Tan sencillo es deleitarse con la prosa de Pere Gimferrer como con su poesía. Véase la muestra en el poema que hoy nos aporta desde su prolífica creatividad, bajel que lleva en su mascarón de proa al mar, por lo que puede y debe ser acogido y guardado como oro en paño en nuestra galería poética del agua.
Arde el mar es su título, como lo es el del libro al que pertenece, galardonado con el Premio Nacional de Poesía de España de 1966, por el que el entonces desconocido Gimferrer recibió, a los 21 años de edad, un merecido reconocimiento a su magnífico estro poético. Su precoz talento, reconocido con el citado premio, afortunadamente continúa dando sus frutos en nuestros días cuando el premiado ya hace mucho que ocupa la silla «O» de la Real Academia de la Lengua Española
Como emblemático vanguardista que aborda en su obra cualquier aspecto de la cultura (cine, clasicismo o cualesquiera arte plástica), la inmensa erudición artística de Gimferrer le permite dotar de una seña de identidad concreta a cada uno de sus poemas, en los que imprime su mágica aportación estética y su acusado culteranismo.
Leamos el poema acuático de hoy, una joya de uno de los “Nueve novísimos poetas españoles” de los años 70 del pasado siglo que, desde el intimismo, conseguirá sin duda que el mar arda en nuestros corazones: a disfrutarlo sin tasa
Lorenzo Correa
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