Agua escasa y variable, el futuro que nos espera


¡Cuántas veces habremos oído y hasta escuchado la expresión “el agua es un bien escaso”! Aunque siempre a esta sentencia le falte el complemento de “dulce” para aclarar su significado e intención didáctica, podemos convenir que quizás sea éste  de “escaso” el adjetivo que más veces acompaña al agua en el imaginario popular. Algunos le añaden algo más a la escasez, como que además está irregularmente distribuida o que necesita tecnología, mucha tecnología para cambiar la escasez por la abundancia.

Ahora el Banco Mundial se ocupa de esta “escasez de liquidez” del agua, como si de dinero se tratara. Fiel a sus principios económicos y respetuoso con sus objetivos, presenta un informe titulado Uncharted Waters: The New Economics of Water Scarcity and Variability en la que desarrolla y explica su estrategia para diseñar el trazado de un nuevo camino para el futuro del agua.

Aprovechando nuestra coincidencia en la elucidación curiosa del “futuro del agua”, vamos a ocuparnos de su contenido y divulgarlo entre nuestros lectores, que futuro obliga.

Los objetivos del Banco Mundial son dos: erradicar del mundo la pobreza extrema en el curso de una generación y promover la prosperidad compartida. Tan donoso escrutinio se traduce en un par de retos que persiguen, en el primer caso, disminuir el porcentaje de las personas que viven con menos de US$1,90 al día, alcanzando el 3% antes de fines de 2030, mientras que en el Segundo, se pretende incentivar el crecimiento de los ingresos de la población de todos los países situados en el 40% inferior de la distribución del ingreso.

Así las cosas, el banco opera desde su fundación, en el año 1944, proporcionando asistencia financiera y técnica para los países en desarrollo de todo el mundo a través de cinco instituciones, administradas por sus países miembros con la ayuda de más de 10.000 empleados distribuidos en más de 120 oficinas por todo el mundo.

Pues bien, el informe desmenuza un concepto tan atractivo como el de la nueva economía de la escasez y de la variabilidad del agua, por lo que ya desde el principio nos hace pensar al añadir al adjetivo protagonista hasta ahora de “escasa” otro más, acorde con los signos de la era del calentamiento global como es el de “variable” y por ello estudia el impacto comparado de inundaciones (cuya característica es la variabilidad)  y las sequías (generadoras de escasez) en el ámbito agrícola, ganadero, industrial, comercial y doméstico, sacando conclusiones interesantes, también desde el punto de vista de la variabilidad, que ponen de manifiesto lo grave de la situación actual y, lo que es más preocupante, las incertidumbres oscuras del futuro. Aunque que pueda parecer que todo ello supone darles más cancha a los desastrólogos, nos ocuparemos de ello.

Como un banco se dedica a asuntos económicos, el informe se basa en el indestructible nexo de unión que existe desde el inicio de los tiempos entre la actividad económica y la disponibilidad  de agua. Y profetiza que esta atadura va a sufrir enormes presiones en el futuro, mucho mayores de las que nunca ha padecido hasta ahora, porque ahora precisamente se está produciendo el encontronazo entre el crecimiento  demográfico  y  el  cambio  climático.  Por un lado, las inundaciones en lo que llevamos de siglo, han  afectado de forma “instantánea” e inesperada  a  300  millones  de  personas y por su parte, las  sequías   generan  efectos que se desarrollan con mucha mayor lentitud,  perjudiciales  para la  salud de las personas y de las  empresas, que aceleran la destrucción de los bosques y ponen  la gestión de los campos de cultivo.

De ahí que los efectos a largo plazo de las sequías en las grandes ciudades generan presupuestos de reparación más altos que las inundaciones, muy superiores a los que hasta ahora se creían reales e indiscutibles, por lo que el Banco Mundial las prioriza sobre las avenidas  y dedica sus esfuerzos a definir medidas que reviertan esta situación, mejorando los resultados actuales, para evitar lo que ellos mismos definen como la “generación de miseria en cámara lenta” que suponen las prolongadas ausencias de precipitaciones. Sabido es que la población mundial aumenta sin remisión y se concentra en megalópolis, provocando así el incremento del déficit hídrico que aún es mayor allí donde el crecimiento demográfico es  muy alto, es decir en zonas  pobres, frágiles y/o conflictivas. Estos son los ingredientes esenciales para que la vulnerabilidad se dispare. Ahora se suma una variable más, la del calentamiento global que hace a los desastrólogos predecir que las lluvias se volverán más caprichosas, al disminuir  o aumentar localizadamente sin patrón alguno que permita “controlarlas”. La comprobación empírica nos dicen que está en lo que ya ha sucedido este año en Estados Unidos, el Caribe, en el África subsahariana, Asia…

Para revertir los efectos dañinos universales e imposibles de prever que supone esta tendencia, el informe concluye que la  dinámica  y la filosofía de la  gestión del agua están obsoletas y propone soluciones para ello con el objetivo de garantizar un futuro sin escasez y menos incierto.

Antes de las soluciones, conozcamos los datos que revela el informe en las cuencas, o sea en el campo y en las ciudades:

En las cuencas, las sequías en lo que llevamos de siglo han provocado pérdidas de producción agrícola que han dejado sin alimentos a  más de 80 millones de personas, equivalentes a la población de Irán o a la de Turquía. La consecuencia inmediata para los agricultores es la de talar los bosques más cercanos para compensar un menor rendimiento con un aumento de superficie cultivada. En este caso, la falta de regularidad de las lluvias es responsable del 60 % de la expansión de los terrenos de cultivo en detrimento de los bosques y contribuye a incrementar aún más si cabe la presión sobre las áreas forestales.

Claro que una de las actividades para luchar contra la aridez citada es incrementar las zonas regables trazando redes de riego y llevando por ellas aguas de lejanas procedencias con un elevado consumo energético debido al bombeo. Pero el informe indica, en este ámbito que, aunque regar neutraliza o debilita el efecto de la sequía y por supuesto incrementa las cosechas, en las zonas más áridas no llega a hacerlo del todo. Además subvencionar el riego haciendo que salga prácticamente gratis incrementa la ilusión de que ya el agua no es un problema y genera derroche o ayuda a plantar especies poco recomendables en esas zonas por sus elevadas necesidades de agua. Y entramos en la perversa dinámica de agua barata, derroche en el consumo, baja producción en temporadas secas y pobreza de nuevo: el problema generado cuando no se controla la demanda y se busca oferta allá donde el recurso “sobre”.

Sin bosques os tiempos de concentración se acortan, la erosión de los suelos aumenta y el equilibrio físico de las cuencas desaparece, cambiando radicalmente el comportamiento de sus cauces, que automáticamente reducen sus caudales medios y la infiltración a los acuíferos, “produciendo” menos agua para esos mismos agricultores. El círculo pésimo define su perímetro, que es lo único que le queda a la cuenca, fábrica de agua, inalterable. Todo lo demás empeora porque además las talas disminuyen la capacidad de absorción de los sumideros de carbono, afectando negativamente al clima y generando más sequías

En las ciudades, el informe concluye que el impacto económico de las sequías cuadriplica al de las avenidas extraordinarias, al ser sus peores secuelas  y al extenderse más en el tiempo. La inundación es un golpe duro, imprevisto y casi siempre por la espalda, aunque dura poco. La sequía es  una enfermedad que se manifiesta poco a poco y que a medida que avanza es más difícil y costosa de curar. Afecta a muchas facetas de la vida diaria (si no hay suministro eléctrico no hay calefacción ni refrigeración) y de la salud (si no hay agua de calidad, nos enfermamos), por lo que su repercusión empresarial provoca de media la caída en un 35% de las ventas, lo que indirectamente repercute sobre el futuro y el presente de los emolumentos de los empleados, especialmente en empresas pequeñas o en propiedad de autónomos   que son la mayoría de las existentes en países en vías de desarrollo.

De ahí la acertada metáfora de  Richard Damania, uno de los autores del informe: la sequía es como una enfermedad no declarada y por ello invisible. La inundación es todo lo contrario, visible y rápidamente tratada mediante la relativamente rápida reconstrucción de lo que ha arrasado. En este caso se sabe lo que hay que hacer y se actúa para hacerlo. En el de la sequía es mucho más complicado acertar en el diagnóstico y solucionar las consecuencias.

Y en general, siguiendo con las metáforas del informe, la lluvia es la fuerza del destino, porque según nos narran, la ausencia de recursos suficientes para beber durante los primeros 1.000 días de la vida de un niño, definen con claridad su futuro. Poca lluvia es mala cosecha, ergo nutrición inadecuada e insuficiente.

La desnutrición en los primeros años de la vida recorta el desarrollo tanto cognitivo como físico y eso cambia el destino, porque ir o no ir a la escuela hasta el final supone ganar menos, casarse antes y tener más hijos en muchas comunidades, lo que se va transmitiendo a las sucesivas generaciones cerrando y fortificando el círculo vicioso de la pobreza con el desperdicio de muchas vidas que coarta también el desarrollo de sus países que sólo crecen, pero no mejoran sus habilidades ni aumentan su talento. Lentamente la miseria crece al compás del incremento de la población. Este es el destino que forzosamente les espera y nos aguarda a todos si no se gestiona eficazmente el futuro del agua.

Hecho el diagnóstico, analicemos ahora las soluciones que el informe propone

En términos generales, el agua se transforma en un recurso privado imprescindible para la empresa y en un patrimonio público inalienable a los seres vivos porque les proporciona salud y vida desde el momento que abandona el cauce, el lago o el acuífero y se introduce en una canalización de abastecimiento, de refrigeración industrial o en un canal de riego, es decir en una red. Habrá que gestionarla de manera que ambos aspectos sean respetados y se respeten entre sí. Ese es el reto del futuro

En las ciudades, la complicación reside en la existencia de varias redes de abastecimiento y saneamiento, con diversos propietarios y operadores. El informe opta por distribuir a través de una sola red en una especie de régimen de monopolio (solo manda una autoridad) para ganar en eficiencia y reducir costes  y regular las tarifas a precios asequibles para todos, controlando el derroche y castigando los incumplimientos de las normas.

En el campo, incentivar y cosechar los productos más eficientes actuando en dos frentes, el de la inteligencia emocional, inexplorado hasta ahora para eliminar y modificar creencias limitantes y el de las subvenciones, eliminando aquellas que incentiven cultivos derrochadores de agua, porque cuanto más resistente a al sequía sea una planta, más lo será el agricultor que la coseche. Solo debería subvencionarse aquello que garantice la plantación de productos adecuados y solo deberían asegurarse esas cosechas.

En la ciudad, solo cabe actuar en el fortalecimiento de la resiliencia, mejorando redes, aumentando su eficiencia, regulando el recurso con transparencia y honradez y ayudando mediante subsidios a aquellos que realmente lo necesiten, controlando el despilfarro. Además de la tecnología más puntera disponible, de las inversiones en redes de abastecimiento y saneamiento, hay que actuar también en este ámbito en el fortalecimiento de la inteligencia emocional para generar confianza en el regulador y en el distribuidor y solidaridad en el usuario. Como es lógico, invertir tecnologías para ser más eficientes es bueno en sí mismo, porque introduce oferta de otra agua que no se detrae del medio sino que se “fabrica” gastando energía. Por este motivo, se va implantando muy lentamente, ya que sus ventajas son públicas pero el coste de adoptar una determinada tecnología es privado. Por ello hay que modificar el régimen subvencionador, implementar mercados de agua activos y dinámicos, ampliar el acceso al mercado crediticio e invertir desde la administración en actuaciones de este tipo, que deben extraerse de una adecuada planificación en la que no deben faltar programas de protección social y seguros dirigidos a paliar las afecciones negativas de la ausencia y la presencia ingobernable del agua en nuestra casa, la sequía y la inundación

Damania acaba asegurando que las políticas que propone implementar son eslabones de una cadena, en la que cada eslabón afianza y fortalece al siguiente, porque una cadena aguanta lo mismo que su eslabón más débil. Fortalezcamos pues la inteligencia emocional del consumidor de agua, porque (y esto lo decimos nosotros), ese es el eslabón más débil.

 

Lorenzo Correa

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