Hace unas semanas nos ocupamos de las ciudades en las que la humanidad se desborda sobre su río, acotándolo. En otra ocasión, también cercana en el tiempo nos ocupamos del río domesticado.

Hoy le toca al río ser sujeto más que objeto de la humanización porque, en estas semanas de huracanes, monzones y tifones, debemos acostumbrarnos a convivir con él en la ciudad diseñada para moverse rápida y cómodamente,  cuando llueve mucho.

Y así lo exponemos con toda claridad en la foto: vean como la calle se hace río  y los vehículos se hacen anfibios. Por un tiempo, el río se enseñorea de la ciudad, para que los que viven lejos de sus márgenes, e incluso los que sin saberlo (porque no lo ven al estar cubierto su cauce), viven encima, puedan disfrutar de su presencia y decirle a los turistas: en mi ciudad sí que hay río, hoy pueden verlo desde dentro.

Y el río también puede lamer con sus aguas esos rincones turísticos que nunca visita cuando discurre por la urbe, al salir de las catacumbas en las que la planificación urbanística «moderna» le confinó

Disfruten de la visión de la ciudad río, mientras que los planificadores urbanísticos acaban de adoptar en su trabajo cotidiano un cambio de paradigma. Miren dónde está hoy el río.

Es el mejor momento para imaginar lo que deberán ser las ciudades del futuro cuando del futuro del agua hablamos

 

 

Lorenzo Correa

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