Cualquier residente en la Ciudad de Panamá cuya edad supere el medio siglo recordará que el río Pacora, por su cercanía a la urbe, era el lugar de baño y esparcimiento hídrico preferido por los panameños de la metrópoli. Sus cristalinas aguas, sus pozas relajantes y su cuenca virgen de ocupaciones contaminantes, eran el mejor señuelo para atraer a los visitantes dominicales, ávidos de frescor. Por ello los balnearios repartidos por su cauce medio eran el centro de reunión de familias que querían disfrutar sin muchos  gastos de la jornada festiva.

Al humanizarse Panamá, el río sufre los efectos en su cauce de las extracciones de material que en su cuenca alta ocupan más de 500 ha de terrenos ribereños. Por otra parte, en la cuenca baja, la basura arrojada al río, dificulta las tareas de la potabilizadora de Pacora y potencia el efecto devastador de las inundaciones.

Hay que actuar en Panamá y en todas partes, para evitar quedarnos sin recursos hídricos de calidad. Pensar en el río como una fuente de recursos y también como un patrimonio a proteger para que esos  recursos convenientemente protegidos satisfagan las necesidades de nuestra generación y las futuras.

Les dejamos con una imagen del Pacora en su cuenca media, en este mismo mes de junio

Lorenzo Correa

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