Recibamos con emoción un poema acuático de Max Aub, judío, socialista, escritor y también poeta. Por su condición y adscripción política, le tocó vivir tiempos agitados, con durísimas repercusiones personales: detenido por la Gestapo en 1941 fue enviado a un campo de concentración argelino, el de Djelfa, donde escribió un “Diario” en el que incluyó el verso que hoy nos ofrece para que ocupe su lugar en nuestra galería.
Decía Max que “El poeta tiene el agua a flor de piel, por lo visto yo la tengo bastante dura”. Con esta premisa, que ya sitúa el agua muy cerca de su mente y de su corazón, aunque denotara poca autoestima en estos menesteres, no es extraño que su poesía se componga de versos sencillos y naturales, que conectan con la inmediatez de un momento y la emoción consiguiente que impele a escribir en verso. También decía que el hombre es un animal poético, porque la prosa solo es la transcripción forzada y secundaria de la poesía.
Hoy nos transmite su emoción juvenil en Aranjuez, donde el río Tajo se erige en protagonista, solo ensombrecido por la compañía de los árboles de ribera en un día de paseo con su enamorada. Nos preguntamos si en la extrema dureza del campo de concentración, el río recordaba a la amada o era el recuerdo de la amada quien hacía evocar el río. En cualquier caso, el poeta elige y desde el desierto, se queda con el verde Tajo. Con ellos les dejamos
Lorenzo Correa
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