Etnofluvialidades: cuando la gente ocupa el cauce


Podríamos definir lo etnofluvial como la relación de los pueblos, de la gente, con el río. El río llegó primero y luego apareció la gente. Aunque fue la gente quien puso nombre al río, ya que antes de su aparición, nadie lo había nombrado: su relación empezó con la ocupación de  las riberas, “el dramático maridaje de la tierra y el agua”, desde el inicio de los tiempos, para aprovechar la riqueza que generaba inmediatamente el cultivo de terrenos fértiles, la presencia  de agua, y la facilidad de las comunicaciones. Esta ocupación fue aumentando progresivamente, generando un esfuerzo ¿fecundo? en el empeño dificilísimo de concertar el agua con la tierra.  Hasta provocar, como vemos en la foto antigua de la Colección de postales Gavarró- Blázquez, la ocupación, también, del cauce.

En el resto de las fotos vemos que a veces, cualquier tiempo pasado no fue mejor, porque en nuestro río humano de hoy, el cauce no está ocupado. Y es que el río, como la gente, está sometido a un proceso de llenado y vaciado (en el caso del agua nos lo recuerda Heráclito, en el de las cosas, nos lo recuerda la foto antigua), que lo mantiene vivo.  Nosotros somos río porque tenemos la posibilidad de llenar y vaciar nuestra vida en cada momento de nuestra existencia: somos libres para rediseñar el futuro. Para limar las aristas en los extremos, la vía a seguir es la de la adaptación y la de la resiliencia.

Lorenzo Correa

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