Cuando empieza a atisbarse el final del oscuro invierno en el hemisferio norte, nos visita el poeta misterioso, el de la luminosa oscuridad, valga el oxímoron, Edgar Allan Poe. Mago de la mezcla de sentimientos, de la simbiosis de tragedia con bienestar, rey del cuento negro y loco maravilloso, también el agua y su entorno le hicieron sentir lo suficiente como para dedicarles algo de su talento poético.
Hoy nos lo muestra con su poema “El lago”, en el que pone de manifiesto su visión tétrica del entorno lacustre, con niebla, oscura vegetación y un agua en la que la luz se ahoga. Tanto, que nos induce a aterrorizarnos en la primera mitad de su poesía, en una especie de ejercicio masoquista que desemboca en un placer inmenso al recoger en su corazón la soledad y el miedo que del lago emana.
Y el lago se convierte en el Paraíso de la calma eterna, que nos recuerda a la muerte. A pesar de que Julio Cortázar (otro de los nuestros), realizó espléndidas traducciones de la prosa de Poe, nadie se ha atrevido a traducir en serio su poesía. Por eso nos permitimos la libertad de situar junto al poema original en inglés la traducción al español. Sumerjámonos en el lago tan tenebroso de Poe como luminoso de nuestra foto y disfrutemos de su poesía del agua, proyectada sobre una radiante perspectiva del volcánico (como Poe) lago Atitlán y de dos de sus tres volcanes circundantes, San Pedro, Atitlán y Toliman
Lorenzo Correa
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