Entre España y América, las Islas Canarias eran un puerto de aguada para los barcos que cruzaban el Atlántico. Entre las Canarias, Fuerteventura y en Fuerteventura residió, por culpa del exilio impuesto por la Dictadura de Primo de Rivera, Don Miguel de Unamuno.
Es él quien hoy nos visita con un verso acuático escrito para el mar que domina y abraza la isla majorera: » La mar ciñe a la noche en su regazo«. Frente a la tradición que representaba el absoluto protagonismo del mar insular ante el irrelevante y abrupto terreno que rodeaba, Unamuno trae a la escena el paisaje interior, aparentemente árido y gris, siempre seco, dándole vida y sentimientos propios, humanizándolo y presentándolo a veces como amante de la naturaleza, a veces como persona que se compadece de la sequía interior de la isla y susurra su consuelo «… derrítense después en un abrazo…»
Agua, mar, noche, soledad y aridez se enlazan y se confunden en uno solo gracias a la poesía de Unamuno. Nosotros proyectamos el poema sobre la relajante y serena imagen de la caída de la noche sobre la playa de El Estero en Santa Catalina de Veraguas, en la que se aprecia cómo los últimos surferos dejan descansar a las olas del Pacífico hasta la salida del sol. Del Atlántico al Pacífico, Fuerteventura y Panamá, a narrow place between two seas.
Lorenzo Correa
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