Atardecer fluvial


¡Qué impresión da ver las fotos del río humano que hoy nos acompaña!

En la que se muestra más abajo, la montaña al fondo, resplandece feliz de dotar de energía al agua que la lluvia deposita sobre ella  y que discurre a través de las innumerables venas de la cuenca vertiente.  La luz de la tarde es mórbida, de una jugosa densidad, tenuemente amarillenta.  Luz en la montaña, sombra en el valle.

En la foto de portada, vemos el lecho rudo, salvaje y tosco de un río de gravas, gris y bello en su espeluznante desnudez, pero también vemos la luz aguas arriba . El efecto del azud aguas abajo, ensombrece su brillo e ilumina humanos quehaceres.

Llegamos al río al atardecer,  enfocamos nuestro objetivo  y vemos (hay sequía) que solo unos magros chorros luchan por continuar su camino hacia el mar. Pero nos deslumbra al fondo la luz de la montaña, aunque no vence a la sombra que se proyecta sobre el charco. Oímos sin embargo rumor de agua corriente. Buscamos su origen y vemos el canal por el que se deriva. Así salta el agua el escalón del azud desde el inicio de los tiempos en los que el ser humano decidió construir escaleras en los ríos para utilizar la luz que la montaña le enviaba disfrazada de agua. Luces y sombras de los ríos humanos. Se ve, se oye y se siente la luz

Lorenzo Correa

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