Transformación del permafrost en humedales, metano y calentamiento global


Cuanto más avanza la investigación, más evidencias hay sobre la importancia que tienen las variaciones de temperatura en el permafrost sobre el calentamiento global. Pero tan importante es que avance la investigación como que lo haga en la dirección adecuada. Primero, decidiendo qué hay que investigar, luego cómo y por último para qué. Para ello hay que basarse en predicciones, que en nuestro caso muestran que antes del año 2050, el volumen de los glaciares disminuirá en un 60%, aunque, las capas de hielo de la Antártida aumentarán en el siglo XXI debido a un aumento de las precipitaciones.

Si eso es lo que hay que investigar, el cómo lo deciden los investigadores y el para qué… digamos que para que el calentamiento global provocado por el hombre deje de ser una teoría sobre el clima  y se convierta en la ética global del siglo XXI, ya que las afecciones más graves llegarán antes y sobre todo a los más desfavorecidos.

La investigación que destacamos hoy se centra en los humedales generados por la descongelación del permafrost. Ellos son  quienes protagonizan las nuevas noticias al respecto, porque se han publicado nuevos datos sobre la procedencia del metano que genera la conversión en humedales de extensas regiones donde el permafrost se está descongelando. Y estas noticias son muy importantes en el avance por la dirección correcta de las estrategias a desarrollar en la lucha contra los efectos desfavorables del calentamiento global.

Como en casi todos los anglicismo o galicismos que manejamos  hoy en día, hay diversas interpretaciones de lo que en inglés se conoce como permafrost (literalmente, lo que está permanentemente helado).

Nosotros escogemos la interpretación de que permafrost es todo aquel suelo que ha permanecido por debajo de los 0°C durante uno o más años. Por ello se suele ubicar o bien en latitudes elevadas como el Ártico y la Antártida, o bien a gran altura en zonas montañosas de clima frío. Pero lo más importante es saber que  casi una quinta parte de la  superficie terrestre es permafrost congelado. Forma parte por lo tanto, por estar congelado, de uno de los cuatro elementos de la criosfera terrestre, junto con los glaciares, la capa superficial de nieve permanente y la de hielo flotante. Y también de la geosfera, en su corteza,  por poseer materiales sólidos (rocas y suelos).

Explicada nuestra interpretación de lo que es el permafrost, veamos sus capas. La superior, o capa activa está normalmente sometida al ciclo hielo- deshielo por tener una profundidad de entre 50 cm y 40 m. Ahí están las plantas siempre que el suelo sobre el que viven permita ser penetrado por sus raíces y almacene agua para su subsistencia. En esta capa es relativamente rápido el proceso de congelación- descongelación, pero hay lugares en los que el permafrost llega, en su capa inferior,  hasta profundidades de más de un kilómetro, como en Siberia o Alaska y allí tuvo que transcurrir mucho tiempo para que la congelación total fuera efectiva.

Con el calentamiento global, están pasando cosas por aquí. Si se estima que 500 años de clima gélido permiten congelar unos 90 m de profundidad  de suelo, si queremos llegar a los 300 m necesitaremos 5000 años. En el caso que comentamos de Alaska, se cree que fueron necesarios medio millón de años para que se formara allí el permafrost. Estos datos, como muchos lectores intuirán, nos permiten, al contemplar la otra cara de la moneda, la de la descongelación, entender qué nos quieren decir cuando nos cuentan que se está produciendo de una manera muy rápida últimamente, aumentando gradualmente su velocidad con el paso del tiempo, porque esa descongelación del permafrost supone afecciones severas a la atmósfera, al planeta, al agua y a los seres que vivimos por aquí.

Estas afecciones se producen al liberarse el carbono contenido en los suelos congelados cuando aumenta la temperatura, produciendo metano, que es el compuesto del carbono más simple, un carbono y cuatro hidrógenos, CH4, que se presenta en forma de gas, a una temperatura y presión normales. Si hasta hoy los esfuerzos científicos en este campo se han dirigido a averiguar con la mayor certeza posible donde hay deshielo en el permafrost y cuanto carbono-metano puede ser liberado, ahora entran en juego los nuevos humedales que lo sustituyen, que pueden suponer una alternativa ganadora a este tipo de investigaciones.

Una alternativa importante, porque la ciencia da al metano una gran parte de la culpa (tanto como la sexta parte), del proceso de calentamiento global, aunque es 200 veces menos abundante en la atmósfera que el COpor su enorme contribución al efecto invernadero. Por ello, reducir emisiones de metano es lo mismo que evitar que suba la temperatura. Por una parte, la más importante, la lucha habrá de dirigirse a   moderar la expansión de la agricultura y la ganadería, reduciendo en lo posible el consumo masivo de carne. Por otra, actuando en el permafrost controlando lo que está pasando con el carbono en los humedales.

Pues bien, en nuestro planeta existe enormes superficies de turberas en permafrost, más de un millón de km², que acogen en su seno la quinta parte de las reservas totales de carbono almacenado en todo el permafrost que se cree que se descongelará en este siglo en la Tierra. La turba, debido a sus condiciones anaeróbicas y de inundación, transforma una pequeña cantidad de materia orgánica en metano, que emite a la atmósfera a mayor o menor velocidad, en función del tipo de uso de la tierra. En cualquier caso la velocidad a la que los suelos orgánicos congelados podrían potencialmente descomponer las turbas es hasta cinco veces mayor que para los suelos minerales congelados. El estudio publicado en 2012 titulado ‘Cambios en los flujos de metano de los suelos por la conversión de los bosques tropicales pantanosos en terrenos de cultivo’, encontró que el cambio de uso del suelo se tradujo en una importante disminución de las emisiones de metano en los bosques pantanosos de turba convertidos en terrenos agrícolas, con la excepción del cultivo de arroz, donde las emisiones se mantuvieron altas.

La conclusión fue que aunque los flujos de metano disminuían al cambiar de uso de la tierra, se liberaba mucho más  CO2  por la descomposición de las turbas, porque las turberas tropicales son enormes captoras de carbono, pero si se convierten en plantaciones de aceite de palma, facilitan la liberación creciente de gases de efecto invernadero.

El nuevo estudio al que nos referimos al comienzo de este artículo, publicado en Nature Climate Change, y realizado por las universidades de Sussex, Exeter, Sheffield, Ottawa y  Edimburgo, por el Natural Environment Research Council del Reino Unido, y por el Servicio Geológico de los Territorios del Noroeste de Canadá, cuantificó la producción de metano en el proceso de descongelación de  las turberas en la región boreal del norte de Canadá, que generaron humedales de fuerte producción de metano. La conclusión, sorprendente por inesperada fue la de que solo una escasa cantidad de metano liberado procedía de la descomposición de material vegetal antiguo contenido en el permafrost y que las grandes cantidades de metano que se produjeron procedían de la descomposición de la nueva materia orgánica derivada de la vegetación que colonizó estos humedales después del descongelamiento del permafrost.

Por lo tanto deducen que la producción de la mayor parte del metano resultante del deshielo del permafrost en aquellas turberas es generada por el aumento de la superficie de humedales y no por la descomposición de la materia orgánica recién descongelada.

La clave está en la dinámica de los flujos de la masa de agua superficial y en la nueva producción vegetal del suelo descongelado, por lo que en el futuro la investigación se destinará a extraer la mayor cantidad de datos posible sobre los cambios en la superficie de humedales por descongelación del permafrost en el futuro

Para ello se utilizarán satélites que controlen los cambios del terreno citados y puedan predecir la ubicación y el momento del deshielo en las regiones donde actualmente hay permafrost,  y por ello el desarrollo de los humedales. Los efectos del calentamiento global sobre la vegetación deben tenerse también en consideración pues adquieren una importancia hasta ahora poco considerada

Porque es de esperar que el calentamiento de las regiones de bosques de alta latitud y tundra continúe en el siglo XXI, llegando a disponer de un permafrost casi superficial y rico en hielo, que provocará cambios ecológicos y biogeoquímicos que influyan en el clima y en el calentamiento global, ya que algunas áreas del permafrost se humedecerán en la superficie y otras permanecerán más secas, obligando a construir modelos de predicción que sirvan para predecir el comportamiento futuro de las emisiones de gases de efecto invernadero y actuar en consecuencia.

 

Lorenzo Correa

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