La pertinaz sequía, un año más, de turismo por España


Como ya viene siendo tradicional en esta España (en todos los sentidos),  otoñal cuando deja de llover un poquito en la cuenca mediterránea (que es la que soporta el regadío, el turismo y gran parte de la población urbana) y cuando la atlántica tampoco está para muchas alegrías, el desequilibrio en el reparto del agua entre cuencas se agudiza y presenta su semblante más desagradable. Los medios de comunicación, sabedores del juego que les da la sequía como turista habitual que es, proclaman día y noche el magro estado de los embalses, el escueto o nulo caudal de los ríos, el triste aspecto de los parques y jardines sin regar  y la imagen preocupante de los camiones cisterna llevando el suministro necesario para el abastecimiento a los exhaustos depósitos municipales.

Dejamos para el final la aguda queja de los regantes cuando el  el agua embalsada no llega a septiembre, porque esta desencadena las hostilidades de una nueva confrontación de las muchas que desgraciadamente se han venido produciendo en el universo de la gestión del agua desde que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso.

Porque son casi siempre las comunidades de regantes las que deben jugar el antipático rol de dar la cara en legítima defensa de sus intereses: cuando la queja no procede del trasvase del Tajo al Segura, proviene del siempre enjuto cauce del Ebro en su desembocadura. Cuanto menos agua en los ríos y embalses, más quejas en la calle en esa especie de competición entre dos adversarios siempre dispuestos a comenzar su particular Liga coincidiendo con el inicio del año hidrológico

Y así, vamos viendo que cada temporada seca, por estas fechas, cuando al año hidrológico español le quedan  menos de dos meses para acabarse, las campanadas de su fin de año doblan quejumbrosas, con un lamento nunca atendido aunque siempre rebatido con otro lamento enfrentado, proporcional al estado de los embalses, que siempre es el peor posible para esas fechas.

Vienen años húmedos y se habla de otra cosa, pero los ciclos húmedos duran poco en un país empecinado en mantener ese clima tan propenso a la sequía, que vuelve y vuelve y vuelve, generando cada año las mismas noticias dando vueltas a la noria sin avanzar ni un milímetro y escuchando siempre las mismas quejas, los mismos argumentos que se transmiten de generación en generación.

Este año parece que la sequía “reaparece”, lo que eleva los decibelios del quejío. Y eso que hace casi un año, las asociaciones que integran la Mesa del Agua nos anunciaron que ya no iban a esperar más y convocaron una gran manifestación en Madrid a mediados de octubre de 2016, exigiendo “a todos los niveles” medidas ”importantes” año tras año reclamadas, nunca satisfechas, para poder seguir regando. Exigían soluciones para paliar la falta de agua porque, afirmaban, “Obviamente, lo que queremos los regantes es agua“.

Hubo asambleas en todas las comunidades de regantes para coordinar la manifestación, la reunión celebrada con la ministra el día 19 de septiembre, acordó prorrogar un año el decreto sequía ( menos mal que nos pilla activado), amenazaron con tomar medidas más contundentes como cortar el oleoducto o la autovía o parar el puerto de Cartagena. El presidente de la Mesa del Agua, mantuvo también una reunión con los portavoces de los cuatro grupos parlamentarios más importantes y pidió a sus portavoces apoyo para un Pacto Regional sobre el Agua para la defensa de la llegada de caudales suficientes a la región de Murcia. También les dijo que el pasado hay que enterrarlo y partir de cero. Estamos en julio de 2017 y seguimos igual, iniciando las letanías del eterno rosario de la sequía y declamando desde todos los púlpitos por la redacción consensuada de un “Pacto del Agua” que nunca se redacta y que como mucho llegará a ser otro Plan Hidrológico Nacional presto a ser bombardeado desde todas las posiciones habituales tan pronto como se dé a conocer.

En futurodelagua.com ya hemos escrito sobre el trasvase Tajo-Segura, el pacto del agua, el marasmo y el espasmo, pero la actualidad nos exige seguir escribiendo de lo mismo. Decía Fiódor Tiútchev (1803-1873) que “Rusia no puede ser comprendida con el intelecto”. Lo que este eminente poeta ruso escribió refiriéndose a su vasto país puede ser aplicado al río Tajo, que nutre de caudales a estos quejosos regantes dependientes del  trasvase de sus aguas y también al Ebro, que nutre a los suyos, cuya realidad no puede ser adecuadamente entendida con un examen tan convencional como el que ha generado el debate de su regulación en el primer caso, de su planificación hidrológica en el segundo y de ser sujetos de un “pacto del agua” en ambos.

Si se examina sin prisas, nada posee una existencia inherente propia y esta ausencia de existencia independiente es lo que llamamos «vacuidad». Y para que cualquier cosa pueda penetrar en la memoria, es preciso transformarla antes en literatura.

Pensar en un río, ¿es hacerlo en algo definido claramente? Sí, pero cuando se contempla más de cerca, notamos que en último término carece de existencia independiente, porque se disuelve en una red muy sutil de relaciones que abarca todo el universo. Las de la lluvia que cae sobre su cuenca, las del viento que mece sus aguas, las del terreno que moldea su cauce, conduce su preciado tesoro y sostiene sus márgenes mientras puede; las de las estaciones, el clima, la luz de la luna, de las estrellas y del sol… y las de los usuarios que derivan, consumen, deterioran, viven o disfrutan de sus aguas.

Todo forma parte del río y todo en el universo contribuye a hacer del río lo que es, a que nunca pueda ser aislado de ninguna otra cosa y a descubrir que en todo momento su naturaleza es sutilmente cambiante. Esto nos conecta con sus atributos, con su vacío, con su carencia de existencia independiente.

Sequía y soluciones. Blanco y negro. Conmigo o contra mí. Debate siempre  emocional, siempre etéreo y visceral, pero también científico, de ingeniería, geografía, geología y biología: de datos y estadísticas que, sin solución de continuidad se convierte en un debate “político” de valores y creencias, que debilita los argumentos científicos. Río natural, cuenca natural, delta natural. Hablemos, pues de lo natural:

Este concepto, ¿es ético, moral, científico, estético…? ¿La planificación hidrológica, en qué lado se ubica? ¿Se pueden comparar estos atributos? Para entender hay que preguntar y escuchar la respuesta o el silencio.

Preguntemos, no sin antes haber acordado un significado de “natural”: Lo natural no es más que otro atributo, otra cualidad. Si “natural” tiene 17 acepciones en el DRAE (hasta una taurina), no sería raro que muchos no entendieran el concepto al que se refieren sus defensores a ultranza. Nosotros elegimos este:
Perteneciente o relativo a la naturaleza o conforme a la cualidad o propiedad de las cosas”

¿Qué propiedades tiene un río? Para unos la de que “le dejen en paz y llevar el caudal que libremente le toque en cada momento”. Loable y plausible, “casi” siempre, aunque a veces esa “paz tan natural” abrace el territorio asolado por el huracán Katrina … si el caudal que “le toca” es mucho ¿también hay que dejarle en paz? Y si el ser humano necesita de su caudal para “usarlo”, ¿es una visión utilitarista o conservacionista?

¿Para qué queremos el río? ¿Qué hacemos con el agua que le lleva? ¿Qué visión elegimos con ánimo de ser útiles a la sociedad y avanzar?

¿ Para qué se inventó el paraguas?. Quizás fuera para usarlo cuando llueve mucho y defendernos de esa naturaleza que insiste en estropearnos el peinado o el traje de gala.

Al grano ¿cuáles son los atributos principales del río? Hay tantos, pero depende de para quien: Para los progresistas, todo lo que no recuerde al NO-DO y se cobije bajo el inmenso paraguas de las directivas (que luego a veces no dicen lo que dicen que dicen).

Para los tradicionales, su aprovechamiento y regulación en beneficio del ser humano usuario directo e indirecto: el que bebe, el que se lava, el que fabrica, el que riega, el que hace negocios, el que sienta cátedra, el que reside, sea o no en zona inundable, legal o ilegalmente, que el río no sabe de escrituras… Para un regante, un empresario, un político, un listillo, un demagogo…

¿Atributos antropocéntricos o ecosistémicos?. ¡Hagan juego señores, que para jugar hay que arriesgarse! Dejémonos de No-Dos y reminiscencias de un pasado que no volverá e iniciemos la construcción del futuro, sin tristezas, con empatía (es decir poniéndonos en el lugar de quien no piensa como nosotros sin descalificarle de entrada por rancio o carcunda). Argumentando desde la subjetividad y el respeto por las opiniones diferentes, sean éstas antiguas, modernas o inéditas.

Los regantes quieren agua, nosotros opinamos que el ser humano es biología y cultura, observa y se observa. Al observarse piensa y decide emitiendo una opinión. Así las cosas, la figura fundamental de la planificación hidrológica es la de dar las máximas garantías de cantidad y calidad a los usuarios (humanos y no humanos), a los que aquí preferimos denominar clientes, desde la confianza que sale de la seducción generada en el ámbito planificador. Y esa confianza solo puede generarse en los programas de medidas que expliquen qué se va a hacer, para qué con qué medios y quien lo va a pagar. El coste del objetivo planificado y su reparto alícuota entre los beneficiarios. Solo para los humanos, con la visión antropocéntrica ya basta. Para los no humanos, tenemos la ecosistémica. ¿Son ambas excluyentes?
No, aunque a veces algunos se empeñen en hacernos pensar que sí. Pero una no se sostiene sin la otra. No es tan sencillo como decir, “regulemos y tendremos garantías de por vida a bajo coste” o “apliquemos la directiva (y sus costes) y todo arreglado, así volveremos al estado prístino, a una amantísima madre naturaleza, protectora y cariñosa (siempre que no nos pongamos en su camino sin el paraguas).

Da gusto hablar de la Directiva (aunque con el Brexit igual tiene dentro de poco menos socios), para proclamar una y mil veces, que no hay que quedarse solo en su visión patrimonial, pues ella “solo” establece una nueva metodología de partida para la gestión del agua: conocer y poner al alcance del público su estado cualitativo y cuantitativo y lo que hay que pagar por usarla (infraestructuras, control, mantenimiento de redes, costes ambientales…). Los resultados han de ser previos a la planificación, que es cuando se toman las decisiones relativas al nivel de protección ambiental que nos podemos permitir para cada masa de agua, decisiones a adoptar para establecer objetivos de calidad para cada masa y para establecer las excepciones previstas en su artículo 4.  Para ellas los Estados disponen de un amplio margen de discrecionalidad porque la Directiva permite a los Estados seleccionar qué aguas quieren proteger y cuáles no, establece unos mínimos de protección y contiene criterios para priorizar inversiones o actuaciones.

Cuando se habla de la Directiva como paradigma de la visión ecosistémica, hágase sin perder de vista las peculiaridades hidrológicas de España, donde el agua es un patrimonio ambiental, pero también un recurso económico que hace imprescindibles las obras de regulación. Por eso, son importantes los análisis económicos (tan sesgados como la subjetividad del emisor demande, pero consensuadores, no divisores), para la aplicación e interpretación del principio de recuperación de costes (que introduzca la visión de quien paga) y de las excepciones.

¿Hay que subordinar siempre las cuestiones económicas a las ambientales, o viceversa? ¿Hay posibilidad de consenso en ello? Claro, aquí también hay atributos y ahora llega el momento de interpretar adecuadamente los conceptos indeterminados de la norma, que los tiene y muchos. Apostar fuerte por la empatía, por avanzar en el debate con el objetivo de compatibilizar la visión antropocéntrica con la ecosistémica del río. Ahí cabe seguro la regulación y la protección del patrimonio, las directivas y nuestras peculiaridades hidrológicas. Solo hay que consensuar para qué planificamos y hasta dónde vamos a llegar. Y cuánto estamos dispuestos a gastar. Conversando desde la subjetividad y el respeto por otras maneras de opinar.
Menos guerra y paz, menos atributos, y más subjetividad argumentada para avanzar hacia el objetivo común, hacia el consenso previo a la seducción. Desde lo antiguo o desde lo moderno, lo más prioritario es definirlo. Mientras, seguiremos con las manifestaciones, las quejas, el victimismo el catastrofismo y… a esperar al año que viene para más de lo mismo. Porque los regantes solo quieren agua. Nada más y nada menos

Lorenzo Correa

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2 Respuestas a “La pertinaz sequía, un año más, de turismo por España”

  1. Uff Lorenzo. Te has metido en la ciénaga, porque el agua limpia es un concepto, pero al hablar de ecologistas, regantes y políticos, con los periodistas y medios de comunicación como árbitros comprados, es entrar en la ciénaga. La misma estampa del genial Goya con lodo hasta las rodillas y arreándose garrotazos. Una imagen que quizá muestre un duelo real a Garrotazos entre los regantes de Alagón y Pedrola del que hay vagos apuntes.

    Nadie entre esta tropa juega limpio, porque todos tienen sus intereses, aunque no los confiesen. Y si alguien osa entrometerse y cantar las verdades del barquero, ten por seguro que recibirá los garrotazos de todos. En ese lodazal no caben más que unos pocos elegidos.

    El péndulo del agua va de un lado al otro y no tiene paradas intermedias. Pasa de la FNCA y antipantaneros varios, a los regantes más ultramontanos como el Scrats murciano matando el Tajo para seguir roturando monte. Y mientras tanto cada año cantando sus aburridas letanías, cómo si de las praderas escandinavas hubiéramos pasado al desierto sahariano.

    Los unos con sus oraciones al cambio climático y a los ríos libres como si fueran conejitos y los otros pidiendo medidas contra las sequías que ellos mismos provocan con su codicia esquilmando hasta la última gota de los años buenos y pidiendo ayudas para los años normales, pero que para ellos son ya siempre secos.

    Los que procuramos estar en medio solamente recibimos los embates del péndulo de Pedro Arrojo y los calentólogos o de Arias Cañete y sus regantes. No hay lugar para los independientes en este mundillo.

    1. Lúcido razonamiento amigo. Sólo una mínima discrepancia. Creo que si hay lugar para los independientes. Lo que pasa es que casi no hay ninguno,somos ya mayores y casi no se nos ve. Además no nos sirve de nada rentable serlo. Por eso es tan apasionante meterse en estos berenjenales. Yo, sigo

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