«Ok, Houston, we’ve had a problem here»


 

Las catástrofes naturales que ocurren en los EEUU son ampliamente divulgadas por los medios de comunicación de todo el mundo y parecen por ello más catástroficas que en otros lugares de la tierra. Además, el imaginario popular cree que en un país tan avanzado en todos los sentidos, estas cosas no pueden pasar porque los científicos tienen las heramientas necesarias para dominar a la Naturaleza. Y cuando esto no es así, como acaba de ocurrir en Houston, se tiende a creer que hay una causa imposible de dominar por esa omniscente ciencia, a la que no se le puede permitir ni un fallo.  Esto molesta, porque la creencia general es que la ciencia lo puede todo.

Ahora, lo más socorrido es echarle la culpa al cambio climático, porque así la carga de la culpa recae sobre los políticos que no hacen ni hicieron caso a los científicos y todos tan contentos, menos las víctimas, claro. Y nadie habla de la impermeabilización del terreno y de la superpoblación. Nosotros sí, porque sin entrar en analizar el fenómeno del cambio climático, que bastante analizado está, creemos que ha llegado el momento de proclamar que las grandes ciudades tienen un enorme problema de diseño, de planificación urbana para conseguir absorber el agua que cae del cielo y sacarla de su impermeabilizado perímetro. Porque  el problema no es solo absorber sino también evacuar. 

Si todo el mundo considera a Houston como una ciudad inteligente en casi todos los aspectos, ¿por qué no se hace también inteligente en lo que respecta al drenaje urbano?

A finales de agosto de 2017 nos encontramos con  dos episodios coincidentes en el tiempo. Por un lado, India, Bangladesh y Nepal sufren las consecuencias de las peores inundaciones registradas en el sur de Asia que se recuerdan. Consecuencias escalofriantes: más de 1.200 muertos y 40 millones de personas  afectadas directamente y por las epidemias que pueden venir. Por otro lado en Houston, las consecuencias de las lluvias del huracán Harvey han sido casi 50 muertos y miles de personas que han quedado sin hogar. No hay riesgo de epidemias.

La enorme diferencia entre lo que ocurre en un país avanzado y en otro que no lo es  y que además está superpoblado cuando llueve, queda patente con la comparación de estas cifras y el riesgo de males mayores producidos por superbacterias y epidemias. Sin embargo los medios dedican a  Houston diez veces más de tiempo y espacio que los asiáticos.

¿Será porque lo de Asia es previsible por la citada superpoblación, la pobreza  y la ausencia de planificación en las ciudades? Pero lo de Houston, no. Cierto es que la lluvia caída sobre Houston ha sido muy grande en volumen  y elevada en intensidad: 340 hm³  cayeron sobre la ciudad en dos días, con 1500 mm  de lluvia recogida.

Pero la magnitud del desastre  nos lleva a querer saber más cosas sobre la planificación del drenaje urbano y de su mantenimiento. Lo que caiga del cielo, no se puede modificar,  solo prever y manejar hasta cierto punto. Por ello el problema está en cómo sacar ese agua de la urbe cuando la posibilidad de absorción por las enormes superficies impermeabilizadas es nula, pues la prioridad es dotar de la mayor comodidad y rapidez posible a quien circula por su calles y avenidas,  ahorrar en presupuestos de jardinería y mantenimiento  y escupir el agua que cae sobre las viviendas de forma inmediata sin dejar un metro cuadrado de zona urbanizable sin aprovechar. Permeabilizar es el reto inmediato, pero  aunque permeabilicemos para aumentar la absorción, hay que sacar también el agua de donde esté a una velocidad adecuada para su entrega en el punto de vertido final de la red de drenaje.

En los avanzadísimos EEUU  (espejo en que todos los que quieren aprender se miran), con un  75% de su superficie que aún es terreno natural, la superficie pavimentada no llega al  1%…pero en las ciudades el 40% de la superficie urbana es impermeable. Las redes de transporte de fluidos del cuerpo humano son tridimensionales,  absorben,  transportan y evacuan, pero las redes de transporte de fluidos urbanos, son  básicamente bidimensionales con una tercera dimensión correspondiente al drenaje superficial y subterráneo muy fácil de eliminar por el “colesterol” que supone el arrastre de sedimentos y su acumulación en codos, tramos de pendiente insuficiente y canalizaciones diseñadas para absorber menores caudales de los que circulan cuando las precipitaciones son cortas e intensas. Ahí radica una parte importante del problema, que se agudiza y hace daño cuando se combinan las consecuencias del cambio climático  y del urbanismo salvaje. La capacidad de evacuación es el cuello de botella, mucho más difícil de resolver que la de absorción, aunque ambas soluciones son siamesas.

Permeabilizar la ciudad cuando ésta crece y se puede hacer lo que se proyecte sin cortapisas sobre un terreno virgen, es relativamente fácil y la solución ya está inventada con los sistemas SuDs, zanjas drenantes, depósitos de tormentas, etc. En la parte de la ciudad consolidada y antigua, no es tan fácil y es muy caro.

Pero esta no es la única solución para resolver el problema

Sabemos, en general, que los sistemas de drenaje de pluviales urbanos se diseñan para absorber caudales asociados a períodos de retorno de entre 10 y 25 años, por lo que cuando éstos son mayores, la inundación está servida y ese es el riesgo que se corre al ponderar afecciones con coste en infraestructuras, una decisión lógica, derivada de la estadística y que recae en la ingeniería.

Houston es conocida también como “Bayou City” y ese es su hecho diferencial de cara a las inundaciones.

Existe una red  de 22 sistemas de balsas de retención  y vías navegables en la región que drenan diversas cuencas del Condado de Harris y se extienden a Spring Creek, Clear Creek y Cedar Bayou, además del Lago Houston.

La palabra Bayou, “arroyuelo”, identifica en Luisiana  a cada uno de los innumerables antiguos brazos y meandros del río Mississipi  y se extiende también a Texas para cauces similares. Es sinónimo por lo tanto de cauce de poca pendiente  y escasísima velocidad de sus caudales, de balsas de aguas estancadas y en general de vías de agua con poca capacidad de evacuación rápida de caudales y elevada de sedimentación

Hoy Houston tiene una superficie urbana de 1.500 km² y se ubica a 24 m sobre el nivel del mar, por lo que tiene poca influencia la marea en su riesgo de inundación, a diferencia de Nueva Orleans. El drenaje natural de Houston  son los bayous, entre los que destaca el imponente Buffalo Bayou que hoy es un canal de los pocos que quedan sin revestir de hormigón,  de 83 km de longitud, que  observa el crecimiento de la urbe desde 1836.

Como por sus características naturales los bayous no absorben caudales de grandes avenidas, el drenaje complementario cuando ya no pueden más, son las carreteras y calles. De ahí que el mensaje de las autoridades fuera el de quedarse en casa y no el de evacuar la ciudad en automóvil, pues las carreteras convertidas en ríos (de forma planificada, porque ellas también forman parte de la red de drenaje de emergencia), hubieran sido una trampa mortal para los más de 6 millones de personas que residen en el Área Metropolitana.

 

Como no se puede diseñar una red de drenaje para elevados períodos de retorno, o elevadísimos como ha sido el caso, porque el coste sería inasumible, ¿cuál es la solución para evitar que la historia se repita?

Diseñar ciudades resilientes a la inudación, que puedan soportar sus afecciones a los bienes  y a las personas, permeabilizando y diseñando otro modelo de drenaje para el imparable crecimiento urbano que nos espera. No se hizo así en EEUU  y ahora se pueden ver las consecuencias. En 1968, para paliar los daños económicos producidos por las inundaciones, el Congreso aprobó el Programa Nacional de Seguro contra Inundación (National Flood Insurance Program, NFIP), administrado por la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA), que permitió a los dueños e inquilinos de viviendas y propietarios de negocios disponer de un seguro contra inundaciones con el respaldo del gobierno federal. Hoy existen más de 4.6 millones de pólizas de seguro contra inundación y más de 20.000 comunidades participantes en todo el país, con coberturas de 773.000 millones de dólares.

Las comunidades participantes, solo con aplicar en la zona inundable las normas de gestión de la FEMA para reducir futuros daños por inundaciones, podían  adquirir un seguro contra inundación. Es decir, se permite construir en zona inundable si se siguen las normas generales de la FEMA y se suscribe un seguro. Si se pretendía desincentivar esas ocupaciones por lo elevado de las primas del seguro, no se consiguió. Ahora se estima que las aseguradoras tendrán que pagar en Houston entre 15 y 20.000 millones de dólares de indemnización a los 450.000 asegurados que las reclamarán. Por eso, la nueva norma aprobada por el estado, que acaba de entrar en vigor, reducirá de un 18% a un 10% el porcentaje medio de recuperación de daños en reclamaciones de esta naturaleza. Enorme contratiempo para las aseguradoras el que se les viene encima, compitiendo en secuelas con el generado por el huracán Katrina en Nueva Orleans.

La clave está en asumir que quien resida o trabaje en las zonas inundables va a tener que convivir con agua y prepararse para ello desimpermeabilizando o reurbanizando con criterios como el de Lyon  que privilegian el uso mixto y el espacio verde, asociados tanto al nuevo urbanismo como a la gentrificación.

Aplicando la generación de áreas recreativas permeables, la imposición de servidumbres de conservación y en general todo lo que suponga esponjar la ciudad, siguiendo la senda iniciada en China con la futura  ciudad bosque de Liuzhou  que ocupará una superficie  de 175 ha a lo largo del río Liujiang y que para 2020 deberá tener 30.000 habitantes, más de 40.000 árboles y casi un millón de plantas en un entorno urbano donde las oficinas,  viviendas,  hoteles,  hospitales y  escuelas estarán enteramente cubiertos por las plantas y los árboles

Conviene ir desplazando el foco principal de la superficie impermeable hacia el transporte del agua porque la permeabilización es la aspirina, la evacuación es el remedio que cura.

Y la evacuación debe diseñarse de manera que la velocidad del agua se reduzca en la red de transporte para que cuando llega al punto de vertido final, lo haga con el menor caudal posible. Comenzando por diseñar edificios que retengan (vegetación, infiltración) y reutilicen el agua que reciben del cielo

Ahora en Houston, ciudad icono de la tecnología, algo se está moviendo en este sentido: la sociedad ya proclama que las que controlen las inundaciones son las  infraestructuras más urgentes de la ciudad.

Para ello hay que empezar por la planificación, porque no hay una solución mágica, teniendo en cuenta que la opinión pública debe saber  cuanto antes mejor (aprovechando el momento de shock actual), que es mejor preocuparse antes por tener una red de drenaje de aguas pluviales  que funcione, que por los dramáticos efectos de la inundación que siempre suceden cuando esta falla. O sea, que el tráfico de agua en la red de drenaje sea tan importante para la gente y sea visto como un problema de la misma magnitud que el tráfico rodado y que se adopten soluciones de drenaje adaptadas a cada caso antes que generales porque una  solución concreta puede valer en un lugar concreto y en otro no, primando la canalización sinuosa sobre el canal recto para reducir velocidad, enviando la menor agua posible a la red de drenaje imitando a la hidrología natural, pues los ríos son curvos y la naturaleza retiene con la vegetación para aumentar los tiempos de concentración. Es el Feng shui de la tierra, con canales naturales serpenteantes que generan energía templada al reducir la velocidad del flujo

Hay una creencia en EEUU que en su día fue sinónimo de  libertad y que ahora podría comenzar a ser limitante: la de que cualquier estadounidense puede vivir y trabajar en cualquier lugar del país, por lo que todo el país debe estar preparado para acogerle. La limitan las inundaciones que acentúan los problemas de residir en megápolis. Por eso habrá que comenzar a pensar que hay regiones en las que en el futuro  no debería haber nunca una gran ciudad e ir abandonando la parte limitante de dicha creencia.

Y actuar cada uno localmente, trabajando en su casa para absorber y reutilizar  la mayor cantidad de agua posible cuando llueve, en sus patios, jardines y cubiertas.

Sin olvidar, como acertadamente indica el biólogo Tony Herrera, experto en esas lides,  la Restauraciòn Fluvial, que  «debería ser también una herramienta de gestión del territorio y de mejora de la sostenibilidad que puede contribuir en gran medida a la prevención de los efectos de las inundaciones».

Todos nos preocupamos por el diluvio, lo llevamos en nuestra memoria genética. Ha llegado el momento de trasladar esa preocupación a la planificación inteligente de la gestión de las redes de drenaje de aguas pluviales. Es lo mejor para el futuro del agua y el nuestro. Absorber, retener, reutilizar y evacuar con templanza.

 

Lorenzo Correa

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