Día Mundial del Agua…¿para qué?


Cada año por estas fechas, recibimos la noticia de la celebración de una nueva edición del Día Mundial del Agua, en la fecha señalada del día 22 de marzo. Ahora que solo quedan cuarenta y ocho horas para el evento de 2017, aprovechamos para escribir sobre él y también para preguntarnos y respondernos sobre el “para qué” de esta universal celebración. Aunque a muchos les resulte más cómodo preguntarse el “porqué” de las cosas, nosotros preferimos elucidar sobre el “para qué”, ya que esta pregunta se hace siempre porque se supone que detrás de ella se adivina una intención. En nuestro caso el Día Mundial del Agua representa una acción que responde a una intención que reside en la mente de las personas que planifican y materializan dicha jornada. Hasta aquí, todo es muy racional: tras cada acción, un objetivo y para dar sentido a la acción, una intención coherente con el objetivo.

La intención coherente de este año gira alrededor de la problemática de las aguas residuales y  su lema es el de “¿Porqué gastar agua?”, iniciando una campaña que pretende  reducir y reutilizar los citados efluentes. Sabido es, por ya escrito en este blog,  que en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), concretamente en el 6.3, se fija como fecha límite el año 2030 para disponer de un agua en mejores  condiciones cualitativas. Para ello la intención es la de “reducir la contaminación, eliminar el vertido y reducir la emisión de productos químicos y materiales peligrosos, rebajando a la mitad el porcentaje de aguas residuales sin tratar e incrementando el reciclado y la reutilización sin riesgos en un ámbito global”.

Cumplir con este objetivo ayudará a la consecución de otros ODS relativos a la salud y el bienestar (objetivo 3), a disponer de agua de calidad y saneamiento adecuado (objetivo 6), a usar una energía asequible y no contaminante (objetivo 7), a gozar de ciudades y pueblos sostenibles (objetivo 11), mejorar la vida submarina (objetivo 14), y la vida de los ecosistemas terrestres (objetivo 15).

Enumerados los objetivos de esta convocatoria del Día Mundial del Agua y conocidas las intenciones para conseguirlos, que en teoría dan sentido a las acciones a acometer, obtenemos respuesta a nuestro “para qué” racional. Como en nosotros no solo hay conciencia, sino que el inconsciente ocupa una parte importante de nuestra cabeza (por situarlo en un órgano concreto de nuestro cuerpo), proponemos superar lo racional  e incluir también lo inconsciente en este artículo, añadiendo al concepto de “intención”, el de “inquietud”.

Quizás muchos lectores crean que ambos conceptos significan lo mismo, pero debemos advertirles que están en una página web donde se trata de la gestión del agua desde la perspectiva del coaching ontológico… y como ese es el rasgo que nos diferencia de las centenares de páginas web que sobre la gestión del agua tratan, afirmamos que no es lo mismo, porque una inquietud es una interpretación que confiere sentido a las acciones que realizamos, mediante una “película” que rodamos para darle sentido al actuar. Como escribe Rafael Echevarría en su “Ontología del lenguaje”, “en vez de buscar «razones» para actuar en la forma en que lo hacemos, tenemos relatos, «historias». Más aun, nuestras «razones» no son otra cosa que «historias» que nos construimos. Fabricamos algunas historias después de realizar las acciones y, otras, antes de hacerlo. Lo que llamábamos intenciones no son más que historias, esto es, interpretaciones que le dan sentido a nuestras acciones”.

Por lo tanto, si aceptamos que las inquietudes son interpretaciones del sentido de nuestras acciones, las intenciones sólo son un caso particular de ellas. Y en ese interpretar el sentido de las acciones nos detenemos para seguir a partir de ahora tratando de inquietudes, de interpretaciones del sentido de lo que vamos a hacer para cumplir los ODS y para que haya un “para qué” en las celebraciones del día mundial del agua. Examinemos las inquietudes de este año:

Inquieta que más del 80% de las aguas residuales que generamos (quien usa, genera), torna al medio sin haber sido tratadas o reutilizadas. Inquieta que 1.800 millones de personas utilicen, beban o usen en su higiene diaria agua contaminada con heces, abriendo de par en par las puertas al  cólera,  la disentería, la fiebre tifoidea y la poliomielitis. Inquieta saber que esta situación causa más 800.000 muertes al año. Inquieta la, previsión de que en el año 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades, que en una gran mayoría carecerán de sistemas de saneamiento o recursos adecuados para gestionar sus aguas residuales eficientemente, descargando al medio receptor de vertidos inadecuados.

Ante estas inquietudes, hay que decir que el coste de de estos sistemas de saneamiento es asequible si tenemos en cuenta sus beneficios para nuestra salud, las oportunidades de desarrollo que proporciona y el alivio que supone para el medio receptor un vertido inocuo, que repercute en más salud y genera empleo verde. Formuladas las inquietudes y la interpretación argumentada, la conclusión es que hay que “actuar” en este sentido. Para eso, también, se celebra el Día Mundial del Agua, para afianzar el futuro del  agua desde una base de acciones programadas y objetivos asumibles y bien definidos.

Si hacemos un “puente al futuro” del agua para comprobar cómo estaríamos en 2050 si las inquietudes planteadas hubieran provocado la ejecución de todas las acciones necesarias para llegar a cumplir los objetivos formulados, observaremos desde el estribo del futuro que en 2030 la demanda mundial de agua ya aumentó un 50% respecto a la de 2015 y que los destinatarios de ese aumento fueron mayoritariamente los nuevos habitantes de grandes ciudades que consiguieron satisfacer sus necesidades gracias a la reutilización de sus aguas residuales, mediante plantas de tratamiento mucho más eficaces que aprovecharon las experiencias y el ejemplo de actuaciones que ya funcionaban a finales del siglo XX  y durante las primeras décadas del XXI.

En el ámbito urbano hay dos ejemplos emblemáticos:

·       San Petersburgo, en el estado de Florida, dispone desde 1977 de una red de doble distribución suministra agua regenerada a urbanizaciones residenciales, grandes superficies comerciales y polígonos industriales por una canalización y agua potable por otra paralela e independiente de la anterior, haciendo posible usar agua reutilizada en el riego, lavado de coches, jardinería y fuentes públicas ornamentales y limpieza de edificios

·        El Aeropuerto de Schiphol, en Amsterdam, vierte aguas residuales equivalentes a una población de 50.000 personas. La mitad del volumen vertido corresponde a los usuarios  y a las tiendas de la zona comercial aeroportuaria. Una cuarta parte la emiten  los aviones y los servicios de catering, mientras que la cuarta parte restante procede de otras actividades a al escorrentía superficial, pues las primeras lluvias lavan las pistas arrastrando todo los depositado en ellas. La depuradora del aeropuerto consigue producir un efluente inocuo para su vertido en el medio fluvial adyacente.

En el ámbito industrial, muchas industrias de países avanzados, movidas por la enorme presión social, agudizada a principios de siglo XXI que podía afectar gravemente a su imagen de marca, decidieron tratar el problema en origen, reutilizando sus aguas de proceso todo lo posible y emitiendo sus efluentes al medio receptor sin que le afectaran. Además, en la segunda década del siglo XXI cambió el paradigma del agua residual, hasta otorgarlas la categoría de recurso en potencia susceptible de proporcionar beneficios económicos y financieros si el tratamiento es el adecuado y se consigue revertirlo en la propia industria  o en colaboración con otras en la llamada “simbiosis industrial”.

Es interesante saber o recordar para quien ya lo sepa que la industria consume el 22% del  agua usada en el mundo (ONU-Agua, 2012), con un reparto espacial muy desequilibrado hacia Europa y USA que consumen el 50%, mientras que solo del 4% al 12% se consume en los países en vías de desarrollo (Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos, 2009). Desde el estribo de nuestra época del puente al futuro, oteamos que en los países en proceso de rápida industrialización este porcentaje podría multiplicarse por cinco en las dos próximas décadas y eso es un enorme acicate para impulsar la utilización doméstica y urbana de  aguas residuales por el ahorro de costes que podría suponer, como ya ocurre en Singapur, donde ha subido la tarifa del agua por sus condiciones concretas de situación geográfica, tamaño, clima y ausencia de recursos propios, aunque sin esta reutilización el problema hubiera sido de imposible solución. Veamos ejemplos de experiencias que ya se pueden valorar y medir

·       Kalundborg, ejemplo de industria ecointeligente Esta ciudad danesa, de unos 20.000 habitantes, alberga desde hace 50 años un centro industrial de gran importancia para el país gracias a la configuración de un parque ecoindustrial a gran escala en su región, por lo que es conocida como el paradigma urbano de productividad. Aquí los subproductos de una empresa son utilizados como recurso por otras empresas, en un ciclo cerrado. Su central eléctrica, Asnaes, se abastece de los 700.000 m³ anuales del agua de refrigeración de Statoil, que,  una vez tratadas se utilizan como agua de alimentación de calderas. También utiliza unos 200.000 m³ anuales de las aguas residuales tratadas de Statoil para su limpieza. El ahorro de recursos convencionales  locales merece la pena, pues asciende a los 3 hm³/año de aguas subterráneas y a 1 hm³/año  de aguas superficiales.

¿Y la minería? Considerada como una actividad letal para el medio durante siglos, ahora también está cambiando su paradigma. Si vamos a Sudáfrica, comprobaremos que la ciudad de Emalahleni se vio muy afectada por la sequía, hasta quedarse sin prácticamente recursos propios. La solución vino desde las cercanas cuencas mineras de Witbank. La empresa minera Anglo American construyó una planta desalinizadora y envió el 12% de lo que la ciudad necesitaba en forma de agua potable, vertiendo el resto de sus aguas de proceso al medio sin afecciones debido a su tratamiento previo en la planta, que además separa el yeso del agua  y lo reutiliza como material de construcción.

En el caso de la agricultura, es obvio que las aguas residuales tratadas y reutilizadas en este ámbito ayudan a garantizar mejores cosechas y satisfacer la demanda. También debe tenerse en cuenta que el uso de fertilizantes y plaguicidas químicos ha aumentado en los últimos años tanto en las grandes explotaciones agrícolas como en los minifundios, lo que convierte la agricultura en una fuente potencial de contaminación medioambiental. Por ello, regar con aguas reutilizadas ricas en nutrientes reduce el problema y por el contrario, la contaminación de las aguas subterráneas y superficiales debido al uso agrícola de aguas residuales no tratadas o tratadas de forma indebida es un problema importante en muchos países en desarrollo donde se riega con las aguas disponibles sin tratamiento alguno. Los regantes agrícolas prefieren cada vez más usar recursos hídricos no convencionales, principalmente aguas residuales, por su elevado contenido de nutrientes o, por desgracia, porque no tiene otro recurso a mano. Por lo tanto, si se hace todo bien, las aguas residuales son una fuente valiosa de agua y nutrientes y contribuyen a la seguridad hídrica y alimentaria y al aumento del nivel de vida de sus usuarios.  Además, la mejora de la gestión de las aguas residuales puede incidir en la mejora de la salud de los agricultores, especialmente en la agricultura, al reducir el riesgo de exposición a patógenos, creando puestos de trabajo directos e indirectos en sectores que dependen del agua y en otros sectores.

Los datos existentes desde este estribo del puente al futuro son inquietantes: entre 4 y seis millones de hectáreas agrícolas se riegan con aguas residuales o agua contaminada, con el consiguiente riesgo para la salud de los agricultores y para los consumidores finales de los productos agrícolas. Las tecnologías disponibles permiten eliminar prácticamente todos los contaminantes de las aguas residuales, lo que las hace aptas para todo tipo de uso. Las Directrices de la OMS sobre el uso seguro de aguas residuales en la agricultura y la acuicultura y una buen control planificado de la seguridad del saneamiento ofrecen un marco amplio para asegurar la gestión de los riesgos sanitarios con el fin de proteger la salud pública.

En este sentido, se trabaja en Europa: en el marco de la Estrategia Común de Aplicación (ECA) para la aplicación de la Directiva Marco del Agua, la CE ha solicitado una propuesta técnica sobre los requisitos mínimos de calidad para reutilización de agua en riego agrícola y recarga de acuíferos. Para ello, la Comisión Europea publicó en abril de 2016 una evaluación de impacto inicial sobre estos  «Requisitos mínimos de calidad para el agua reutilizada en la UE» como pistoletazo de salida a la redacción de un reglamento sobre los requisitos mínimos de calidad para el agua reutilizada en el riego agrícola y en la recarga de acuíferos que permita fomentar el uso eficiente de los recursos y reduzca las presiones sobre el medio acuático, proporcionando claridad, coherencia y previsibilidad a los operadores del mercado y complementando la actual política de aguas de la UE, relativa a su Directiva sobre tratamiento de aguas residuales urbanas.

Y en eso estamos, inquietos pero esperanzados ante el Día Mundial del Agua. Ahora que hemos argumentado su “para qué”, esperamos que lo celebren tan alegremente como se merece y con muy buenas intenciones

 

Lorenzo Correa

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