Tristeza del río al final del verano


En esa época incierta entre el verano tardío y el otoño que  aún no llega, los ríos humanos están tristes, como el de nuestra foto de hoy.

Su cauce sediento, tras un verano tórrido y magro en precipitaciones, clama al cielo por si le cae el regalo del agua que deje una tormenta de estío.

Ayer dejó algunos litros que el cauce almacena para bebérselos antes de que el sol haga lo propio.

Hemos sorprendido al río guardando agua, impidiendo que siga su curso hacia otro cauce más ufano. Y aquí la podéis ver, estancada, dudando entre la infiltración o la evaporación, condenada a ambas acciones con toda seguridad.

Hoy, el río está triste, porque mañana el agua ya no estará ahí y no sabe cuando el cielo le hará un nuevo regalo.

Y el paseante recuerda el Salmo 137, atribuido al Rey David, que comienza:

Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar acordándonos de Sión.

Emoción del río humano que se intensifica en su Babilonia (símbolo de lo que de «comercial» tiene el agua del río), cuando al verle tan triste se acuerda de su Sión (símbolo de la vertiente espiritual que se acrecienta cuando el agua fluye en abundancia)

Lorenzo Correa

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