En el camino que lleva de la Ilustración del siglo XVIII español al Romanticismo del XIX, encontramos a Juan Meléndez Valdés. Poco hemos tenido que decirle para que se animara a visitar nuestro rincón poético aportando unos de sus poemas rococó.
Con la condición, eso sí, de la que se lo publiquemos en primavera, por ser la estación amorosa que potencia la frescura y la sencillez de los ríos murmurantes cuando la sequía no los hace callar. Brota hoy aquí su poesía dedicada a una cristalina fuente, claro ejemplo de poesía rococó, la que leían con galanura los hombres de salón a las mujeres ilustradas y elegantes que escuchaban con picardía de sus labios las letras.
A una inocente y cantarina fuente le canta un joven Meléndez Valdés en clave anacreóntica y nosotros al leer su poema nos olvidamos de la cara amarga del agua para disfrutar primaveralmente de su transparencia, su arrullo y su frescor.
Pasaron los años, la fuente siguió manando y el poeta evolucionó hasta convertirse en un ilustrado. La visión y misión del agua también cambió, porque su eficaz gestión comenzó a ser una necesidad de las mentes pensantes del país, que dejaron de lado su visión lírica y placentera y comenzaron a observarla como un recurso imprescindible para el progreso de todos.
Pero hoy toca disfrutar de la visión rococó del agua , que aún estamos en primavera
Lorenzo Correa
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