Sólo 34 años pasó en este mundo nuestra invitada de hoy, la rapsoda mexicana Concha Urquiza. Nos trae un soneto sobre la primavera en el que menciona el hielo, el arroyo, la bruma, la niebla y la espuma. Todas las formas posibles del agua en la naturaleza, presencia del agua en la poesía. Y en el agua encontró su final nuestra invitada, ahogada en el mar en un episodio oscuro, sobre el que planea la sombra del suicidio y que nunca se ha aclarado y sobre la que se alza ese brumoso monumento literario a los poetas y la poesía, «Los detectives salvajes» de Roberto Bolaño, en el que su figura principal, Cesárea Tinajero, es fiel trasunto de nuestra Concha Urquiza .
Si hubiera conocido a Bolaño, podría haberse despedido de este mundo cantando estos versos suyos, muy de Urquiza, a ritmo de ranchera:
Y como es recio el camino, llevamos por equipaje:
en el pecho, el corazón, y en la boca una canción
para el viaje
La poesía de Concha, tan bohemia como religiosa, es poesía de cariño, va fluyendo como el agua de lo místico a lo erótico y surge de la fuente de su afición por la literatura clásica, tanto hispana como anglófona, que conoció a fondo durante el lustro en que vivió en Nueva York. El río de su corta pero agitada vida la llevó al misticismo del convento, adornado con el conocimiento de Fray Luis de León, Santa Teresa y San Juan de la Cruz y desembocó en el Olimpo femenino de la poesía mexicana donde ocupa un lugar junto a Sor Juana Inés de la Cruz.
Les dejamos con la expresión poética de Urquiza, delicada, profunda, hermosa, clásica y auténtica.
Lorenzo Correa
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