calientes, por un lado, con pequeñas ayudas atomizadas a familias y gentrificación favelera por otro con la aplicación imparable del programa Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) que va cambiando la faz de los vecinos, al cosntruir por un lado viviendas acordes con un mayor poder adquisitivo, otorgando ayudas a los vecinos de siempre para acceder a nuevos pisos que exigen una enorme burocracia, ralentizan el proceso y obligan a que esas familias se integren, hacinándose en viviendas precarias de familia o amigos no afectadas por inundaciones ni gentrificaciones de barrio.
La temporada de fuertes lluvias ha pasado, pero sin inversiones públicas para consolidar las laderas y mejorar el drenaje, para realizar una recolección regular de residuos, para establecer mecanismos eficientes de respuesta rápida, entre otras cosas, se esperan los mismos efectos para las lluvias de los próximos años, tal como ocurrieron en años anteriores.
La lluvia amaina los disparos, pero acelera también la gentrificación. ¿Será Río de Janeiro alguna vez una Smart City?
En teoría, se están preparando para ello, pues la ciudad está incluida en un lote de diez estudios internacionales desarrollados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en asociación con el Instituto Coreano de Investigación para Asentamientos Humanos (KRIHS), junto con las ciudades de Anyang, Medellín, Namyangju, Orlando, Pangyo, Santander, Singapur, Songdo y Tel Aviv.
Por parte del BID, ni más ni menos que las divisiones de Competitividad e Innovación (CTI), la de Gestión Fiscal, la Municipal (FMM) y la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ESCI) coordinaron el estudio, financiado por el Knowledge Partnership Korean Fund for Technology and Innovation de la República de Corea.
El estudio de caso carioco incluye la experiencia de la ciudad en iniciativas de ciudades inteligentes, centrándose principalmente en el Centro de operaciones de Río Proyecto-COR y abarca el contexto de la ciudad, los principales desafíos urbanos, la historia de las iniciativas digitales y su evolución en el tiempo, describiendo el modelo general de participación, los aspectos organizacionales, la división de funciones, los mecanismos de acceso, la dispersión de información y el proceso de toma de decisiones, así como las tipologías de sistemas existentes y su integración con COR.
El estudio concluye que es un modelo exitoso con un alto grado de madurez y que compartir la experiencia de Río de Janeiro con otras ciudades es muy importante, a unque indica que el modelo debe seguir evolucionando y contar con un fuerte apoyo institucional para que la población carioca pueda disfrutar cada vez más de los beneficios de las innovaciones tecnológicas aplicadas a los desafíos diarios de la ciudad. Ojalá llueva lo justo para silenciar las balaseras
Lorenzo Correa
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