Comenzó el «invierno» en Panamá. Llueve por fin, pero no a gusto de todos; aunque la ACP acaba de suspender la tercera restricción de calado prevista para el 6 de junio, por haber aumentado el nivel del agua almacenada en el lago Gatún gracias a las últimas lluvias, no hay más que oir a los ganaderos de Azuero pedir con urgencia más represas y más pozos y a los recolectores de ajíes de la provincia de Los Santos sembrados a orillas de los ríos Sarió y Estivaná, cuyos cultivos se han secado, pedir ayuda desesperada para paliar el efecto de las altas temperaturas que aumentaron en un 50% el consumo de agua lo que les obligó a regar hasta dos veces al día en lugar de una sola vez, como es lo acostumbrado.
Ahora es el momento de evaluar lo que se ha aprendido tras una de las sequías más graves de la historia moderna de Panamá. Parece que la solución inmediata planteada pasa por incorporar las aguas de la cuenca del río Bayano a la red de abastecimiento. Desde la presidencia de la República se informa que existe interés porque el Lago Bayano pueda ser concesionado por inversión extranjera, para generar agua potable, mediante la construcción de una planta potabilizadora en dicho lago y de una conducción de más de 60 km a la red existente. La inversión puede superar los 500 millones de dólares.
Si bien es cierto que el Lago Bayano es la segunda reserva de agua más grande del país, la propuesta ha generado un debate intenso en todas las capas de la población panameña. Hemos hecho una pequeña encuesta en el casco antiguo: un taxista desconfía de que no haya agua en Panamá. Él cree que la sequía es un fantasma que se agita para asustar al pueblo y así permitir la privatización del agua. Un policía del turismo señala en su desconfianza a las compañías multinacionales que comercializan el agua envasada en plástico. Unos estudiantes colapsan la ciudad al cortar durante seis horas el tráfico en la neural Vía Transístmica en un día lluvioso, para reivindicar la liberación de los indígenas de la comarca Ngäbe Buglé, supuestamente detenidos por oponerse al llenado temporal del embalse de la central hidroeléctrica de Barro Blanco…..siempre surge la desconfianza cuando se le pregunta al no experto sobre la gestión del agua cuando ésta no es seductora y se convierte en algo más duro cuando no se creen las promesas ni se aceptan los argumentos de los gestores
Por eso, en este blog apostamos por la seducción como antídoto infalible contra la desconfianza. Y para seducir hay que hablar, escuchar y negociar con todas las partes implicadas, antes de presentar una solución como panacea universal que solucione todos los problemas. Hablar de la situación actual de la gestión en un Panamá que sufre de un gran desequilibrio en el reparto territorial de la población, que necesita agua para el Canal, porque el Canal «es» agua, que no cuenta con una red que llegue a todos los usuarios por igual, independientemente del uso que den al agua y de su ubicación en el país, que no tiene soluciones alternativas y complementarias si «fallan» los embalses o si hay sequía, que ha alcanzado un nivel de vida en el que una gran parte de la población usa más agua que nunca en la historia aunque siga pensando que en su país el agua es infinita, que no tiene establecida una legislación protectora de la vida en los cauces, aplicable con contundencia y rigor y , por fin, que cada vez va a consumir más agua y va a exigir también cada vez más garantías de uso.
Hay que hablar de todo esto y hay que escuchar las respuestas.
El consenso llegará cuando el discurso sea creíble porque sus argumentos son potentes y cuando todos y cada uno de los usuarios, independientemente de su nivel cultural o económico se den cuenta de que ahorrar agua, aunque sobre, siempre es saludable para quien ahorra, para quien no tiene, para los ecosistemas acuáticos y para sus descendientes. Cuando vean el agua como un patrimonio a cuidar, restaurar y legar en las mejores condciones posibles. Y por fin cuando entiendan que conseguirlo es costoso en dinero y en cambio de costumbres o creencias.
De eso hay que hablar y hay que hacerlo desde una «administración» que tenga una sola voz para el diálogo, aunque sean muchos los organismos con competencias sobre el agua, como es el caso de Panamá
Luego (una vez reconocido y aceptado el problema), llegará el momento de ejecutar planes a largo plazo, los famosos planes hidrológicos, como documentos en los que se recogen los argumentos científicos, filosóficos y económicos que estructuran la medidas a adoptar para demostrar la realidad de los esperados cambios, las excelencias de una nueva cultura del agua, lo obsoleto de la vieja… en cuatro palabras, el cambio de paradigma de lo antiguo (ciencia ficción) a lo moderno (utópico)
¿Cuál es la planificación prevista tras la crisis de la sequía de «El Niño»?
La garantía de suministro ya se ha convertido en un a prioridad nacional asumida por el sector público y también por el privado. El Gobierno trabaja en el Plan Nacional de Seguridad Hídrica 2015-2050, que pretende definir las actuaciones necesarias para garantizar el uso del «agua para todos». El plan de gestión se basa en la equidad, la sostenibilidad ambiental, el uso público del recurso, la sensibilización y educación ambiental, la gobernabilidad y la gobernanza. Es decir, es un plan de los que ahora se llevan en todo el mundo y cuenta con el soporte de Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y del Banco Interamericano del Desarrollo. Además, como ya sucede en los países más desarrollados del mundo, la iniciativa privada reconoce un problema que le preocupa y asume el reto de la preservación del espacio fluvial, como ha reconocido ya la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá, que proclama la necesidad de abordar en profundidad estos temas con un enfoque de Estado, pues está en juego la seguridad alimentaria y el futuro de las nuevas generaciones. Bancos como Banistmo presentan trajetas de crédito que apoyan la preservación del medio y la conservación de la cuenca del canal.
Loables propósitos y acciones. No nos cansamos de escribir que el primer paso para resolver un problema es reconocer su existencia. Ahora toca poner todas estas teorías en la práctica, es decir, actuar. Y para ello, lo mejor es basarse en experiencias ya vividas en otras cuencas
Pongamos un ejemplo de la experiencia de un país lejano en el espacio y cercano en el corazón, España. Por motivos que no vienen al caso, vivimos muy de cerca la gestación del Plan de Gestión de una de las cuencas españolas con unas premisas de partida muy similares a las que acabamos de exponer. Debemos reconocer que lo que más nos sorprendió fue el presupuesto resultante del Programa de Medidas a ejecutar para cumplir los objetivos marcados. Miles de millones de euros a destinar con efecto retroactivo a partir de 2006, para conseguir que en el año 2015 las aguas superficiales del distrito de cuenca mejoraran su estado ecológico y las subterráneas, su estado químico y cuantitativo, además de para garantizar el abastecimiento, el saneamiento y la reducción del riesgo contra inundaciones. El loable objetivo prioritario pero “utópico”, era el de la preservación del patrimonio hídrico, a base de conseguir la máxima garantía de calidad y cantidad de las masa de agua para el disfrute de los diversos usuarios del recurso (incluidos los que no lenguajean) y para disponer de una correcta información y defensa ante las avenidas.
Nuestra reflexión, cuando pasado el tiempo comprobamos apenados que no había dinero para su implementación, fue la de que podría ser un ejemplo de ciencia (¿ficción?) empleada en su redacción, al servicio de la utopía de conseguir que los aspectos patrimoniales, dependientes de la preservación del medio hídrico, adquiriesen un enorme protagonismo en la planificación y gestión del agua de una cuenca “complicadilla” por sus desequilibrios entre recursos y población, por su clima y por el talante bravo y emprendedor de sus habitantes, que fomentó hace más de un siglo un uso exhaustivo de los recursos superficiales para riego y para generación de energía hidroeléctrica y más tarde (antesdeayer), una muy notable y visible ocupación e impermeabilización del territorio inundable y, lo que es peor, inundado.
El Plan se aprobó en un contexto temporal difícil en muchos aspectos: también en aquellos que se relacionan con las cuestiones ambientales. Y toda esta ciencia (¿ficción?), ¿quién la paga?, ¿qué hacemos ahora con el Plan, con los planes?
Algunos dicen que los planes son utópicos. Miro mis libros y compruebo que utópico es aquello que expresa añoranza por un modo de convivir humano en un ámbito de honradez, cooperación, justicia, equidad, respeto por el prójimo e integración con la naturaleza en armonía, desterrando la miseria y eliminando el abuso sistemático como modo de vivir. Otros dicen que la ciencia ficción es la extrapolación del presente tecnológico, consecuencia exclusiva del devenir histórico. Las peores críticas a los planes de gestión panameños proceden del ámbito de la «honradez» (desconfianza ante las privatizaciones a las que se culpa de un desmsurado precio de un recurso que por ser abundante debería ser gratutito) y del ámbito de la «armonía con la naturaleza» (represas que matarán la vida en los ríos). ¿Utopía o ciencia ficción?
La utopía se genera desde el emocionar y deja el razonar como un cabo suelto, para tirar de él en caso de emergencia. Pero nos hace añorar lo que no conocemos, al estar inmersos en una cultura centrada en la competencia que justifica la negación del otro basada en la legítima superioridad del vencedor. Si vivimos una cultura que legitima la explotación de la naturaleza en beneficio del enriquecimiento del explotador, difícilmente podremos añorar vivir en un mundo utópico de respeto y armonía con la naturaleza. ¿Cómo se puede tener nostalgia de lo que no se ha vivido? A lo mejor es por eso que no hubo dinero en aquella cuenca española para los programas de medidas, porque eran utópicos, lo que nos parece que es un tópico.
Porque solo podemos añorar lo que tuvimos y perdimos y solo podemos esperar que suceda algo que no dependa de lo que hagamos nosotros. Centrándonos en el ámbito panameño, solo cuando una lluvia persistente termina con la sequía, se cumple una esperanza. Añoramos solo desde el emocionar, no desde el razonar y eso no es adecuado para la planificación.
¿Son los planes de gestión ciencia ficción? Veamos, la ciencia ficción no nos lleva a la añoranza, sino a la intención, mediante la exageración de lo que ya tenemos, magnificándolo en un delirio de grandeza a cualquier precio, extrapolando el presente sin importar lo que se pierda en el proceso, pero ocultando, porque no importa, el daño ambiental sobre el que ese proceso se sustenta.
Cuando ahora nos enfrentamos a lo que nos revelan las utopías y la ciencia ficción, nos enfrentamos a nosotros mismos, asumiendo el reto de recoger lo que nos devuelve ese enfrentamiento: la responsabilidad de elegir en qué cultura del agua queremos vivir, porque todo lo que se nos muestra es parte de nuestro presente, ya sea como fundamento o como enajenación. Y porque para que cambie nuestra cultura tienen que cambiar nuestros deseos.
Ahora, cuando el Niño va a dar paso a la Niña, es el momento de la responsabilidad, que no es más que una elección, que nos lleva a asumir capacidad de acción y a elegir dar una respuesta hábil (“Respons(h)abilidad”) y a pasar de víctimas a responsables (haciéndonos cargo y no quejándonos).
Si no somos parte del problema no podremos ser parte de la solución. Si lo somos, seremos dueño de nuestras acciones y parte de la solución.
Pedimos, pues, más responsabilidad y menos utopía y ciencia ficción. Ni tretas oportunistas (“esperanzadoras”), ni plañidos de pedigüeños (ciencia ficción). Y escuchar.
No escuchar es negar al otro, escuchad desde la responsabilidad, generad confianza
Los clientes (la colectividad interesada) saben distinguir entre lo que es caro y lo que es costoso. Y sólo pagan por lo que los seduce. Y la seducción sólo se produce en un clima de confianza. ¿Es seductor un Plan de Gestión? Los clientes, como siempre tienen la respuesta.
Lorenzo Correa
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2 Respuestas a “La gestión post sequía en Panamá: ciencia, responsabilidad y utopía”