El aumento del nivel del mar también afecta a los Kuna Yala


Hace poco tiempo, tuvimos la oportunidad de pasar un agradable día de vacaciones en algunas de las islas que componen el archipiélago de San Blas, en el Caribe panameño. Cuando llegamos a San Blas,  región autónoma panameña de la etnia Kuna Yala, lo primero que nos sorprende es su historia, lo segundo lo cerquita que están del mar en islas tan planas, pues literalmente les lame los pies, las casas, los animales, las pertenencias…y sigue subiendo. ¿Cuánto le queda de estar a flote a este paraíso?

Los Kuna Yala, son uno de los cinco grupos indígenas presentes en ese crisol de razas y culturas que es Panamá. Las otras cuatro etnias son la  Ngôbe- Buglé, la Emberá-Wounan, la Naso o Teribe y la Bri Bri.

En Panamá casi todo tiene relación con el agua. La historia kuna, también
La sociedad Kuna es matriarcal, basada en la familia (madre,  padre, hijas e hijos solteros, hijas casadas con sus esposos y nietos. Todos habitan una misma casa y comparten de igual forma la responsabilidad de mantener el bienestar familiar. Los Kunas vivieron en Darién hasta el siglo XVIII  y  empezaron a moverse hacia la costa caribeña de San Blas cuando los españoles iniciaron su travesía por el istmo.

Bajo el status de comarca controlan 365 islas y 2,357 kilómetros de la costa. Sólo 50 islas están deshabitadas, mientras que el resto son utilizadas para plantaciones de palma de coco de donde se extrae la copra, que sirve como producto para hacer el trueque con comerciantes colombianos. Cada comunidad tiene su jefe Sahila, líderes y legisladores. Realizan un congreso general dos veces al año para discutir asuntos comunitarios y elegir los tres Sahilas o Caciques.

El hombre trabaja para la prosperidad de la familia de la mujer y se dedica a la agricultura con métodos de quema, aunque también práctica el buceo para conseguir langostas y centollos para ser vendidos a empresas de cruceros y compañías locales.

La mujer cose las famosas «Molas» que son una aplicación con labores increíblemente bellas e internacionalmente reconocidas que usa en sus vestidos, acompañadas de una falda larga con vistosos colores. Para embellecerse, lucen una línea negra en el centro de la nariz, cuya tinta negra la extraen de la jagua o zaptur. Cuando llegan a la pubertad, se ponen un anillo en la nariz, chaquiras o cuentas de colores alrededor de las muñecas de las manos y en los tobillos. Para ceremonias especiales utilizan unos grandes aretes redondos de oro puro.

Tienen su propio dialecto que prenden en casa. Los Kunas son probablemente los grupos indígenas que con más fuerza mantienen su identidad en Centroamérica. Hoy en día, los otros grupos indígenas pelean por sus derechos para tener sus propias comarcas y proteger sus tierras de extraños con la ayuda de consejeros Kunas, también muchos miembros de las comunidades son pintores, poetas, artistas y graduados de universidades internacionales.

Como hemos ya indicado, los Kuna, que vivían en las montañas comenzaron a trasladarse hacia la costa y sus islas (aunque en ellas no haya agua dulce), para mejorar los resultados de su trueque de mercancías y para aliviar las enfermedades transmitidas por picaduras de mosquitos y  serpientes.

En 1903, al separarse Panamá de Colombia, los Kunas tuvieron que elegir con quién se quedaban y se dividieron en pro-Colombianos, liderados por Inabaginya, y en pro-Panameños, liderados por Simral Colman. En el lado panameño, entre 1912 y 1924, Belisario Porras, presidente de la joven República de Panamá, aplicó sus planes de mayor control sobre ellos y su ansia de civilización, prohibiendo el uso de aros de nariz, winis, molas y el consumo de sus bebidas alcohólicas tradicionales.

A finales de 1914, al acabar la obra de canal, muchos trabajadores procedentes de Las Antillas y afrodescendientes quedaron cesantes  y empezaron invadir tierras, robar en los sembrados,  y sacar el caucho, lo que creó malestar creciente entre los Kunas, que a través de su líder, acudieron al gobierno de Panamá para solicitar apoyo y seguridad ante tamaña ola de invasiones. La protección que llegó fue peor que la desprotección, porque fueron humillados y oprimidos, generándose una espiral de violencia que pretendía acabar con su cultura. Los líderes kuna se unieron para enfrentarse a la policía. En febrero de 1925, en pleno carnaval el pueblo kuna se levantó en armas generando disturbios, hasta que el 4 de marzo de 1925, obligados y presionados los gobernantes y con la mediación norteamericana, firmaron un acuerdo de paz con el pueblo Kuna cuyas consecuencia fueron la definición del territorio que hoy conocemos como la Comarca Kuna Yala, tierra de los kuna o los Dules y la promulgación de leyes relacionadas con su autonomía en las que se sustenta su gobierno.

Creada en 1938, la Comarca de San Blas (luego Kuna Yala) es una región autónoma que abarca 371 islas coralinas del archipiélago de San Blas y una franja de costa montañosa y selvática, solo cruzada por una estrecha carretera. En la costa viven 11 comunidades de kunas, y 38 en 50 de las  islas. Hay 30.000 kunas en su región… y 40.000 en Ciudad de Panamá, porque el agua del mar, que incrementa su nivel paulatinamente, les hace emigrar. Solo entre 1993 y 2010, el nivel de los océanos subió 3,2 milímetros al año.

Pero los que quedan, viven sin agua dulce ni tierras de cultivo en sus islas, cada vez más cerca del agua en estos islotes planos, con aglomeraciones de coral que salpican la superficie marina de brillantes manchas de arena blanca con cocoteros. El mar es su vida, la del pescador de jureles, barbos y peces sierra, la del buceador a pulmón libre captor de centollos, pulpos y langostas. La del lobo de mar que guía al turista a minúsculas islitas de un día de asueto. Y  de vez en cuando dan un salto al continente para cultivar maíz, yuca, bananos y hortalizas y para hacer la aguada en los ríos.

¿Cuánto tiempo les queda a los Kuna Yala para seguir viviendo felices de esta manera? Parece que cada vez menos, como a todos los habitantes de los pequeños estados insulares del mundo amenazados por el incremento del nivel del agua del mar, porque la últimas publicaciones en este ámbito en revistas científicas avisan con crudeza sobre una predicción preocupante: aunque en el mundo se consigan reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono, otros gases de efecto invernadero de corta duración en la atmósfera podrían impulsar la expansión térmica de los océanos durante siglos.

En las islas de San Blas , esto ya se palpa y preocupa. Visto desde fuera, la lucha entablada en la cumbre de París en 2015 por un acuerdo mundial sobre una reducción de emisiones que mantuviera el calentamiento global a 1,5 ºC por encima de los niveles históricos, puede ser inútil.

¿Estarán condenadas alas islas de San Blas, como tantas otras islas del mundo, a sumergirse lentamente en el océano, incluso si dejáramos de emitir gases de efecto de invernadero ahora mismo?

El reto para los científicos ( y así se lo plantean los del MIT), es el de saber cuánto tiempo durarán los cambios inducidos en el clima y cuánto aumento del nivel del mar ya está asegurado hagamos lo que hagamos a partir de ahora

 

Sabemos que para los carbono-maníacos, el aumento del nivel del mar se debe a las consecuencias de la quema de combustibles fósiles que hacen aumentar el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera. Por eso hasta ahora todos los modelos climáticos se han basado exclusivamente en el CO2 para aportar resultados y definir  estrategias de lucha contra las secuelas observadas. Pronto el promedio global de CO2 superior a 400 ppm será una realidad permanente de nuestras vidas Se trata de una amenaza invisible, que trae consigo unas temperaturas mundiales más altas, un mayor número de fenómenos meteorológicos extremos (olas de calor, inundaciones, etc.), la fusión del hielo, el aumento del nivel del mar y el incremento de la acidez de los océanos.

Porque el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante cientos de años y en el océano aún mucho más.

Pero ahora el MIT ha dado un paso en otra dirección y ha aplicado su modelo a otros gases de efecto invernadero, entre ellos el metano y los clorofluorocarbonos (CFC)

Cierto es que en 1987 casi todos los países del mundo firmaron en Montreal un protocolo para eliminar de forma conjunta el uso de CFC con el único objetivo de recuperar la capa de ozono.Y que 30 años después la capa de ozono se está recuperando y el enorme agujero sobre la Antártida se ha reducido más de 4 millones de kilómetros cuadrados desde el año 2000. La prohibición ha dado sus frutos, pero ahora resulta que los CFC son responsables del aumento del nivel del agua del mar. Aunque también es cierto que para los que no son carbono-maníacos, en estas teorías no se explica la influencia de los cambios climáticos naturales, que no podemos distinguir del calentamiento experimentado a finales del siglo XX. Y se basan para afirmarlo  en  que no hay ninguna posibilidad de averiguar qué tiene de «antropogénico» un calentamiento (o enfriamiento), si no se sabe previamente cómo funcionan los cambios climáticos naturales, para poder distinguir.

Una vez contemplada la incertidumbre existente en la sociedad dividida entre carbono maníacos y defensores de los cambios climáticos naturales (creemos que hay que resaltarla más en estos momentos en los que la nueva administración norteamericana ha manifestado su escepticismo por todo lo que rodea al cambio climático), continuemos con las investigaciones en marcha sobre el aumento del nivel del mar y sus causas.

Y centrémonos en el metano y los CFC que debido a  su corta vida, comparados con el CO2 podrían ser susceptibles de aportar mucho bueno si se llevan a cabo acciones para reducirlos

Pero ahora el MIT nos dice que incluso si su producción cesara completamente, 100 años después, las tres cuartas partes del ascenso del nivel del mar inducido por causas térmicas se mantendría, sumergiendo playas, penetrando en estuarios y deltas y en el lecho de coral de islas demasiado pequeñas incluso para que estén registradas en los mapas del cambio climático.

Si esta amenaza se sustancia… ¿a donde irán nuestros Kuna Yala? Por ahora están esperando a ver como se resuelve la lucha entre una molécula duradera como el CO2, cuyas emisiones, aunque cesaran ahora seguirían calentándonos durante un milenio, mostrando la irreversibilidad de los efectos de la quema de combustibles fósiles a escala de vida humana  y otras de gases de corta duración que también tienen consecuencias a largo plazo. Si los CFC no se hubieran prohibido hasta 2050, habrían contribuido en 14 cm más al aumento del nivel del mar.

En cuanto al metano se ha simulado su producción similar a la actual hasta  2050, 2100 o 2150 y luego su detención total. Los resultados han sido buenos en parte, porque al detenerse la emisión el metano desaparece  y se atenúa el calentamiento atmosférico, pero malos porque el calentamiento oceánico continúa imparable y la subida del nivel marino también. Cuanto más tarde se dejara de emitir, más tiempo de mantenimiento de nivel, lógicamente.

Por lo tanto, las perspectivas de continuar viviendo y trabajando en las islas como hasta ahora, no son optimistas. Un gas con una vida de 10 años puede causar cambios duraderos en el nivel del mar. Y ya no depende de dejar de emitir. Malas noticias para los Kuna Yala. Tendrán que reinventarse. Y para los miles de turistas que gozan de su archipiélago coralino. Dejarán de disfrutarlo, porque los Kuna, ya empezaron a trasladarse hace seis años a la costa.

Ese mismo año, «Lonely Planet» seleccionó a San Blas como el tercer paraíso tropical de nuestro planeta. Buscando en la red desde  “paraíso tropical”, aparece alguna isla de San Blas. ¿Por cuánto tiempo?

El problema del calentamiento global debe ser abordado actuando globalmente para dar un giro copernicano a los sistemas de energía y de tratamiento del agua, hacia una energía interactiva con el medio, como puede ser la hidroeléctrica presurizada con aire comprimido. Hay que actuar y rápido si queremos que nuestros descendientes disfruten de paraísos terrenales como el archipiélago de San Blas

Lorenzo Correa

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