La prueba del agua de Irán. ¿Sonará la Flauta Mágica?


Irán ha sido noticia, negativa noticia, desgraciadamente, a causa del potente terremoto que recientemente asoló su zona fronteriza con Irak y en el que perdieron la vida casi 500 personas.

Cuando la desgracia se ceba sobre un país en forma de catástrofe natural, todos los ojos del mundo se vuelven hacia él, guiados por los medios de comunicación y nos enteramos de muchas más cosas que las sucedidas, que nos conmueven al comprobar que esa catàstrofe natural agrava más aún si cabe el sufrimiento de las personas. En el caso que nos ocupa, leemos en la prensa que un residente de la provincia de Kermanshah manifiesta que no se ha recibido ayuda ni comida ni agua ni ropa ni tiendas de campaña.. que no hay nada.

Y como no hay agua, nos ocuparemos hoy del agua e Irán, porque, de la misma manera que en la Flauta Mágica de Mozart, el gran sacerdote Sarastro (alter ego del persa Zoroastro), obliga a pasar a Tamino y a Pamina las pruebas del fuego y el agua, hoy le toca a Irán pasar la prueba del agua. La ventaja es que, conociendo la ópera de Mozart, ya sabemos que si sale indemne de la travesía a través de estos dos elementos, llegará a la puerta del templo de la sabiduría de Isis y Osiris.

Unos ochenta millones de personas residen hoy en día en la antigua Persia. Desde 1979, año de la Revolución islámica, la población se ha duplicado, aunque las lluvias han disminuido un 16%, agudizando las carencias que ya tenían en aquella época 40 millones de personas que veían caer sobre su territorio la exigua cifra de 200 mm/año, en forma de precipitaciones que en su mayor parte abarcaban solo una superficie equivalente al 25% del país. Más fuego y menos agua

La primera consecuencia conocida a nivel mundial fue la desecación del lago Urmía (más de 5000 km² de superficie, el lago salado más grande de oriente medio) y la desaparición como tal del río Sayandé, que al cruzar Isfahan, la tercera ciudad del país ya es solo un camino seco cruzado por majestuosos puentes, los puentes del esplendoroso pasado.

¿Cómo puede desaparecer el agua de un río? Porque se trasvasa. En el caso del Sayandé, el pistacho tiene la culpa, porque los regantes de la cabecera de cuenca, en los montes Zagros, la derivan hacia áreas desérticas de las provincias de Yazd o Kermán para regar estos productivos y saludables frutos secos y para abastecer a la industria. Consecuencia, 10.000 ha regables de la cuenca isfahaní, desaparecidas.

Este es solo un caso puntual, la historia se repite por doquier en el país y es consecuencia de tres factores fundamentales: la descentralización de la gestión del agua, ahora en manos de caciques locales, las secuelas del programa de sanciones a causa de la política nuclear y la nefasta gestión del agua subterránea que alimenta a los regantes, que consumen casi toda el agua del país.

Por lo tanto la mayor amenaza para el país no son las sanciones económicas por la carrera nuclear o la eterna controversia entre sunitas y chiítas. Lo peor es que el agua se acaba y que por ello hay 50 millones de personas amenazadas de tener que marcharse de su casa y de su entorno debido a la falta de agua.

Si el porcentaje de agua destinado en el mundo para la agricultura ronda el 80%, en Irán asciende al 90% en un país que no destaca en absoluto por su eficiencia en el riego, en un clima árido, por lo que la mayoría del agua procede del subsuelo y se extrae de infinitos pozos, la mayoría sin legalizar, desde acuíferos expuestos a cualquier tipo de contaminación porque la mayoría de las industrias vierten sin tratar las aguas destinadas a su producción.

Sin embargo, la legendaria Persia había llegado a alcanzar una enorme maestría en el reparto de agua por gravedad, desde los pozos verticales de visita excavados en el declive de las colinas, que conectaban con un canal subterráneo horizontal que al llegar al exterior en se ramificaba en una tupida red de acequias. Los qanats, famosos por haber conseguido que los míticos jardines persas lucieran ufanos en un país sin ríos de caudales permanentes, que se expandieron por todos el mundo árabe tras la expansión del Islam. También a ellos (aún quedan decenas de miles en activo) les afectaron los terremotos, como el terriblemente destructivo de 1962 en la provincia de Qazvin, que arrasó la sofisticada red de captación, transporte y reparto de agua para el riego.

Así las cosas, la cooperación israelí con el régimen del Sha de los años 60, comenzó a construir rudimentarias por la época pero eficaces plantas desalinizadoras en las inmediaciones del mar Caspio, llegando a contarse por centenares que, una vez abandonada esta colaboración por razones evidentes una vez caído el Sha, han llegado algunas hasta nuestros días.

La combinación de los efectos del trío letal superpoblación-ineficiencia agrícola- mala administración, también en Irán han provocado que ya no sean autosuficientes alimentariamente y que ríos y lagos vayan desapareciendo en una especie de terrible efecto dominó, que una vez caídas las piezas da paso a la subsidiencia y la desertificación

Así está hoy Irán. ¿Cuál es el futuro previsible? Desde el gobierno, se echa la culpa al cambio climático, a la pertinaz sequía y, como ya se ha citado anteriormente, a las sanciones internacionales. Y se procura tranquilizar a la población afirmando con rotundidad que es algo pasajero y que pronto todo estará resuelto. Pero hay que pasar la prueba del agua.

La gestión no es seductora tampoco aquí, porque se pretende abordar el problema persistiendo en el error. Se separa el desarrollo del país de la preservación del medio y se generan ambiciosos planes de desarrollo regional que generan más problemas con el agua de los que resuelven, con costes a largo plazo significativamente mayores que sus beneficios a corto plazo. La adopción del anticuado y rancio modelo occidental de generar crecimiento con una inversión mínima da los mismos resultados siempre. En Irán también, porque allí la profundidad y el alcance de los efectos secundarios del desarrollo es mucho más acusada, por la ausencia de una gestión proactiva para prevenir los problemas del agua y la ejecución de una gestión reactiva, centrada en la curación de los síntomas. Así, las causas que originan los problemas van empeorando con el paso del tiempo.

Si profundizamos en el crecimiento demográfico y en su inseparable éxodo a las grandes ciudades, observaremos que en zonas urbanas ya reside el 70% de la población, mientras que los años 50 del pasado siglo, solo residía el 27% y en los 70, el 44 %. Hay ya ocho ciudades de más de 1 millón de habitantes, mientras que la población en el área metropolitana de Teherán ha superado los 14 millones (18% de la población del país). Por supuesto que ya no hay recursos hídricos, puesto que la planificación hidráulica nunca tuvo en cuenta este desplazamiento masivo de consumidores y no se implementaron soluciones con el tiempo necesario y el presupuesto adecuados. Sin embargo, el gobierno apuesta por aumentar la tasa de crecimiento de la población, que actualmente es del 1,3%, para contrarrestar la prognosis de la distribución por edades en el futuro. Tan en un principio loable preocupación sigue sin tener en cuenta que Irán carece de los recursos hídricos y la infraestructura necesarios para satisfacer el aumento de la demanda de agua, por lo que si no se consigue una distribución espacial más uniforme de la población, su crecimiento tendrá efectos hídricos, sanitarios, económicos y sociales catastróficos en el futuro.

Si contemplamos el futuro del campo, veremos que la superficie cultivada ocupa solo el 15% del país, pero consume el 92% del agua. Desde la Revolución Islámica, el gobierno ha tratado de apoyar este sector para lograr la autosuficiencia alimentaria y aumentar los ingresos no derivados del petróleo. Esta política se reveló muy útil durante la guerra Irán-Irak. Pero desde su finalización, la eficiencia económica del sector agroalimentario ha disminuido significativamente. En la actualidad, este sector proporciona el 23% de los puestos de trabajo y su contribución al PIB es sólo del 13%.

Habría que actuar rápido planificando cultivos menos consumidores de agua, adaptados al clima, aportando formación a los agricultores para la adopción de sistemas y técnicas de riego eficientes. Y dejar de subvencionar el uso de agua y de la energía como solución milagrosa para aumentar el bienestar de su sector. Los precios significativamente más baratos de ambos recursos no han motivado al usuario para que aumente la eficiencia de la producción, que hoy en día es inferior al 35%, mientras que solo se riega por aspersión o goteo el 5% de la superficie cultivada. Como el clima es muy seco, nadie apuesta por los improductivos cultivos de secano y hay que traer el agua desde muy lejos a la zona de cultivo. Además, la elección del tipo de cultivo no depende de la climatología sino de la política de precios garantizados por el gobierno. El fracaso del modelo es evidente, porque falla cuando se acaba el agua.

Ante este panorama, oteemos el horizonte político, echando antes una mirada atrás en el tiempo. En el siglo pasado Irán experimentó cambios socio-económicos y políticos muy significativos. El deseo de adoptar una rápida modernización durante la dinastía Pahlevi supuso importantes beneficios socioeconómicos, pero se cimentó sobre un enorme impacto ambiental. La revolución islámica y la presión internacional sobre Irán incrementaron aún más la sed de desarrollo y la necesidad de demostrar al mundo que no se necesitaba nada del exterior.

Los iraníes se dotaron de políticas desarrollistas tendentes al mantenimiento de su independencia y confiaron en la experiencia nacional para neutralizar el efecto de las sanciones impuestas desde Occidente. El impacto positivo de la construcción de grandes infraestructuras, dejó de serlo cuando se hizo manifiesta la enorme degradación del medio que ellas supusieron

Aunque no puede dejar de tenerse en cuenta que las graves sanciones internacionales ralentizaron el proceso de desarrollo, al limitar el acceso de los iraníes a las nuevas tecnologías, los problemas de carencia y mal estado cualitativo del agua en Irán no se deben a este efecto, sino a la adopción de soluciones desconectadas unas de otras por parte de expertos que actúan sin coordinación. En el caso de la gestión del agua y su gobernanza, una de las principales causas de esta falta de coordinación es la existencia de múltiples grupos de interés y de la ausencia de una autoridad única del agua que se ocupe de la planificación hidrológica y consensúe las soluciones a medio y largo plazo con el resto de las autoridades sectoriales implicadas indirectamente en la gestión del agua, como serían la agrícola, la ambiental y la urbanística. El paradigma de gestión hídrica es el de permanencia eterna en un estado de crisis (gestión reactiva), en el que se actúa solo cuando los problemas ya son tan graves que amenazan con frenar el desarrollo nacional.

Se ha llegado al borde del abismo. ¿Que soluciones se pueden adoptar, una vez que el gobierno ha reconocido la crisis como tal y en toda su gravedad?

1) Revisión de la nueva política de incremento demográfico y de la legislación urbanística.

La optimización de la distribución espacial de la población actual debería tener prioridad sobre la mejora de la distribución por edades de la población. Sin importantes reformas socio-económicas y políticas para corregir el desequilibrio actual de la distribución de la energía y del desigual nivel de servicios entre el mundo rural y el urbano, la migración a las principales metrópolis continuará produciéndose sin cesar.

2) Formación adecuada de los agricultores y de las comunidades rurales.

Ello exige una importante inversión en el sector agrícola con el fin de modernizarlo, de hacerlo más eficiente y económicamente atractivo. Si los agricultores mejoran su calidad de vida al tener más ingresos, les será más fácil adoptar técnicas innovadoras de riego y tendrán una tendencia a maximizar la eficiencia económica de las actividades agrícolas y el uso del agua.

3) Profunda revisión del patrón de cultivos en todo el país

El patrón apropiado actual requiere de revisión con respecto a las prioridades nacionales de seguridad alimentaria, así como la disponibilidad de recursos económicos regionales en condiciones de eficiencia y la adopción de diversos incentivos económicos,como la garantía de compra de cultivos específicos en regiones específicas a determinados precios por el gobierno, que así puede promover modificaciones del patrón de cultivos.

4) Aumento de los precios del agua y de la energía

Los precios deben repercutir el coste real del agua y de la energía en cada región. Esto, por supuesto, puede tener graves impactos negativos sobre las condiciones socioeconómicas de los agricultores a corto plazo y puede tener un alto coste político para el gobierno. Para evitar estos efectos, el gobierno debe proporcionar asistencia financiera y préstamos a los agricultores que ayuden a reducir su consumo de agua y electricidad a través de mejoras tecnológicas.

5) Creación de instituciones regionales de gestión de cooperativas agrícolas

Desde el gobierno, se deben ofrecer incentivos para la creación de comunidades de regantes, de granjas individuales y cooperativas regionales. Estas entidades pueden aumentar la eficiencia económica de la agricultura mediante el aumento de la capacidad colectiva en la gestión de las actividades agrícolas, así como actualizar los precios de venta de los cultivos a nivel de finca, actualmente muy por debajo de los precios de mercado.

6) Constitución del mercado del agua

El gobierno debe poner en práctica un mercado eficiente del agua. Los iraníes tienen reconocida experiencia en la regulación y el reparto negociado del agua en la antigüedad. Hoy Irán también requiere un mercado confiable de agua para aumentar la eficiencia económica del uso del recurso. La implementación de un mercado del agua requiere por lo tanto la previa regulación y el control del agua utilizada, así como la creación de un mecanismo financiero para apoyar la operación de las redes.

7) Configuración de una cuenta ambiental del agua

Para superar la crisis actual, el gobierno debe perseguir la creación de este tipo de cuenta, comprando agua que utilizan explotaciones con baja eficiencia económica, para recargar los acuíferos y recuperar los ecosistemas dañados. Y durante épocas húmedas, efectuar la recarga con las aguas no utilizadas por agricultores o ganaderos, recargando así también la cuenta ambiental, para garantizar al máximo la protección de los ecosistemas en los períodos secos.

8) El cambio del paradigma de gestión: de reactiva a proactiva

La gestión del agua en Irán exige un cambio de la gestión de crisis (reactiva) a la gestión preventiva (proactiva) que no permita el desarrollo de graves problemas por falta de agua ni por supuesto, afecciones ambientales. Tal paradigma de gestión debe sustentarse en una relación dinámica entre el sector del agua y el resto de sectores involucrados, para resolver el problema en lugar de eliminar temporalmente los síntomas. El objetivo es gestionar el agua en lugar de controlarla y llegar a un escenario más halagüeño partir de soluciones eficaces no estructurales (normativa clara, instituciones confiables, impuestos destinados a que quien contamine pague y restaure y a costear la implementación de medidas para proteger y restaurar el medio afectado por las malas prácticas, vigilancia, control del crecimiento y distribución de la población…) y estructurales (construcción de presas, trasvases, uso de sensores de riego, mejora de redes..).

9) Optimización de la gestión del agua

Es muy importante que todas las actuaciones estructurales de mejora en la garantía de suministro eviten al máximo las afecciones ambientales.

El gobierno debe equilibrar sus esfuerzos en la restauración frente a la prevención de daños ambientales. El caso del lago Urmía es un aviso para navegantes. desapareció uno de los mayores lagos salados del mundo por el incremento desmedido de irrigación de las tierras vecinas y por la construcción de embalses en los ríos que lo alimentan sin la dotación del correspondiente caudal de mantenimiento. Cuando el lago estaba vivo había unas vistas fantásticas, venían muchos turistas, había diversidad de especies mientras que ahora, la actividad en el lago ha desaparecido. Solo queda un 5% de su agua y las consecuencias tanto en las tierras fértiles colindantes como en la vida de los tres millones de personas que viven en sus alrededores son terribles.

Los iraníes no deben olvidar que los próximos problemas (por ejemplo, con las aguas subterráneas), pueden ser mucho más catastróficos si no se toman las medidas oportunas. Por lo tanto, el gobierno habrá de invertir esfuerzos en la detección de los problemas de agua emergentes antes de que sean demasiado costosos de resolver.

10) Revisar la estructura de gestión actual del agua y la potenciación de una administración autónoma del agua

La actual estructura de gestión deberá ser revisada para eliminar las jerarquías innecesarias, reducir las posibilidades de corrupción, el número de partes interesadas y los conflictos.

Hay que reforzar la autonomía de la Secretaría de Ambiente, hoy políticamente más débil que los demás organismo gubernamentales como el Ministerio de Energía, responsable de la gestión del agua y la energía y el Ministerio de Agricultura, responsable de la gestión de la agrícola y ganadera. Para que el desarrollo sea sostenible, dicha Secretaria debe tener la autoridad necesaria para hacer cumplir las regulaciones ambientales, las evaluaciones de impacto ambiental y cobrar los impuestos ambientales.

Y la coda, que es la educación ambiental en la seducción del agua

Si a los tomadores de decisiones les compete asumir la responsabilidad principal de la situación actual del agua en Irán, el pueblo iraní debe asumir sus necesidades de mejora en la valoración de los servicios ambientales y exigir actuaciones ambientales adecuadas a su gobierno. Los ciudadanos, ecologistas, ONG y medios de comunicación pueden desempeñar un papel importante en el tratamiento de la crisis actual del agua mediante la educación de sus compatriotas en el valor de los servicios ambientales y el desarrollo sostenible. Porque una sociedad ambientalmente educada no evalúa y premia a los funcionarios que presentan sus actuaciones para que sean valoradas exclusivamente en base a su impacto en la economía. A través de enfoques de abajo hacia arriba, la sociedad puede obligar a los tomadores de decisiones a cambiar el comportamiento tradicional de Irán en la gestión del agua, a responder a las necesidades de la sociedad y a adoptar acciones de desarrollo respetuosas con el medio, otorgando más poder a las autoridades regionales de la gestión del agua.

Casi todos los problemas que hemos enumerado en Irán ocurren en otros muchos países del mundo. Y el futurodelagua debe ser el mismo para todos. Esperemos en esta ocasión que Irán sepa tocar la Flauta Mágica para defenderse de las siempre amenazantes fieras del bosque del fuego y del agua

Lorenzo Correa

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