La machacona presencia de la sequía en los noticiarios y periódicos españoles, que llenan sus páginas y espacios con titulares redactados por desastrólogos, del tipo “la sequía ha venido para quedarse”, nos anima a dar un vistazo a la situación existente en países ricos, con capacidad para investigar y comprar nuevas tecnologías y con recursos energéticos propios, en los que realmente la sequía es y ha sido desde siempre, como en España o mucho más, un enorme obstáculo para la supervivencia y el desarrollo. Ahora está de moda echar la culpa de todo, también de la sequía, al socorrido “cambio climático”, sin enfatizar más como se merece a otros “culpables” como son al aumento de la población y del consumo asociado a un mejor nivel de vida y el acceso universal a un agua de relativa calidad.
Estas son las verdaderas y principales causas del aumento de la demanda y de que, cada vez que pasa más tiempo de la cuenta sin llover, se disparen todas las alarmas, asociando el problema a causas incontrolables por el ser humano, pero echándole a él toda la culpa por ser tan agresivo con el medio. Lo ideal sería repartir un poco las culpas. El clima tiene las suyas, las actividades humanas también, pero no olvidemos que cada vez somos más en el planeta y nos repartimos peor por su superficie.
La realidad es que la demanda mundial de agua aumentará en las próximas décadas por dicho incremento de usuarios, por su mejor nivel medio de vida y por ese mal reparto (que depende de muchos factores), que hace que todos tiendan a trasladarse a la ciudad. Se necesitarán más alimentos y una generación mayor de energía para llegar al desiderátum de poder beber un agua inerte y remineralizada a satisfacción, de regar con aguas regeneradas y de reutilizar cada vez más. O sea, cada vez más agua y más cara. Porque el empleo de nuevas tecnologías mejorará la situación pero encarecerá el coste del recibo. La tecnología tiene su precio y dispondremos de un agua más costosa (que no cara), que habrá que pagar a su justo precio.
California, una vez más protagonista de actualidad hidráulica, nos da un ejemplo: prolongada sequía, bosques exhaustos, superpoblación que lleva a esos bosques a ser en la práctica el jardín que rodea a las urbanizaciones. Llega el fuego devastador, casi imposible de parar y arrasa con todo. Ahora llueve y las inundaciones son terribles porque la lluvia ya no se queda en la tierra seca y quemada, no es absorbida por la vegetación porque ya no hay y no solo desborda los cauces sino que lo hace con torrentes de flujos hiperconcentrados que se llevan lo poco de bueno que quedara en el terreno y manchan de gris todo lo que tocan, incluyendo las aguas litorales. Quince muertos. ¿Es el cambio climático el único culpable?
Los desastrólogos por su lado y los científicos responsables por otro, no dejan de emitir datos que coinciden en profetizar que el cambio climático provocará mayor escasez en algunas zonas del planeta y mayores precipitaciones en otras, avisando de la muy probable agudización de los extremos, es decir de sequías e inundaciones
El World Resources Institute, WRI, analizó hace unos años la situación futura utilizando varios modelos climáticos y enfrentándolos con sendos escenarios socioeconómicos para aventurar cómo cambiarán las cosas en el futuro del agua del mundo al medir el estrés hídrico en 167 países en tres escenarios temporales correspondientes a 2020, 2030 y 2040. Dentro de solo 22 años, más de 30 países tendrán un elevado grado de estrés, de los que la mitad están en una zona tan sensible a la escasez de agua dulce como es Oriente Medio, llevándose la peor parte Bahrein, Kuwait, Palestina, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Israel, Arabia Saudita, Omán y Líbano, lugares donde solo el agua de mar y la extracción del la subterránea son capaces hoy en día de abastecer los recursos mínimos imprescindibles para ir viviendo.
Ya hemos escrito aquí sobre la importancia de la escasez en las migraciones, pues es decisiva para que la gente del ámbito rural se mueva a las ciudades y en ellas perezca cuando el conflicto en su país ha llegado al paroxismo, como es el caso de Siria y el del conflicto palestino israelí. La situación de esta región del planeta tenderá a empeorar en el futuro por la escasez agudizada de agua, no solo por los conflictos bélicos aludidos, sino también porque a países más ricos y tranquilos, caso de Arabia Saudita, les obligará a importar todo su grano para preservar sus reservas de agua.
Las naciones punteras en el mundo tampoco tiene un futuro muy halagüeño en estos aspectos: Estados Unidos, China e India mantendrán constante su actual estrés hasta el año 2040, pero con determinadas zonas interiores cada vez más afectadas, como es el caso de California, Arizona o Colorado y de la provincia china de Ningxia, donde 50 millones de estadounidenses y 7 millones de huis padecerán un aumento de estrés hídrico del 40 a 70 %
Para apaciguar algo las apocalípticas predicciones de los desastrólogos, hay que matizar que la incertidumbre de los modelos prospectivos empleados es muy grande, debido a que las condiciones climáticas futuras y los patrones de desarrollo son imposibles de predecir. Es más fácil predecir el futuro de la demanda y la distribución del agua que definir los patrones del clima del futuro. Lo que es evidente es que si tienes energía en tu casa o dinero para comprársela a quien la tiene, tendrás agua, aunque vivas en el desierto. El único problema es que el agua que obtienes no solo tiene un valor económico, sino que su obtención supone un proceso de emisiones de gases de efecto invernadero y de residuos contaminantes que soporta el medio ambiente, hasta que ya no puede más. Y eso ya no es solo un problema económico o local, sino ambiental y mundial.
¿Qué están haciendo los países más estresados del Golfo Pérsico que pueden permitirse invertir presupuestos en nuevas tecnologías del agua? Hasta ahora, la dependencia exclusiva del abastecimiento doméstico y de la industria era de las plantas desalinizadoras, no en vano la mitad del agua desalinizada del mundo se obtiene allí, siendo Arabia Saudí el primer productor mundial de agua desalinizada, pero ya se está iniciando un cambio muy acusado hacia la obtención de agua dulce desde el mar a través la energía solar. Los países del golfo desalinizan mayoritariamente “hirviendo el agua” (desalinización térmica), a base de gas natural o petróleo, lo que supone un uso exclusivo de combustibles fósiles para conseguir agua dulce, con la consiguiente contribución negativa a la producción de gases de efecto invernadero y la producción de un residuo como la salmuera, que amenaza los sistemas marinos del Golfo (físicamente muy cerrado), por el vertido de metales pesados y contaminantes químicos. Les cuesta algo menos de 1 euro producir 1 metro cúbico, pero si disponen de agua subterránea, solo les cuesta 20 céntimos. Hoy por hoy, una planta desalinizadora térmica que abastezca a un 200.000 de personas consume tanta energía como una refinería de petróleo o un pequeño alto horno
El reto es pasarse a la ósmosis inversa que consume la cuarta parte que la térmica, aunque el residuo salmuera sigue siendo el mismo. Ahora parece que en el entorno de Golfo Pérsico se han dado cuenta de hacia dónde se dirigían y comienzan a tomar las típicas medidas alternativas: reutilización de las aguas residuales, limitación de subvenciones al consumo, etc. Medidas que tienen un coste económico pero también social: más tecnología es agua más cara (aunque no hay agua más cara que la que no existe) y menos subvenciones, generan tensiones sociales y conflictos políticos.
La nueva tecnología puede ser la siembra de nubes, aunque no es tan novedosa porque hace más de medio siglo que se está intentando mejorar sin mucho éxito, o puede ser el uso de la energía solar. Abengoa, participa en la construcción en Arabia Saudita la que será la desalinizadora de ósmosis inversa más grande de mundo que funcione con energía solar. El país puede pagar los 130 millones de dólares que cuesta y gracias a su riqueza apuesta por resolver sus problemas de abastecimiento a un menor coste ambiental y energético y todos ganaremos si la solución funciona para poder ir aplicándola en otros lugares.
Pero además de dinero y tecnología punta, deberán actuar en el campo de la inteligencia emocional, ya que a pesar de que los países del Golfo son los más afectados por la falta de agua del mundo, sus habitantes, son los que más agua per cápita consumen: el razonamiento es el ya conocido: si la puedo pagar, la consumo, y además ya pago mis impuestos. Habrá que seducir a esa población para que limite el consumo, aunque pueda pagarlo. Porque el agua subterránea, tradicionalmente empleada en la agricultura, podría agotarse en pocas décadas. Mientras tanto, se da la paradoja de que, en Abu Dhabo, por ejemplo, la agricultura consume las dos terceras partes del agua disponible, pero aporta al PIB del país menos del 1%: Ode que en Kuwait, se reemplaza solo la vigésima parte del agua que se consume cada año.
Si tienes energía y tecnología tendrás agua, aunque también en los países ricos comienza a haber problemas. Incertidumbres del futuro del agua que a todos nos afectan. Mal de muchos…
Lorenzo Correa
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