Si hay un poeta al que podemos denominar hispano-americano  es el que hoy nos visita: el gaditano José Joaquín de Mora (1783 – 1864). Enorme intelectual de su época, fue escritor, educador, periodista, poeta, jurista y político. De sus “Poesías”, extraemos hoy la dedicada al estío en la que, como es natural,  el agua es protagonista estelar desde el primer cuarteto al último terceto, sirviendo de despensa inagotable para que la tierra aguante en el intervalo que va desde la primavera al otoño, durante todo el verano para  alimentar el río, mantener la yerba, refrescar el bosque  y llegar con aliento bastante para permitir la vendimia de la pampanosa viña al llegar el otoño.

Su poesía es ejemplo de neoclasicismo,  ya algo influido por el Romanticismo y por su admirado Lord Byron. Liberal empedernido, Mora salió pronto de España, prisionero tras la batalla de Bailén y fue llevado a Francia,  de donde volvió para trabajar en la Constitución de 1812 en su Cádiz natal. Cuando cambiaron las tornas en el turbulento reinado de Fernando VII,  se exilió en Londres y desde allí comenzó a pensar en América planteando en sus periódicos la ecuación liberalismo-romanticismo, proclamada luego por Víctor Hugo. Marchó a Buenos Aires, de allí a Chile, cuya Constitución de 1828 redactó, luego a  Perú y por fin, llamado por el general Santa Cruz, presidente de Bolivia, marchó a La Paz.

Fue el periodista de la emigración liberal española y escribió también canciones. Como escribieron sus exégetas, su pluma fluía libre “sin la plúmbea densidad de los eruditos, ni la mala retórica de los políticos”

Lean como interpreta el estío y escuchen el agua en su traspaso de la primavera al el otoño, fluyendo con la pluma de Mora

Lorenzo Correa

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