La actualidad con que nos deleitan los blogueros del agua y los periodistas de la prensa hidráulica está protagonizada muchos casos por el anuncio catastrofista y catastrófico de las consecuencias de la sequía en la megápolis sudafricana que serán, según parece, terribles para el abastecimiento de sus habitantes y visitantes. Si Dios y el cambio climático no lo remedian, dejará de haber agua en la ciudad
en breve, cuando llegue el funesto día cero que corresponderá al día de abril en el que los gestores del agua dejen de distribuirla normalmente y ya no salga por los grifos. El día cero llegará el próximo 16 de abril, si cada día hasta entonces se siguen consumiendo 0,6 hm³ y el clima seco del verano no trae a la lluvia.
A primeros de febrero los capetonianos acaban de entrar en el nivel 6b de restricciones que limita el consumo por persona y día a 50 litros. Y lo normal es que no empiece a llover hasta el otoño, hasta el próximo mes de mayo. Estas noticias producen alarma y escándalo al ser la primera gran ciudad del mundo tecnológicamente moderno que debe aceptar el fracaso en su planificación y debe acogerse a las rogativas pro pluvia para salir del atolladero. A muchos les parece intolerable esta vuelta a las tradiciones tribales de antaño.
Los factores responsables para los analistas de esta situación son cuatro: Las secuelas del fenómeno de «El Niño», de las que en el caso de Panamá, ya hemos tratado aquí ; la superpoblación de la provincia; el bajo nivel de los embalses y la ausencia de alternativas. Lo de casi siempre.
Esta noticia tiene un gran tirón mediático, como todo lo que huele a catástrofe. Nosotros queremos abordarla desde otro punto de vista, creemos que bastante diferente al de todas las noticias que sobre el particular hemos leído últimamente. Dejamos para los informadores convencionales los detalles más obvios sobre las secuelas que vendrán, imprescindibles para entender qué está pasando, aunque poco seductores, y los juicios que emitan sobre los culpables y nos centramos en lo que nos interesa, que es tratar de las causas del problema, del compromiso, de la culpabilidad, del futuro del agua en esa Ciudad y del estado de ánimo que estas situaciones y los ríos de tinta que se vierten para sacarles punta, provoca sobre los sufridos usuarios, que no es otro que el del resentimento. Al fin y al cabo, nuestro hecho diferencial en lo que se escribe sobre el agua, es el coaching ontológico. Agua emoción, tan importante como agua tecnología, aunque casi nadie se lo crea todavía
Los datos a finales de enero indican que los embalses están al 25 % de su capacidad y solo un 55% de los habitantes de la Ciudad están gastando menos de 87 litros diarios, cuando en unos días deberán consumir casi la mitad. Los gestores, como siempre, lo de siempre, hacen una llamada al compromiso de los usuarios para que ahorren, reutilicen o se evaporen. Pero los usuarios solo se comprometerán si tienen confianza en los gestores del agua. Esa es la asignatura pendiente en todo el mundo.
En este sentido las cosas no pintan nada bien, porque los gestores apostaron en su día por resolver el problema solo con una solución de abastecimiento, los embalses y construyeron nada más y nada menos que 44, con una capacidad conjunta de casi 2.000 hm³ destinados al abastecimiento de la provincia de Western Cape, cuya capital es Ciudad del Cabo. Ahí está la gente y por lo tanto, reside el problema. El hecho de que las circunstancias actuales provoquen la catástrofe anunciada y de que las medidas alternativas para tener agua (desalinización, reutilización y pozos), estén en fase de ejecución, pero sin ninguna posibilidad de acabarse antes del dia cero, limita mucho la confianza en esos gestores y por ello, debilita el compromiso.
Sabido es que Western Cape posee un clima inmejorable y unos paisajes maravillosos y por ello es un imán para el turista, para el visitante y para el residente.
Cuenta con las escuelas y universidades más reconocidas del continente africano y con innumerables empresas y centros de investigación. Este atractivo en todos los sentidos de la palabra, ha supuesto la aparición del mayor enemigo para los gestores del agua, del que pocos hablamos cuando de gestión se habla: la superpoblación que ya es un hecho, pues sus habitantes han crecido de 4,5 millones en 2001 a más de 6 millones en 2014, incluyendo la llegada de más de 300.000 compatriotas de otras provincias menos privilegiadas del país. Si la tendencia se mantiene, habrá que dar de beber, abastecer a industrias, regar jardines, llenar piscinas y sanear las aguas de casi 7 millones de personas dentro de solo seis años. Cuando se eche la culpa solo al cambio climático y al derroche de los usuarios, convendría también tener en cuenta un doble factor adicional: la inmigración, combinada con la solución que dio salida a una terrible situación política y social, el apartheid. Veamos por qué.
No solo el turismo, el clima y la belleza de la zona atrae a los visitantes. Todo comienza con la salida del régimen del “apartheid” y el consiguiente reto de país para alcanzar un crecimiento económico suficiente para reducir el desempleo y la pobreza. Hasta el final del siglo XIX, los sudafricanos de color no podían residir en la provincia. Los servicios del agua, como el resto de los servicios estaban diseñados para satisfacer las necesidades de la población blanca, única con derecho a tener una vivienda. Hasta 1985 la conocida como Coloured Labour Preference Policy no permitía a los negros trabajar en Ciudad del Cabo, salvo contadas excepciones reguladas en las “Pass laws”, existiendo severos controles de acceso para ellos, que solo podían ingresar en la urbe con con una autorización legal. Una pequeña parte disponía del derecho a residir y trabajar, mientras que la gran mayoría eran residentes ilegales, estaban explotados y vivían donde podían, sin comodidades ni ningún tipo de servicio, en guetos marginales que se iban extendiendo desde los márgenes de caminos y carreteras hacia la ciudad. Las redes de saneamiento y drenaje estaban saturadas y como es de esperar en estos casos, se produjo un estallido social de colosales proporciones. Afortunadamente, el apartheid se abolió y tras la explosión de alegría provocada entre los afectados, se impuso la cruda realidad: había que realizar una planificación urbana adecuada para suplir las carencias existentes y diseñar y construir las infraestructuras necesarias para asumir tal reto. El Estado, obviamente no estaba preparado para ello, lo que generó aún más violencia.
Y así nos encontramos con que en la ciudad mora el 65% de los habitantes de la provincia, con perspectivas enormes de crecimiento en el próximo futuro. Paralelamente, el esfuerzo en potenciar el turismo ha dado sus frutos y cada vez más personas visitan y eligen este destino como uno de los principales destinos turísticos de toda África.
Antes de la sequía, el consumo per cápita urbano era de unos 300 litros diarios, por lo que el compromiso, por este lado tan importante era nulo y la pedagogía del ahorro, inexistente. Implantarlo ahora en unos meses, es tarea de cíclopes.
La solución inmediata es buscar alternativas de suministro, sacando el agua de otros lugares que no sean los embalses: de la misma manera que la provincia se llenó de embalses en el pasado, ahora se está llenando de desalinizadoras y de pozos, apostando también por la reutilización. Lo de siempre, aunque todo se inició demasiado tarde, siendo esta el estado de avance de las obras de las nuevas actuaciones en marcha:
NOMBRE ACTUACIÓN |
TIPO OBRA | AVANCE TRABAJOS |
Cape Town Harbour | Desalinizadora | 50% |
Strandfontein | Desalinizadora | 52% |
Monwabisi | Desalinizadora | 58% |
V&A Waterfront | Desalinizadora | 33% |
Cape Flats | Agua subterránea | 53% |
Atlantis | Agua subterránea | 60% |
Zandvliet | Reutilización | 41% |
Hout Bay | Desalinizadora | 45% |
Universal Sites | Desalinizadora | 24% |
Cape Town Harbour | Buque desalinizadora | 29% |
Cape Peninsula | Descontaminación acuífero | 21% |
Granger Bay | Desalinizadora | 50% |
Cape Town Harbour | Desalinizadora flotante | 67% |
Cape Flats | Recuperación | 8% |
Helderberg | Descontaminación acuífero | 21% |
Red Hill/Dido Valley | Desalinizadora | 44% |
Gordon’s Bay Ship | Buque desalinizadora | 9% |
Macasar | Recuperación | 15% |
Harmony Park | Desalinizadora | 58% |
Ante este porcentaje de avance, cunde el resentimiento y muchos usuarios acusan a los gestores de no haber actuado con la previsión suficiente para hacer frente a esta crisis en una zona ya afectada previamente por otras sequías. Además, hay 22.00 pozos de titularidad y explotación privada en la ciudad. Si, como es de suponer cuando la restricción llegue a los 50 litros diarios por habitante, los propietarios se lanzan a alumbrar y usar estas aguas sin previo análisis y tratamiento, la catástrofe será aún mayor.
Como es de esperar en una urbe con una brecha social aún enorme, los pobres, que viven en la miseria, solo usan el 5% del agua consumida, lo que pone de manifiesto esa desigualdad y provoca poco compromiso y solidaridad.
Ante esta situación, la alcaldesa ya declara que ha llegado el momento de “forzar” el ahorro, que ya no es momento de pedir “favores”. Pero la población no acaba de creerse que en abril deje de salir agua por el grifo y por ello por una parte culpabiliza a los gestores por su falta de previsión y por otra continúa consumiendo mientras pueda, ya que cuando deje de salir agua por el grifo, solo habrá 200 puntos de abastecimiento en la ciudad a los que habrá que peregrinar como si en otra zona de África más al norte se encontraran. Seguro que los pobres se adaptarán antes y mejor a la nueva situación.
Por último, las autoridades no ocultan una gran preocupación por la proliferación de enfermedades relacionadas con la falta de agua, porque están creciendo los casos durante el episodio de sequía: fiebre tifoidea, que se propaga a través de alimentos o bebidas contaminadas; difteria y sobre todo la listeriosis que se transmite al ingerir alimentos contaminados con la bacteria que se encuentra en el agua y en el suelo.
Oteado el panorama, negro y sombrío, vayamos a las emociones que produce saber que la tecnología ya no puede hacer nada para que el grifo mane dentro de unos meses, solo la naturaleza: ¿en qué situación anímica se pueden encontrar los capetonianos?
En el mismo que cualquier ser humano que se encuentre en esas circunstancias, que desgraciadamente cada vez son más habituales en nuestro universo de la gestión del agua, provocados por su ausencia, por su abundancia desmesurada o por su falta de calidad: el estado de ánimo es el del resentimiento. Y desde él se explica la necesidad de un cambio de paradigma en la gestión del futuro del agua, por el que sin descanso abogamos desde estas páginas.
Cuando peleamos contra lo que no podemos cambiar, cuando somos incapaces de aceptar lo que trae la vida, abonamos la generación de resentimiento
El capetoniano (como cualquier ser humano en su lugar), cree que tiene el derecho moral a disponer de agua y que si ahora le dicen que no hay, se merecía tenerla, pero alguien lo impidió. Y así, señala al culpable, que es precisamente quien ahora le pide ahorrar y le exige con enormes multas y altas tarifas, que no consuma. Algunos van más allá de los gestores o del gobierno y ya culpan al mundo entero o incluso a la vida. Y proclaman que el culpable, lo pagará. Ese deseo de venganza está íntimamente unido al resentimiento y acaba desembocando en la ira.
Para no tener resentimiento, hay que clausurar sus dos fuentes alimentadoras: las promesas y las expectativas que no se cumplen. Esa es la tarea de los gestores, además de adjudicar y ejecutar enormes actuaciones paliativas, que casi siempre llegan tarde. Y eso es lo que pocos gestores hacen, dedicados con toda la buena voluntad del mundo a buscar dinero, convencer a los políticos y llevar adelante obras y obras. Eso es indispensable, pero lo otro también. Difícilmente se conseguirá el apoyo del contribuyente e incluso del político y de la entidad financiera si el peticionario no dispone de confianza,
Solamente una sólida disciplina y una fuerte socialización de las metas más elevadas de una organización permiten a los subordinados aceptar prácticas basadas en una estructura altamente jerárquica con una sesgada distribución del poder. Pero la gestión del agua no se lleva a cabo por militares.
Por eso, en Sudáfrica y en polo Norte, el estado de ánimo de resentimiento es extremadamente corrosivo para la convivencia social. El resentido sufre intensamente y no es feliz. Mejor no pedirle nada hasta que acepte, encuentre la paz y acoja en su corazón a la confianza. Aprendizajes de la sequía para un mejor futuro del agua, un futuro más seductor y con menos resentimiento.
Lorenzo Correa
¡ Síguenos en las redes sociales !
¿Te interesa la gestión del agua desde la perspectiva del coaching?
Envía un correo a contacto@futurodelagua.com para más información sobre la participación de Lorenzo Correa en charlas, conferencias, formaciones o debates a nivel internacional.