Nairobi, sin agua: ¿Nuevos embalses o restauración de cuencas?


Comenzamos el mes de agosto en el sur de Europa con incendios forestales y sequía. Como cada año, más o menos. Sigamos pues la línea informativa iniciada en nuestro último artículo, que trataba del mayor  o menor período de vida que les queda a los acuíferos de la tierra,  y en la estela de la sequía, dedicaremos hoy nuestro espacio, para complementar lo abstracto con lo concreto, a contemplar la situación existente en una capital africana muy afectada por el terrible binomio superpoblación- sequía, como es el caso de Nairobi, la capital de Kenia.

La economía de Kenia, con casi 50 millones de habitantes, es absolutamente dependiente de los recursos hídricos, aunque no dispone de aportaciones naturales suficientes para funcionar con holgura y con las mínimas  garantías. No parece muy lógico, pero es así : dependen del agua, porque su economía se basa en la agricultura, pero no disponen de suficiente agua, por la sencilla razón de que solo el 10% de la superficie del país es terreno cultivable. Sin embargo la agricultura ocupa al 80% de sus habitantes y produce más del 30% del PIB nacional. Por ello solo el 20% del agua que se deriva de ríos, lagos y acuíferos, va destinada a usos distintos del riego agrícola y con este 20% hay que abastecer a una población muy concentrada en dos grandes ciudades: Nairobi con tres millones y medio de habitantes y Mombasa con un millón.

Como ya es habitual en el mundo en el que vivimos, la tendencia de la población, también en Kenia, es emigrar a estas dos ciudades, cuya población se ha duplicado en ambos casos en los últimos 30 años. Por esta razón, los urbanitas dispone cada vez de menos agua de calidad, mientras que afortunadamente para ellos, la población rural mejora sus fuenets de suministro gracias a la perforación constante de pozos. Otra cosa es que tengan algo más que llevarse a la boca en esos ámbitos.

Los dos grandes ríos de Kenia son el Tana y el Athi y en ellos están puestas las esperanzas de un mejor futuro del agua para todos los keniatas. En el caso de Nairobi, ambos pueden abastecerla si se construyen más embalses y para ello se creó la empresa estatal Tana & Athy Rivers Development Authority (TARDA), que tiene ambiciosos proyectos de cara al año 2030, de colaboración público privada, consistentes en construir grandes presas para solucionar los problemas de riego y abastecimiento existentes. De ellos hablaremos más adelante.

Examinado el panorama nacional, vayamos a la capital, Niarobi, donde encontraremos una vez más, como en tantas otras megápolis del siglo XXI, unas redes de abastecimiento que  controlan el uso, mediante en contador del 60% del agua que transportan (la mayoría del 40% restante se pierde por el camino por fugas de las canalizaciones o por derivaciones ilegales). Y encontraremos también un recurso de ínfima calidad para la higiene y el consumo de la ciudadanía más necesitada, que vive en asentamientos paupérrimos y paradójicamente paga un canon altísimo por consumir agua sin garantías sanitarias adecuadas.  Con el paso del tiempo el problema se agrava porque el flujo migratorio hacia la ciudad no para de crecer y hay que extender más la red y satisfacer las necesidades de más de medio millón de personas que cada año acceden a la ciudad para quedarse.

La administración hidráulica en el país recae en el Ministerio de Medio Ambiente, Agua y Recursos Naturales, que divide Kenia en 8 administraciones de cuenca diferentes y que aplica la Ley del agua del año 2002.  Esta ley , para hacer frente a los problemas antes citados,  define en su planificación los objetivos a alcanzar en la llamada “Estrategia Nacional de los Servicios del Agua” en dos escenarios: el del año 2015 para la mitad de la población más desfavorecida y el del año 2030 para toda la población.  Y también legaliza la operación del servicio por parte de compañías privada ( la llamada privatización del agua), siempre que se ocupen de la gestión integral desde la captación hasta el grifo. Este hecho, ha provocado una “batalla” por el agua generada por intereses  políticos y económicos, que llegan a luchar entre ellos por controlar el recurso y venderlo a los usuarios, sobre todo cuando se  trata de acuíferos  o territorios que no pertenecen a una sola cuenca, ya que la gestión del agua, como ya se ha citado, está descentralizada y se realiza por cuencas. Se suceden los debates sobre proyectos de ley que intentan mejora la gobernanza, pero la ansiada mejora de la gestión con un mayor protagonismo y autoridad de lo público sobre lo privado no acaba de llegar y las inversiones para buscar más agua  y usar con eficiencia la disponible, brillan por su ausencia, teniendo que dejar la iniciativa en manos de las ONG y de la comunidad internacional. Pero lo que es un hecho incontrastable es que la llamada privatización, ha supuesto que en Kenia que el litro de agua cuesta el doble que el de gasolina. Este mes se celebran elecciones generales por lo quie la agitación en el país es máxima. Veremos como gestionan el agua los ganadores.

Una vez expuesta la situación en el ámbito político- administrativo, vamos ya sin más dilación a contemplar el panorama hídrico actual de Nairobi, que no es nada halagüeño, porque desde comienzos de este año las restricciones en el suministro son habituales, con un volumen decreciente de reservas que, si no se produce un milagro, se agotarán en el mes de septiembre próximo. Milagro, porque llevan dos temporadas consecutivas de sequía y porque la época húmeda empieza en el mes de octubre.

La situación es dantesca,  tanto como supone contemplar habitualmente, día tras día al ejército llevando agua en camiones cisterna a la población y como indica que el pasado 14 de julio se produjera el primer brote de cólera, a causa del poco o nada seguro sistema de suministro de agua potable

La realidad es que el embalse de Ndakani,  que  lleva todo el peso en el suministro de agua a la ciudad, un 85% de la consumida en Nairobi, construido en 1988 y gestionado por la Nairobi City Water & Sewerage Company, está a tan solo el 37% de su capacidad total. El emblase es propiedad de una de los 8 organismos de cuenca del país, Athi Water creada para lograr eficiencia, economía y sostenibilidad en la provisión de servicios de agua y alcantarillado en la cuenca a la que pertenece Nairobi. La presa, de 65 m de altura, tiene una capacidad de almacenamiento de 70 hm³ y puede enviar hasta 430.000 m³/día a la ciudad.

No es el caso actual por desgracia, ya que la pluviometría de la época húmeda de 2016 (octubre-diciembre) dejaron solo 268 mm, mientras que la media anual es de 700 mm  y la época primaveral de 2017 (marzo-mayo) solo ha supuesto 440 mm, menos de la mitad de la media de este período, que se sitúa en los 1.000 mm .

Nairobi necesita 750.000 m³/dia, 430.000 del emblase y el resto de los 78 pozos existentes. Hoy solo se distribuyen 400.000 m³ que proceden del exhausto embalse y de loq uequeda en los 48 pozos que tiene algo que ofrecer todavía, porque los 30 restantes ya no tiene nada y las tradicinales zonas húmedas del entorno de la ciudad, que servían como embalse natural de las lluvias para ser utilizadas en caso de escasez, han sido impermaebilizadas por la urbanización y la ocupación masiva de los nuevos nairobianos. Desparecidos estos embalses naturales que le dieron nombre a la ciudad, ya que en masai Nairobi significa el lugar de las aguas frías, en estos momentos solo el 40% de sus habitantes dispone de agua de calidad, kientras que las restricciones en el suministro afcetan a todos.

Expuesto el problema, analicemos las soluciones previstas. Por una parte, las ya conocidas y hasta puestas en práctica en países y ciudades con más medios económicos y menos presión demogràfica y urbanizadora: recolección de agua de lluvia de las cubiertas y tejados de los edificios y recarga de acuíferos mediante la inyección y reutilización de los 115.000 m³/dia de aguas residuales que genera la depuradora municipal. Estas actuaciones, como ya sabemos, exigen grandes inversiones en el el marco de un consenso político que no es sencillo de conseguir y menos en países poco favorecidos por fortuna en los que el agua, como acabamos de indicar se convierte en una herramienta de poder y en un activo económico de primer orden para quein la posee y la controla.

Por otra parte, ahora sí toca hablar de la empresa estatal TARDA, antes mecionada y de sus faraónicos proyectos hidráulicos. El primero es el embalse de Munyu, situado en río Athy y que acogerá el llamado Munyu Multiporpose Project, que ocupa una posición estratégica en el área de Thika, a unos 100 km al sureste de Nairobi, en una zona densamente poblada y dedicada a enormes extensiones de cultivos agrícolas en régimen de minifundio, ahora de secano pero que pueden ser enormemente feraces si se riegan, llegando a las 13.000 ha en la zona de Kibwezi si se construyen dos presas más y un canal de 80 km de longitud con una sección capaz de transportar un caudal de 20 m³/s. La zona regable puede llegar a las 30.000 ha en toda la cuenca del Athi. Además, la nueva presa, generará energía eléctrica con una producción estimada de 40MW. Y por último, el embalse derivará agua hacia Nairobi, Mombassa y el resto de las ciudades de la provincia de Thika.

Además TARDA tiene planificado otro megaembalse, el llamado High Grand Falls Project, situado 50 km aguas abajo de la hidroeléctrica de Kiambere, en el río Tana, en el este del país. Este embalse sería el último y el mayor, de una serie de pequeños embalses hidroeléctrico situados a lo largo del curso alto del río y estaría destinado a la mejora del  abastecimiento de las ciudades costeras del Índico, al riego, a la laminación de avenidas y a la producción hidroeléctrica, con una presa de 100 m de altura, una capacidad de 5.400 hm³  que generarán  700MW y un coste estimado de 1.500 millones de dólares.

Ante tamañas pretensiones, ya se han producido las esperadas protestas sobre el impacto ambiental de estas obras, aludiendo a la pérdida de biodiversidad, inseguridad alimentaria erosión del suelo, deforestación y pérdida de cobertura vegetal, contaminación de las aguas superficiales y reducción de la conectividad ecológica / hidrológica que provocarían, a las que se unen los posibles impactos socioeconómicos debidos a desplazamiento de población, pérdida de medios de vida, impactos específicos en las mujeres, pérdida de paisaje… en fin se abre una nueva batalla con los contendientes de siempre. Otra más.

Obra faraónicas planificadas siguiendo los esquemas tradicionales y que algunos defienden con un dato esclarecedor: si convenimos que cada ser humano necesita 1.000 metros cúbicos de agua al año para vivir con diginidad, África tiene un potencial de seis veces esta cifra: 6.430 metros cúbicos por persona y año. Pero sin las infraestructuras adecuadas, no hay manera de reaprtir estos caudales solidariamente. Por eso expertos mundiales cifran en  650.000 millones de dólares las inversiones a realizar hasta el año hacia el 2030 para garantizar la seguridad universal del agua. Pero, ¿quien controla y gestiona estos presupuestos?. En Kenia, como en la mayoría de los países de África, el estado carece de capacidad institucional, financiera y humana para gestionar el agua. Entran en escena inversores privados y todo se complica aún más, apareciendo el fantasma de la corrupción. Por eso, el lema de la “Kenia vision 2030” es que lo planificado se realizará cuando haya dinero para ello, porque la  competencia interna por el control de  los fondos públicos entre sectores, la carga de deuda pública y la falta de coordinación entre las autoridades, sin olvidar la carencia de personal adecuado en los departamentos gubernamentales a cargo de la política del agua hace todo muy difícil.

Sin embargo, y esto es lo que nos interesa destacar en este artículo, hay novedades, ideas innovadoras, acciones seductoras.  Una de ellas, con esperanzadoras perspectivas es la de evitar la erosión en las zonas agrícolas que rodean la urbe nairobita, para evitar que la tierra fértil y el agua inicien un viaje rumbo al océano Índico que a nadie beneficia. Hay ya cuantificadas 970.000 hectáreas agrícolas en el entorno de Nairobi en las que podría controlarse la erosión y muchas más en la cuenca del río Tana, en su curso bajo, ocupadas por unas 300.000 finas agrícolas destinadas la mayoría al cultivo de té y otros alimentos que la ciudad engulle. El reto es el de equilibrar la sed de la urbe con su hambre, compensando desde la ciudad a los agricultores que actúen para evitar la erosión capturando el agua en sus tierras, mediante el cultivo en terrazas  y la consiguiente suavización de las pendientes.

Ya hay resultados, mediante un acuerdo entre una fundación de Nairobi y los agricultores, por el que mediante el trabajo coordinado y planificado de 15.000 pequeños propietarios agrícolas, ha conseguido una recarga de acuíferos que supone una garantía adicional para el abastecimiento urbano de 27.000 m³/ dia. Terrazas por doquier, plantación de 200.000 árboles por temporada, trampas de sedimentos… eso es todo lo que hay que hacer por parte de los agricultores. A cambio, la Nairobi Water Fund suministra pasto,  la apreciada “hierba de elefante” con el objetivo de cada bancal disponga de una capa de vegetación de  tres metros de espesor. Así se aumentan los tiempos de concentración de los episodios lluviosos, al reducirse la velocidad del agua, favoreciendo que loos ríos lleven menos sedimentos y se reduzcan las puntas de  caudal en avenida.

El mensaje al agricultor (quedan muchísimos por añadir al reto y la mayoría de la tierra es de propiedad privada), es el de que cultive con estructuras que favorezcan  la conservación del suelo y del agua, siguiendo los criterios del  Servicio Forestal de Kenia. Además hay que intensificar los cultivos e introducir también leguminosas en un escenario actualmente dominado por las tradicionales plantaciones de té.

Como todo este seductor reto tiene un coste económico, la Fundación procura encontrar soluciones al respecto. Una de ellas (que afirman ha sido bien recibida en las encuestas realizadas) sería que el ciudadano pagara un canon de 1,25$ destinados a la restauración de cuencas y a pagar a los agricultores por los servicios ambientales prestados al modificar el perfil de sus tierras y sus técnicas de cultivo, que como ya hemos comprobado, inciden positivamente

Dejamos a Kenia con su dilema. Ahora toca apostar por una de las dos soluciones o por una que englobe a ambas. Que fluyan las inversiones, no solo para conseguir los objetivos hidráulicos del año 20130 sino también para restaurar las cuencas conectando de nuevo los intereses del mundo rural y el urbano para erradicar el hambre y la sed sin pagar enormes costes ambientales

 

Lorenzo Correa

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