Nunca llueve en Lima, pero el huaico se lo llevó todo… ¿es cruel la naturaleza?


La vertiente caprichosa del clima se muestra de nuevo en  Perú. Si bien es cierto que siempre se ha mostrado así y siempre ha habido huaicos, lo malo es que, según va pasando el tiempo, cada huaico se encuentra con más bienes defendibles a su paso y con más personas en sus zonas de riesgo y peligro a las que afectar. Cada vez más personas en el mundo, cada vez más personas en las ciudades, cada vez más afectados de todo tipo cuando llueve mucho. No es sencillo señalar a un único culpable en las eternas e  inevitables interacciones entre el ser humano y la naturaleza.

Hace una semana, la caída del puente sobre el río Virú  en la carretera que une Lima con Trujillo, ha sido noticia de primera página en todo el mundo  y con su mediática atracción ,  ha permitido que nos enteremos de las devastadoras inundaciones del “Niño costero” en Perú . En el kilómetro 515 de la Carretera Panamericana Norte, a solo 30 km de Trujillo, un deslizamiento de márgenes provocado por las “lluvias del bautizado como  “Niño costero”, ha provocado el colapso de la estructura de paso, con 120 m de longitud, la caída al cauce desbocado del río Virú de un camión articulado  y de un vehículo con seis personas abordo y la interrupción de la comunicación más cómoda y corta para ir desde el interior a  la costa central peruana. Otros cinco puentes más han caído a lo largo de esta carretera, impidiendo el transporte y por ello el envío de ayuda a las regiones más afectadas del norte peruano, Tumbes, Piura, Lambayeque y la Libertad. Y sigue lloviendo fuerte.

Desde mediados de enero, el Fenómeno conocido como el “Niño Costero” afecta a Perú y Ecuador, debido a que, como corroboran los meteorólogos, se ha producido un súbito calentamiento del mar que ha provocado altas temperaturas en el litoral peruano y fuertes precipitaciones en las montañas. El Niño costero se diferencia del Niño convencional ante todo por su duración, ya que el costero es siempre más corto (semanas), aunque provoque  similares efectos. Debe recordarse que hace solo tres meses el Gobierno peruano decretó el  estado de emergencia por sequía. Así es el clima, así hay que gestionar el agua.

Así que aunque oímos constantemente que llueve en Lima, porque es un «desierto»…  cuando el mar se calienta mucho, como ahora, generando vientos que traen precipitaciones durante semanas, sí que llueve y lo hace hasta hasta que las temperaturas se suavizan  y el mar deja de tener fiebre

Resumiendo, si  hace un año la sequía del Niño afectó a Mesoamérica y California, ahora en Perú  las lluvias, los  huaicos y los desbordamientos han golpeado duramente el norte y centro del país inundando ciudades y pueblos, dejando a miles de personas aisladas y destruyendo tierras agrícolas y ganaderas.

El huaico, término procedente del quechua es una masa enorme de lodo y peñas que las lluvias torrenciales desprenden de las alturas de los Andes y que, al caer en los ríos, ocasionan su desbordamiento, que solo en Lima  ha provocado el colapso por el desbordamiento de los ríos Huaycoloro y Rímac. En el primer embate de la semana pasada quedaron destrozados más de 500 km de carreteras, 30 puentes y 4 presas

Así, una vez más una gran tragedia ha afectado a vidas y bienes y a la economía de un país nada sobrado de recursos para hacer frente este tipo de catástrofes. Intensas lluvias, relativamente esperables cuando el Niño se presenta pero no ahora, tienen consecuencias gravísimas que de forma recurrente se van repitiendo desde California a Argentina cuando el clima no hace lo que pensamos que «debería» hacer. Con Niño y sin Niño

“La naturaleza ha sido dura”, declara el vicepresidente peruano. ¿Es cruel la Naturaleza?. ¿Responde con rabia a las provocaciones de los seres humanos?

Analicemos los hechos para depurar resposabilidades y reflexionar sobre el comportamiento de los protagonistas: río-cuenca, ser humano, Naturaleza.

Un río no es una carretera ni una vía de ferrocarril, paradigmas del estatismo, que solo se dinamiza cuando hay una “agresión” exterior a sí mismos (terremoto, tsunami, inundación, etc). Pero cuando no ocurre ninguno de estos fenómenos, la carretera y la vía férrea gozan de un mantenimiento periódico de su señalización y de su estructura para garantizar que en circunstancias normales su estatismo, su nivelación y sus dimensiones geométricas son las mismas. Cuando ocurre, se actúa rápido para restablecer su función con normalidad. Siempre se está actuando. En el río, no

Un río está vivo, es dinámico  “per se”, porque las aguas que lo recorren cambian de aspecto continuamente en función de múltiples variables (clima, tiempo, usos del suelo de su cuenca, alteraciones humanas de su curso, vertidos, etc.). Por ello, su lecho y sus riberas sufren una erosión continuada, aunque la estabilidad de los márgenes sea geológicamente elevada. Esta erosión es la suma de las componentes horizontales y verticales asociadas al paso de la corriente con velocidades variables en función de la lluvia registrada en la cuenca, del tiempo de concentración, de la pendiente natural o artificial, de la anchura natural o artificial…). Este tipo de erosión genera vórtices en el centro del lecho y en las riberas, llegando a ser, cuando el caudal es muy elevado, auténticas hélices que erosionan en sentidos opuestos lecho y taludes de los márgenes.

El motor que genera los deslizamientos y el colapso de las estructuras que se apoyan sobre márgenes y riberas está servido y se producirá con más facilidad cuanto más inestable sea el lecho y los márgenes, cuanto mayor sea la pendiente natural y cuanto más se haya modificado en toda su longitud esa pendiente  y la anchura de los márgenes, o sea cuantos más obstáculos tenga el cauce en forma de estructuras laterales de defensa contra desbordamientos y de apoyos de viaductos, puentes, etc. La erosión no solo provoca en caso de avenida extraordinaria la desaparición de estructuras de paso o defensa sino también que arrastres de tierra, grava,  y piedra y vegetación leñosa y arbustiva penetre en el cauce y sea arrastrada por las aguas, provocando una disminución de la sección de desagüe, un aumento de la velocidad y por lo tanto de la capacidad erosiva.

Pero los ríos no disponen de un programa de mantenimiento tan estricto y reglado como la carretera o el ferrocarril. Paradoja de la que poco oímos hablar y que aquí dejamos como elemento de reflexión cuando el “Niño” o la tormenta ataca. ¿Vale más prevenir o curar?. Siempre vale más prevenir y curar.

Hechas las reflexiones sobre dos de los tres protagonistas principales, el río-cuenca y el ser humano que actúa sobre el río y no lo mantiene tanto como debería en función de su actuación, ocupémonos de la naturaleza.

La falta y la sobra de agua, equivale a destrucción de bienes naturales y económicos. El agua para dar vida exige equilibrio, ni mucha ni poca. En un mismo día, viajando solo  unos centenares de kilómetros pasamos de la inundación a la sequía en muchos lugares de nuestro planeta

Los bosques no resisten la sequía y fenecen bajo el fuego. Las ciudades no resisten la lluvia intensa, pues su suelo no está diseñado para absorber, filtrar y drenar lo que cae del cielo. La cara oculta del agua, que siempre sale a la luz cuando no hay equilibrio y siempre nos sorprende, aunque a algunos nos sorprenda que aún sorprenda.

«El Niño es un sistema cruel», sentencia el climatólogo australiano Roger Stone. ¿Puede la Naturaleza (de la que El Niño es solo un síntoma que nos avisa de su conducta), ser cruel?

Respondamos a esta crucial pregunta realizada desde la Modernidad de una brillante mente científica: precisamente, el carácter secular de la Modernidad conduce a privilegiar la relación de los hombres con la naturaleza, la capacidad de control que sobre ésta se alcance y las transformaciones que sobre ella puedan realizarse. Cuando ella no se comporta como nuestro supuesto control determina, la denominamos “cruel”. La Modernidad, seculariza el ideal transcendente medieval al sustituirse la fe en Dios por la fe en el progreso de la Humanidad. Y se consolida la creencia, tan inverificable como la creencia de la existencia de Dios, de que «la civilización se ha movido, se mueve y se seguirá moviendo en la dirección deseable» incrementando el bienestar de los hombres.

Porque, como Feuerbach escribió, hay en el ser humano una distinción entre ser y existencia: «La naturaleza, es el Ser que no se distingue de la existencia; el hombre es el ser que se distingue de la existencia. Pero el primero es el fundamento del segundo; la naturaleza es el fundamento del hombre». Por eso, hablar de fundamentos crueles o amables, parece ocioso.

El cambio climático no es la causa necesariamente de estos fenómenos, pero los agrava. Los períodos de calor abrasador y la sequía son naturales en California, pero el calentamiento global los ha exacerbado, dicen los científicos.

En el ámbito de la gestión del agua ha llegado el momento de preparar y aplicar “ya” una estrategia de gestión del cambio, que permita cambiar antes del cambio, definiendo cada movimiento a realizar, los recursos necesarios, el talento y la inversión necesaria. Con la flexibilidad suficiente para convertir habilidades en hábitos y que también sea un hábito el de cambiar antes del cambio. Mantener los ríos es caro, pero necesario, aceptar su dinamicidad y dejar de creer que su control equivale a nuestra seguridad, es imprescindible. Con Niño o sin Niño.

Lorenzo Correa

Safe Creative #1608240244452

¡ Síguenos en las redes sociales !

twitter   fb

¿Te interesa la gestión del agua desde la perspectiva del coaching?

Envía un correo a contacto@futurodelagua.com para más información sobre la participación de Lorenzo Correa en charlas, conferencias, formaciones o debates a nivel internacional.

Recibe un email semanal con nuestras publicaciones

Te das de baja cuando quieras.


Deja un comentario