Leemos en el último boletín de la Universidad de Stanford una interesante entrevista a uno de sus profesores asociados de historia, Mikael D. Wolfe, que ha publicado recientemente el libro “Watering the revolution: An Environmental and Technological History of Agrarian Reform in Mexico,”, en el que analizando y narrando la epopeya de la Revolución Mexicana, focalizada en la Comarca Lagunera, emite una visión curiosa de la reforma agraria asociada a esa revolución a través de una historia ambiental y tecnológica de la gestión del agua en aquella comarca mexicana, demostrando la poca consistencia de la creencia que asocia al triunfo de una revolución a la traída, alumbramiento y almacenamiento de aguas como pasdo previo al reparto de las tierras.
Decía el gran escritor Josep Pla que la política se convertía en una venerable dama cuando se proyectaba sobre el paisaje y perdía su tufo urbano que a veces la hace tan vulgar como desagradable. Una revolución que se precie tiene la obligación de repartir, entre otras muchas cosas, la tierra y el agua sin la que la tierra no produce, llevándola donde no la hay. Entre 1910 y 1940, la Comarca Lagunera de clima árido y desértico estaba muy necesitada de ese reparto y los planificadores encargados de hacer posible esa parte de la revolución, la hidráulica, la alamacenaron y transportaron con el máximo rigor posible haciéndola llegar a esas tierras sedientas, pero alterando significativamente el justo reparto de las tierras y sobre todo, el paisaje sobre el que proyectaban sus políticas los líderes revolucionarios.
Era lo que se hacía entonces y lo que se pretendía era hacerlo bien, llevando el agua a donde había sed, desde donde no la hubiere, almacenándola donde se podía lo más cerca posible del uso y perforando la tierra allá donde hubiere atisbos de la existencia de un acuífero. El autor enfatiza la tensión intrínseca y eterna que se provoca entre el desarrollo y la conservación del medio que indefectiblemente lo soporta. Fue resuelta en aquellos tiempos (como casi siempre), en contra del medio y po ello el autor nos hace mirar al futuro con la lente del concepto de “envirotech” y lo focaliza sobre aquella región en aquellas décadas revolucionarias para sacar sus conclusiones. Si el desarrollo en este sentido es «solo» alterar los ríos y el el territorio a base de presas, embalses, canales, pozos y bombas, el resultado a la larga no es muy revolucionario, pues ensombrece el futuro al generar acuíferos contaminados y al convertir el agua en un bien imprescindible para regar, en el caso del diseño mexicano, por inundación, generando desequilibrios sociales que alteran las buenas intenciones igualitarias y solidarias de la revolución pues profundiza las desigualdades sociales rurales preexistentes, dividiendo a las personas en personas con y sin acceso al agua, independientemente de su acceso a la tierra. El futuro no es halagüeño si la tecnología es invasiva y ambientalmente insostenible. Eso pasa factura y debe tenerse en cuenta a la hora de planificar las políticas de desarrollo.
Por eso, cuando el progreso humano se asimilaba a la implantación de las nuevas tecnologías que nos llevarían al paraíso del bienestar, las opciones políticas más revolucionarias incluían en sus programas el uso masivo de esas herramientas para conseguir cuanto antes regar lo que antes estaba seco, construir embalses para ello y extensas redes de canalización. Era el triunfo de la técnica sobre el medio, del hombre sobre la Naturaleza. Y sin embargo, años más tarde y ahora sobre todo, el discurso progresista demoniza estas prácticas y denigra a sus factores. Del «tech versus enviro», al envirotech, a la ingeniería ambiental
¿Qué pasó en México? Situada en centro del altiplano azteca, la Comarca Lagunera ocupa un territorio, que es cruce de caminos y abarca el suroeste de Coahuila y el noreste de Durango, con cinco poblaciones en cada estado, surcada por los ríos Nazas y Aguanaval. El Nazas lleva sus aguas a la laguna de Mayrán, que da nombre a la comarca. Ese río y esa laguna fueron y son el motor de desarrollo de toda la comarca, que con el acceso al agua vio florecer la agricultura, destacando entre todas sus actividades la del cultivo del algodón, del que llegó a ser la máxima exportadora del mundo, mientras que hoy, abandonado su cultivo, sobrevive gracias a la leche y las maquilas.
El cultivo del algodón en la comarca fue el gran impulsor económico ; sin embargo, ha sufrido una disminución considerable en lo que se refiere a la superficie sembrada y cosechada en los últimos veinte años, ocasionada por varios factores, entre los que sobresale la dependencia extrema del régimen de lluvias que permiten disponer de agua embalsada y de la sobreexplotación del acuífero que complementa los caudales de riego cuando el embalse no los tiene. El algodón es de una calidad excelente, similar al egipcio y por ello algunos municipios siguen explotándolo. Pero en el año 2000 se cultivaron 52.281 ha y solo 18,000 en 2007.
La tecnología y el medio están históricamente interconectados y esa conexión es la que da sentido al pasado y al presente y se lo quita cuando se pierde. En el México revolucionario, como em todas partes en esa época la aplicación de la tecnología se olvidó de la natutraleza y la solución adoptada para garantizar el progreso en la Comarca Lagunera se “vendió” como infalible para solucionar los problemas sociales, sin pensar ni un momento en los efectos secundarios que su uso supondría sobre el medio.
Por ello, la lección que Wolfe imparte supone por asumir hoy en día que tecnología y medio son dos caras de la misma moneda, “envirotech” y solo esa moneda sirve como talismán para adoptar las mejores decisiones actualmente.
El concepto de “envirotech” comienza a extenderse a finales del siglo pasado para potenciar los lazos entre la fría y hermética tecnología y la càlida y acogedora naturaleza (aunque a veces no lo sea tanto). Es importante entender bien en el concepto, ya que algunos creen que se refiere al uso de tecnologías que respetan el entorno, cuando lo que en realidad pretende es la toma de conciencia de que ningún lugar del planeta es ajeno a la injerencia de la actividad humana, pues nuestra huella abarca toda su extensión. Por eso Wolfe, como historiador, aboga porque los historiadores de la tecnología y los de la naturaleza se unan y estudien en una sola disciplina histórica ambas cosas “para ayudar a crear un análisis más completo y reflexivo del pasado y el presente del medio ambiente y la tecnología”. Y pone el ejemplo de la huella “natural” de un embalse o de las afecciones naturales del empleo de las nuevas técnicas de la minería en el siglo XX
Fijémonos en la repercusión de la construcción del primer embalse en la Comarca Lagunera, que lleva el nombre del presidente que lo impulsó, Lázaro Cárdenas, conocido por haber consolidado la Revolución mexicana y llevar a la práctica sus ideales de justicia e igualdad. Con las mejores intenciones posibles, es informado de la “peligrosidad” de río nazas a causa de sus frecuentes desbordamientos y de la carencia de recursos hídricos en grandes extensiones de la región. Lógicamente, decide resolver la sucesión ininterumpida de inundaciones y sequías y en 1928 se inicia la construcción de la presa, cuyo embalse estaba destinado a garantizar dotaciones de agua doméstica e industrial a la comarca, laminando las avenidas. En 160 km² se embalsan casi 3.000 hm³, pero las lluvias de la zona no son suficientes para garantizar con holgura las dotaciones, lo que obliga a “asaltar” el acuífero para conseguir más agua, hasta sobreexplotarlo y contaminarlo.
Se inicia entonces una mala praxis en la gestión del agua, pues el regulador (en el libro de hace una injusta generalización dando a entender que el regulador eran “los ingenieros”), que desde la Constitución de 1917 tenía potestad legal para distribuir las concesiones superficiales y desde 1945, las subterráneas, no lo hizo equitativamente.
Y esa mala praxis acabó con el “paraíso del algodón” que la revolución había creado en la Comarca Lagunera, pues el agua no se repartía adecuadamente ni se hacía nada por evitar la sobreexplotación de los acuíferos. Además la tala de los bosques en la cuenca superior al embalse, fomentó la erosión y…así llegamos al final de un ejemplo de cuáles son las consecuencias a largo plazo de políticas de desarrollo con poca visión de futuro.
Así las cosas, con este ejemplo mexicano, Wolfe propone interpretar esta fase de la historia mexicana con el filtro envirotech, es decir elucubrando sobre las bondades de enlazar los procesos ambientales y tecnológicos en la toma de decisiones sobre las actuaciones a llevar a cabo.
El ejemplo mexicano de la Comarca Lagunera, nos sirve para ello: allí hubo una paradójica oposición frontal de los terratenientes a la construcción del embalse: inundación de los 160 km² del vaso del embalse, repercusión sobre el caudal del río de la disminución de sedimentos fertilizantes, posibilidad de realizar la reforma agraria que conllevaría expropiaciones forzosas y retirada de concesiones de caudal preexistentes. Y hubo sentimientos contrarios, muy positivos al darse cuenta de la posibilidad de alumbrar aguas subterráneas sin control legal en sus extensas propiedades. Paradojas de la gestión del agua: oposición a un embalse, muy ecológica, pero «asalto» al acuífero, mucho menos ecológico por parte de los mismos. Los intereses priman. El futuro del agua también pasa por envirotech, por la proyección de la política sobre el paisaje
Lorenzo Correa
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