Aromas del México revolucionario son los que nos trae Juan Rulfo con un fragmento acuático de un cuento de su mítico libro de relatos “El llano en llamas”. Escrito en 1945, el cuento  “Nos han dado la tierra” nos aproxima al proceso revolucionario y su inmediata consecuencia de reforma agraria con el consiguiente reparto de tierras, en este caso sin agua. El lamento de los protagonistas estriba en que reciben tierra del gobierno, pero sin agua garantizada para poder fecundarla y vivir de ella.

Y en ello incide Rulfo, en la falta de agua, para distanciarse como autor de la interpretación que los gobiernos post revolucionarios quisieron dar a su cuento, la de una proclama de las virtudes del reparto como consecuencia de la revolución. Con un distanciamiento lógico en quien sufrió, como todos sus coetáneos que vivieron su niñez cuando la revolución de desencadenó, sufriendo sus consecuencias de devastación familiar y de destrucción de su entorno vital. Y de quien años después, en su juventud, también sufrió las consecuencias de la “Cristiada”, cuando el péndulo de la historia se colocó en el otro extremo

Objetividad en el relato eterno de la sequía  y la tierra yerma, de la nube que amenaza pero no da agua y que al  seguir su camino sin aliviarse, deja que el sol vuelva a iluminar el escenario de la escasez de todo, no solo de agua. Paisaje desierto  de vida en una época en que la revolución debería haber traído la feracidad: soledad, hambre, sed y una tierra regalada que no produce beneficios sino desolación.

Sin agua, no hay tierra fértil, solo muerte y desolación, pero siempre queda un resquicio para la esperanza, en nuestro caso, en el futuro del agua.

 

Lorenzo Correa

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