Ciencia, tecnología, agua, cambio climático y COP23


Desde el pasado día 6 de noviembre se desarrollan en Bonn las reuniones de la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático 2017 (COP23), que pretenden continuar actuando de manera coordinada para que la mayoría de las naciones aporten su granito de arena para frenar el calentamiento global.

Todo empezó cuando la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que ya tiene 197 países involucrados, puso las bases para llegar al Acuerdo de París sobre el cambio climático adoptado en 2015, cuyo objetivo prioritario y urgente, pretende no superar el aumento de la temperatura media mundial  en más de 2 grados centígrados e impulsar esfuerzos para que no aumente en más de 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales.

De aquí también se derivó el Protocolo de Kyoto de 1997 para estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que evitará la interferencia peligrosa del ser humano en el sistema climático en un plazo de tiempo que permita a los ecosistemas adaptarse naturalmente y que haga posible el desarrollo sostenible. Y este enorme reto se pretende asumir desde la ciencia y la tecnología, porque sin su ayuda, sería imposible hacer nada por mucho dinero que se invirtiera en ello y por muchos países que se comprometieran a hacerlo.

Ciencia y tecnología son pues los fundamentos de la lucha contra el calentamiento global y también las excusas, al menos aparentes, para que el país más potente de occidente haya decidido abandonar el barco.

Conviene matizar, porque este blog es gestión coachinguera del agua, que la ciencia se fundamenta en el amor y en la curiosidad, aunque a muchos no se les hubiera ocurrido nunca pensarlo. Amor es respeto y aceptación de la legitimidad de todo como punto de apoyo para  preguntar y explicar. Curiosidad, es pasión que lleva a la acción.

Algunos científicos quedan cegados por la ciencia porque se dejan atrapar por la ambición de poder (efecto Frankenstein), es decir, por la codicia de riqueza o fama. Para no cegarse, el científico jamás debe negar que su sabiduría sea ante todo una forma de convivir, aunque no sea la única.

La tecnologia se basa en la estabilidad del entorno y en él actúa como instrumento ciego que promete obtener un fin concreto, aún negando a la sabiduría. Es aquí donde “se come” a la ciencia porque actúa solo con la razón para resolver todos los problemas de humanos y de biosfera y se olvida de que es la emoción quien guía nuestra reflexión y nuestros actos. Si la codicia científica nos lleva al desastre, como Mary Shelley mostró en Frankenstein, la codicia  tecnológica nos lleva a algo peor: a rigidizar el mundo para asegurar su funcionamiento y efectividad, mientras que la disposición científica nos lleva a aceptar la fluidez de la existencia para asegurar su continua oportunidad.

Quizás estas reflexiones, que proceden de la obra del gran maestro en coaching ontológico Humberto Maturana, pueden ayudar a iluminar los intrincados vericuetos del debate sobre el “cambio climático” entre puristas, desastrólogos, calentólogos… dejando algo de luz para entender mejor la salida anunciada de los EEUU del acuerdo de París en 2020 (aunque participen en la cumbre de Bonn),  decisión coincidente con la llegada de su actual presidente. Dicen que será la cumbre de David contra Goliat, ojalá fuera la cumbre de científicos «sabios» dispuestos a seducir a rígidos tecnólogos, porque solo cuando la codicia se convierta en ambición positiva, por muy bien que funcionen las máquinas,   las cosas empezarán a rodar por el buen camino,

Mientras comprobamos expectantes si esta vez hay más suerte, observamos que en esta ocasión la conferencia se está centrando en fomentar la acción de las ciudades, países, regiones, territorios, empresas y sociedad civil en la puesta en práctica de planes nacionales de acción climática, que ayuden a sostener el objetivo citado de temperatura acordado internacionalmente, así como a cumplir los objetivos recogidos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

En este año 2017, los protagonistas están siendo los meteoros extremos que han segado millones de vidas humanas en dos continentes y la preocupación complementaria procede del aumento del nivel del mar, que está devorando pequeñas islas ante el pánico de sus habitantes. Por ello  es el Primer Ministro de Fiji, estado insular, quien preside el evento y emite el mensaje de que  vivamos donde vivamos, todos somos vulnerables y debemos actuar ante la evidencia de que los riesgos climáticos son cada vez mayores, mensaje dirigido urbi et orbe, pero sobre todo a la veintena de  jefes de Estado y la decena de  jefes de Gobierno que tienen anunciada su presencia para conocer las iniciativas que se presentan, entre las que destaca el desarrollo de un proyecto de protección global frente a los riesgos para proporcionar seguros asequibles a 400 millones de personas en situación de pobreza y vulnerabilidad.

Lo que quieren implementar de manera urgente y prioritaria son los planes nacionales de acción climática aprobados en la cumbre de París, mediante aportaciones concretas de cada país, que detengan la tendencia de la temperatura global a alcanzar un aumento de 3º C respecto a las de la era preindustrial (ya estamos en 1ºC),  fijándola en 1,5 ºC, para evitar, por ejemplo,  la desaparición de la capa de hielo de Groenlandia, el auge del incremento del nivel del mar, las afecciones en la cuenca amazónica y los cambios drásticos en el trazado de las corrientes marinas

Las preguntas que se espera desencadenen la acción son las tres primeras que transforman un sueño en un reto:  ¿dónde estamos?, ¿hacia dónde queremos ir?, ¿cómo llegamos hasta allí?. Añadimos la cuarta nosotros: ¿ cuánto tardaremos en llegar?. A esta última se responderá el año que viene en la COP24 de Polonia.

Si nos ocupamos de temas más prosaicos, esta cumbre debe resolver la entrega de US$ 100.000 millones para apoyar a los países en desarrollo de aquñi a 2020, o la entrada en vigor de la Enmienda de Doha del primer tratado internacional de reducción de emisiones, el Protocolo de Kyoto.

El entorno de esta cumbre es políticamente incierto por la decisión de EEUU y técnicamente apasionante puesto que según nos vamos adentrando en el siglo, van aumentando las temperaturas medias  y el clima se vuelve menos suave y predecible  y más duro e inclemente como demuestran las pautas de la lluvia y sequía, las inundaciones extremas y el continuo aumento del nivel del mar.

Los datos recientes del agua desbocada son estremecedores. Un ejemplo al azar: en julio de este año hubo que  evacuar a más de 226.000 personas en la provincia de Jilin, noreste de China, por el desbordamiento de los tres ríos principales de la zona, el Amur, el Ussuri y el Songhua, que afectó a más de 500.000 personas, destruyó 19.000 casas y anegó 130.000 ha de cultivo, generando pérdida cercanas a los US$2.000 millones, causando 18 muertes

La prevención de estos nuevos riesgos climáticos tendente a la reducción de daños en vidas y haciendas es por lo tanto primordial y para eso está el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030 , plan mundial para enfrentar los desastres. Lo que se necesita es desplegar la tecnología a la que más arriba nos referíamos, para controlar la deriva del clima, aportando la mínima rigidez y la máxima flexibilidad para incluir en este marco también datos  socioeconómicos, biofísicos, históricos,  y emocionales (principios, costumbres, valores religiosos, culturales) con el fin de generar estimaciones certeras de riesgos. Solo así se puede cimentar con coherencia y confianza la base firme de  los nuevos sistemas de alerta temprana, a los que ya se denomina «servicios climáticos».

Solo así se podrá actuar de manera rápida, coordinada y eficaz cuando se produce la tormenta perfecta y  proteger los medios de subsistencia y las infraestructuras, actuando preventivamente para ganar resiliencia ante el riesgo y poder así recuperarse antes de los desastres a un coste en vidas y pérdidas económicas mucho menor.

Esto exige un cambio radical en la mente de los planificadores, un nuevo paradigma de base, deconstruyendo el discurso habitual y articulando, casi desde el principio uno nuevo que acepte y potencie el diseño de otro tipo de infraestructuras  y una asignación de partidas presupuestarias que antes de resolver el problema de manera rápida y poco duradera, pretendan romper el ciclo de la pobreza, invirtiendo en educación y en salud, con un enfoque proactivo, no reactivo

Como del dicho al hecho va mucho trecho, dicho está, pero para hacerlo hay que contar con  fluida disposición científica y descartar la codicia tecnológica para afrontar el desafío de  mantener en prefecto estado de revista los equipos humanos y los sistemas necesarios para aprehender y comprender los riesgos, armonizándolos para garantizar su encaje y funcionamiento correctos y previendo como sortear  los obstáculos del camino en forma de creencias limitantes que solo producen  lamentables resistencias al cambio de comportamiento, aquello de “a la parálisis por el análisis”. Hay que vencer el miedo a lo desconocido, aunque lo que se pretende vencer o al menos controlar, lo sea. No es fácil cambiar de paradigma, ¿por qué no usar el coaching como una herramienta más, entre otras muchas?

Por ahí parece que va (y nos alegramos mucho los que abogamos por la gestión seductora del agua), el Programa de la Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), en su cruzada para generar una “nueva visión para los servicios climáticos» mediante ese cambio de tecnología que sin codicia, se focalice en dar garantía a los  servicios climáticos integrales y sus sistemas de alerta temprana, mediante la conexión proactiva de todos los interesados que les permita recibir en poco tiempo información para  evitar el afecciones, protegerse y sobre todo vivir de otra manera, de la manera que genere una mayor resiliencia al clima. La actuación coordinada de ministerios, agencias del agua, protección civil, medios de comunicación que proporcionen información meteorológica de calidad a tiempo y resto de la sociedad civil, es la clave

Por lo tanto, la senda a recorrer nos lleva a aplicar también inteligencia emocional para tomar decisiones que cambien la vulnerabilidad de residentes por resiliencia de los lugares donde residen, dándoles posibilidades de luchar con éxito frente a lo que el clima les traiga, mediante inversiones certeras en infraestructuras adecuadas que reduzcan el riesgo de inundación, aporten agua limpia y limpien la usada, procurando que el trabajo generado en su ejecución aporte ganancias alas economías locales, reduciendo la necesidad de marcharse a lugares menos hostiles en principio, aunque después lo acaben siendo y mucho

Y no solo los residentes están implicados, también las empresas de cada ámbito podrán usar la información disponible para diseñar sus estrategias de funcionamiento, su nuevo paradigma de base para llegar unas a protegerse mejor y con menos coste y otras a invertir en servicios climáticos que pueden dar beneficios cinco veces superiores a los presupuestos invertidos

Desde la ONU se ponen ejemplos como el de Zambia, que en los últimos 30 años ha destinado 14 mil millones de dólares a reconstruir los daños producidos por sequías e inundaciones.  Como conclusión, invertir en alertas tempranas genera beneficio para la comunidad y reduce el riesgo de desastres. En el caso de las empresas, solo el año pasado las sequías, la escasez de agua y las cada vez más exigentes leyes ambientales han generado gastos cercanos a los 15.000 millones de  dólares. Por eso  PNUD actúa para conseguir la colaboración público privada en la generación de servicios climáticos integrados.

Un chollo para las empresas de telecomunicación, una nueva revolución industrial que nos llevará a garantizar una mejor información meteorológica mediante alertas tempranas fiables que recibiremos en nuestros terminales móviles, que usarán las empresas generadoras de energía  y que serán la mejor herramienta para los que planifican las infraestructuras más adecuadas.

En pequeñas comunidades rurales, estas alertas tempranas ahorrarán pérdidas económicas en la explotación, al mejorar las cosechas y permitirán a los agricultores mejorar la calidad de vida de sus hijos, al tener suficiente dinero para que puedan ir a la escuela y al médico de manera que puedan protegerse mejor de las enfermedades del agua al tener más higiene e información.

Toca ahora desplegar, controlar y mantener servicios climáticos integrales, porque la mejor adaptación al cambio climático es la que cuenta con una reducción previa del riesgo de desastres. La cumbre de Bonn, será un éxito si se utiliza la inteligencia emocional para cambiar el paradigma de base y se flexibiliza la tecnología con una ciencia seductora por su flexibilidad

 

Lorenzo Correa

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