Acude hoy el gran poeta oriolano Miguel Hernández a nuestro miércoles poético con su poema al río Ebro, a cuya cuenca denomina “camino de venas”.

Poco puede decirse de tan eximio poeta que no se haya dicho ya, pues su fama ha trascendido fronteras y épocas.

Sí nos gustaría comentar, en este blog del futurodelagua, las alusiones del poeta a los dos trasvases que, en el momento que le tocó vivir ( años 30 del pasado siglo), se presentaban a los españoles como solución definitiva a los problemas endémicos que la pertinaz sequía provocaba en la mitad de la superficie del país, en su cuenca mediterránea: el del río Tajo al río Segura (aprobado durante la II República española, siendo ministro de Obras Públicas Indalecio Prieto), y el del río Ebro, que arrastra la polémica de su realización durante décadas.

En su obra teatral «Pastor de la muerte», escrita a finales de 1937, hace alusión a estos trasvases del Tajo y el Ebro, presentando un ilusionado y valiente alegato a favor del compromiso ciudadano incluso hasta entregar la vida, si la Patria lo necesita. Y la alusión es clara y concisa:

¡Ay, qué temprano nací,

ay, que cegué y qué temprano!

¡Nunca seré el hortelano

del huerto que apetecí!

Donde no haya río, habrá

canales de agua y granito,

que están pidiendo en un grito

el Tajo y el Ebro ya.

Acueductos con estruendo

de carros y de animales

a la grupa de los cuales

vendrán los hombres riendo…

 Curiosidades de la historia, disfrutemos del poema al río Ebro, ajeno en sí mismo a la polémica eterna de su trasvase, disfrutemos una vez más del verso de Miguel Hernández:

rco infinito.
Camino de venas
que entre alamedas
vas seguro y opaco.
No te preocupa el tiempo,
como el tiempo
siempre eres distinto
y de tan igual eterno.
Posees el verde
que alimenta y te circunda
y vas a la mar
siempre desnudo y cantando.
Tu nombre no repito,
que me es tan nombrado
en mi alma de chopo
y de ruiseñor enamorado.
A tu mano, caminos ondulas,
meandros dibujas,
sin aperos ni palas
pasas, dejando atrás
raíces y pueblos.
Tu que no conoces las palmeras
en un oasis de llanuras,
bajo de montes
como un coloso te precipitas.
Vas como un arriero
herrero de romerías
crecido de lluvias y copos
y de hojas caídas.

Lorenzo Correa

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