Seguimos, con el permiso de los lectores, ahondando en el debate sobre el manido, deseado y nunca firmado hasta ahora “Pacto del Agua” en España. Decíamos ayer que los trasvases y sus derivadas son el escollo principal que impide el avance hacia la firma del citado pacto, aunque se intente con denuedo una y otra vez llevar a puerto la nave sin que naufrague en el proceloso océano de su travesía
Detrás de la polémica del trasvase, hay razones y emociones que arman de argumentos y cargan de juicios a los sistemas sociales que libran la batalla. Ellos dan forma al escollo, afilan sus aristas y alimentan su crecimiento. En un primer momento, desde la ingenuidad del inexperto, lo lógico sería hacer una llamada a la comprensión entre sistemas sociales. Para ello, sus miembros deberían reflexionar sobre las relaciones que constituyen el mundo (cosmos, biosfera, cultura) al que su sistema pertenece, trascendiendo lo que llamamos “conocimiento”. Porque el conocimiento procede solo de la razón y emerge de las coherencias del ámbito local que da forma al sistema, sin querer mirar más allá y divisar las coherencias sistémicas de todo el cosmos. Y trascender incorporando la comprensión, que es global, no local.
Para unir conocimiento y comprensión hay que aceptar la legitimidad de lo que se vive, sea local o global. Y esa aceptación o su oponente, el rechazo, sale de la conversación, porque es la red de conversaciones la que constituye el sistema social, en el que sus integrantes operan desde la mutua aceptación. Eso es un club, un partido político, una comunidad de regantes o una ONG académica.
Ahí tenemos los sistemas sociales que se enfrentan en nuestro ámbito. Como escribe Maturana, “nos movemos en la vida diaria a través de una red de conversaciones, integrando o abandonando sistemas sociales, de acuerdo a si, en el flujo de nuestro lenguajeo y emocionar, nuestra conducta involucra aceptación o rechazo a la coexistencia en la aceptación mutua”.
Hoy ya sabemos que el gestor español del agua ha confiado en las conversaciones con todos los sistemas sociales implicados como llave para firmar el pacto y en nuestro anterior post enumeramos sus condiciones. Lo que no parece seguro es que esa iniciativa conversatoria implique “aceptación”, pues parece que los conversadores no confían en el sistema social que representa el gestor, ya que le acaban de montar un “Acuerdo Social del Agua en Defensa de Nuestros Ríos y del Agua Pública«.
La otra cara de la moneda proclama que urge «un gran acuerdo social basado en la recuperación de ríos, humedales, lagos y acuíferos, como un patrimonio ambiental público que debe estar al servicio del interés general, y en la defensa del agua como un bien público, que debe ser de acceso universal en lo referente a los servicios de agua y saneamiento, en tanto que se trata de un derecho humano, reconocido como tal por la ONU”
Las acciones propuestas desde ese sistema social, que pueden alteran a los miembros del sistema social de enfrente son:
- detener el crecimiento de demandas de regadío, la construcción de nuevos embalses y trasvases y los procesos de deterioro, apropiación y sobreexplotación de ríos y acuíferos, a fin de garantizar su sostenibilidad y el buen estado ecológico de las aguas, al servicio del interés general, respetando los caudales ambientales y demás exigencias de la Directiva Marco.
- redimensionar a la baja la superficie regada y los consumos urbanos expansivos de forma que se adapten a la reducción de caudales disponibles que impone el cambio climático en curso;
- revertir los procesos de mercantilización del agua y de privatización de los servicios de abastecimiento y saneamiento, para recuperarlos como servicios de interés general, bajo una gestión pública transparente y participativa, y
- acabar con la creciente corrupción al transformar el agua y los servicios de abastecimiento y saneamiento en grandes negocios privados.
¿Y eso, cómo se hace, cuánto cuesta y quien lo paga? Únicamente los viajes a ninguna parte salen gratis, para los demás hace falta dinero. Anteayer, el diario «El País» escribía esto:
El Parlamento dio luz verde en noviembre a la Ley de Medidas contra la sequía, que contempla indemnizaciones cuando la caída de ingresos por la falta de agua sea del 20% en zonas desfavorecidas o el 30% en el resto. Ello supuso la aprobación de importantes ayudas al sector: más de 1.000 millones a fondo perdido y otros 1.000 de créditos blandos. Pero la Administración agraria no tiene un euro para su aplicación. La cuantía final dependerá de las conversaciones entre Agricultura y Hacienda. Las organizaciones agrarias dan la bienvenida a la ley, pero exigen ya su desarrollo.
Hay que hacer algo más que dialogar para acordar a dónde queremos viajar, hay que financiar el viaje, saber cuanto cuesta y quien lo paga. Por eso no parece fácil que el diálogo ya iniciado y previsto acerque posturas y permita iniciar el viaja a alguna parte , aunque ojalá nos equivoquemos para no tener que volver a asistir a la ceremonia mediática de la confusión, al postureo político y a la eterna queja del ciudadano porque alguien de fuera de una cuenca «se lleva» el agua de esa cuenca. ¿Por cierto el agua es de la cuenca, del ribereño, de todos, de nadie, o del que tiene dinero?
¿Será cierto lo que escribió Santiago Rusiñol en sus Máximas y malos pensamientos?: “Si es verdad, como aseguran, que la propiedad es un robo, el día que todo sea de todos, todos seremos ladrones”
Las espadas están en todo lo alto. Se mezclan emociones y razones. Razones de pertenencia a la cuenca, de defensa del medio, con toda su carga emocional, que generan argumentos en un sentido. Razones de los planificadores, con el poder muy cerca, del otro. ¿Con quien está la ética? Dejà vu. Enfrentar emociones y razones no es eficaz nunca, ya lo hemos visto. Habría que apelar a la sabiduría, que es el producto de comprender y conocer en la acepción antes elucidada, para que surja otro tipo de emoción, la que emana de la convivencia social, porque nace del amor y no del odio. Porque la emoción del odio disminuye la inteligencia, fomentando la visión única de nuestros juicios.
La solución, si la hubiere, que parece que no, pasa por la seducción, no nos cansamos de repetirlo. Seducción que surge del amor, no del odio y pone en escena emociones que fomentan la confianza. Justo lo que hasta ahora, jamás se ha hecho ni siquiera intentado. Solo emociones del terruño, de los buenos sentimientos hacia la naturaleza de un lado y razones pesadas, basadas en juicios de parte, del otro, que cuando se formulan, generan razones basadas en juicios también de parte del otro. La confianza huye despavorida y los comerciantes hacen su agosto. Esa es a nuestro modo de ver la partida que se lleva jugando un siglo, con innumerables jugadores, pero con el mismo resultado: de pacto, nada. Si queremos que algo cambie debemos empezar por cambiar nosotros y hacer las cosas de otra manera. Con o sin cambio climático.
Veamos el desarrollo de una partida jugada hace más de 60 años y comparemos con lo que ahora se juega sobre la mesa. Ya no queda en activo ningún jugador de entonces, pero los problemas son los mismos. ¿Obtendremos el mismo resultado?
José María de Porcioles, alcalde de Barcelona durante una larga etapa de la segunda mitad del siglo pasado, recoge en su libro de memorias una extensa referencia a la génesis del trasvase del río Ter a Barcelona, que se convirtió en la solución para garantizar lo más posible el abastecimiento a la entonces ya densa en población región metropolitana de Barcelona. ¿Por qué se tomó la decisión de solucionar el problema derivando aguas del Ter en su curso medio hacia la metrópoli? ¿Qué alternativas se barajaron? ¿Quién decidió?
Uno de los problemas más importantes que se encontró Porcioles a su llegada a la Alcaldía (1957), fue el de solucionar la absoluta falta de garantía en el suministro de caudales suficientes para dotar a la capital catalana, entonces inundada por una imparable riada de personas que buscaban entre sus muros una oportunidad de mejorar su precaria calidad de vida. Y entonces empezó la que él denominó “la batalla del agua”, en la que jugó, tomando partido por uno de los bandos, que finalmente fue el perdedor.
Los contrincantes fueron por un lado los partidarios del «Plan General de Aguas de Cataluña » (PGAC), que comunicaba las cuencas excedentes de los ríos pirenaicos afluentes del Ebro con las menos ubérrimas de las cuencas internas de Cataluña, con el objetivo de resolver mediante el trasvase todos los problemas de garantía existentes entonces en el Principado. Sus partidarios eran los del «lo que quisimos hacer». En el otro bando militaban los que soportaban el «Plan de Traída de Aguas del Ter » (PTAT), que fue el vencedor, el bando de los del «lo que pudimos hacer».
Porcioles, comenzó la lucha contactando con Victoriano Muñoz Oms, entonces Director General de ENHER y solicitándole la redacción del PGAC, que pretendía entregar al “Jefe del Estado”, en la primera ocasión que tuviera.
El Plan regulaba cuencas internas e intercomunitarias catalanas, compensando los caudales de las gerundenses con los de las ilerdenses, dejaba el Ebro en reserva para sequías, aumentaba la producción eléctrica en 750 millones de kW /h y ponía en regadío 200.000 nuevas ha de riego de las cuatro provincias catalanas. Se derivaban hacia Barcelona 12 m³/ s
El estudio financiero preveía una aportación de 10.000 PTA / ha, o sea, 2.000 M PTA. Los municipios beneficiarios aportarían 1.000 M PTA. El aprovechamiento industrial de los kilowatios generados se consideraba de 2.000 millones y el Estado participaba con otros 2.000, en 10 anualidades, con el objeto de garantizar la ausencia de suspicacias relativas a un hipotético favoritismo estatal hacia Cataluña.
La difusión del proyecto generó recelos y envidias , que , según hace constar Porcioles provocaron la publicación por la Dirección General de Obras Hidráulicas (DGOH) del Ministerio de una «nota» , involucrando el proyecto dentro de algunas » torpes maniobras políticas «. Esto inició el «calvario» del alcalde ante el Ministerio. ¡Él también se quejaba de que alguien estaba jugando con el agua!
Y aquí comenzó la batalla entre los partidarios del PGAC y la Confederación Hidrográfica del Pirineo Oriental (CHPO) , dependiente de la DGOH que pretendía acometer el trasvase del Ter, de acuerdo con su planificación. Desde Gerona se iniciaron las hostilidades, con movilizaciones de la opinión pública, dada la presunta afección del plan de Confederación al desarrollo de la Costa Brava, ya que la derivación prevista del Ter hacia Barcelona, reducía drásticamente los caudales circulantes aguas abajo.
La batalla se desarrollaba con Barcelona soportando una sequía africana, en agosto de 1957, fecha en la que, el Plan de la CHPO fue publicado en BOP para cumplir con el trámite de información pública. La Sociedad General de Aguas de Barcelona (SGAB), avivó la polémica con su proyecto de trasvase Ter -Llobregat, con derivación aguas arriba del embalse de Sau , añadiendo para terminar de adobarlo , una solicitud de aumento de la tarifa del agua , ya que no podía absorber el gasto provocado por el incremento de altura de los bloques de pisos de Barcelona . Porcioles terminó aprobando el aumento de tarifas en un 20%, (inferior al solicitado por la SGAB ) , e introdujo otro elemento , la construcción del embalse de Oristà en la riera Gavarresa .
El panorama que relata Porcioles , a raíz de la visita que le hizo el Director General de Obras Hidráulicas y el Director de la CHPO, es muy triste: Lérida contemplaba con indiferencia el proyecto de Muñoz Oms, pues no perdía nada con el Plan de Confederación y Gerona rechazaba todo proyecto que incluyera el Ter , por esta relación de » propiedad» que todo el mundo que reside cerca de un río, tiende a mantener con sus caudales circulantes (quizás sea esa una de las claves del “juego”) Sólo Tarragona defendía encarnizadamente el PGAC.
Porcioles continuó la lucha obligado por su convicción de la bondad del PGAC y por la sequía que asfixiaba Barcelona, con restricciones cada vez más severas. Estos escritos generaron polémica en Consejo de Ministros, pues tanto Carrero Blanco como Barroso, (Ministro del Ejército), eran favorables al Plan , con el objeto de » resolver de una vez y para siempre el asunto , dándose satisfacción a toda Cataluña» .
A pesar de este apoyo, el Consejo de Ministros del 5 de septiembre de 1958 aprobó el Plan de la CHPO, que en su nueva versión, incrementaba los caudales del Ter derivados a Barcelona y recogía algunas propuestas del Plan General. Batalla perdida
En esta vida, todo es susceptible de complicarse. La Diputación de Barcelona, que hasta el momento no había intervenido en este enredado asunto, presentó un «Plan Supletorio», a ejecutar en tres fases: Embalse en la cuenca del Segre , que regaría la comarca de la Segarra , Igualada, Vilafranca del Penedés y Vilanova i La Geltrú; Embalse de la Baells, en la cuenca alta del Llobregat, y una derivación en Montesquiu del Ter . Esto abrió otro frente de batalla: Barcelona contra su propia provincia.
Ante esta situación, Porcioles cree que debe interpretar el rol de defensor de los intereses generales de Cataluña y dando por perdida su batalla, entra en la lucha por conseguir más atribuciones para el Ayuntamiento en las nuevas concesiones , para disponer de suficiente fuerza dentro de los futuros organismos que regularan el abastecimiento desde el Ter , solicitando la titularidad municipal de la concesión , la creación de una comunidad de usuarios y la titularidad de los aprovechamientos hidroeléctricos…
La Junta Administrativa del Nuevo Abastecimiento de Aguas de Barcelona, constituida el 25 de noviembre de 1958, fue la encargada de ejecutar las obras y encarga su construcción a la CHPO, ejecutándose en seis años, con una plantilla de 1.400 trabajadores.
El 2 de julio de 1966, el » Jefe del Estado » inauguró en Cardedeu el trasvase del Ter . Un caudal de 2 m³/s de agua de este río se confundió con las del Mogent , hasta llegar al Besòs , haciendo desaparecer el fantasma de la sequía .
Finaliza Porcioles esta amplia mención a la Batalla del Agua, con una amarga paradoja : “Cuando el trasvase comenzaba a funcionar, el Director General de Obras Hidráulicas afirmaba que España necesitaba un Plan General de Aguas , el mismo que él había defendido sin éxito para Cataluña. Sin embargo, Barcelona, con esta obra en funcionamiento, dispondrá de agua hasta el año 2000 No debíamos olvidar que la política es el arte de lo posible».
En 2003 se inauguró la primera desalinizadora de Cataluña y en 2009 la segunda, que es la de Barcelona. Hay otra panificada.
Han pasado casi sesenta años y seguimos jugando al póker en la penumbra, con una baraja gastada y muy deteriorada, con jugadores sin rostro. Poco hacemos para avanzar en la generación de confianza. ¿Alguien sabe hacia dónde va la partida?
Lorenzo Correa
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