El Plan de Cuenca del Colorado como ejemplo (¿edificante?) de gestión internacional del agua


El Río Colorado recorre 2.300 km desde su nacimiento en el estado de Colorado, en Estados Unidos, hasta su desembocadura en el Golfo de California, drenando un área aproximada de 630.000 km², que incluye parte de siete Estados de la Unión (Wyoming, Utah, Colorado, Nuevo México, Arizona, Nevada y California), así como de los Estados mexicanos de Sonora y Baja California. Desde principios del siglo XX, ambas cuencas están reguladas en su gestión por un tratado internacional. No hace mucho el delta, en territorio mexicano, se secó. Y todos empezaron a moverse.

 

El primer movimiento  fue incluir una enmienda a un polvoriento por olvidado “Tratado Fluvial” entre Estados Unidos y México para resolver el enorme problema generado al haberse secado el Delta del río por la sequía extrema y la laminación provocada por la existencia de 25 grandes  presas en el lado estadounidense. La enmienda ha levantado elevadas expectativas en los últimos seis meses, como un ejemplo del progreso en las negociaciones internacionales para compartir recursos hídricos.

 

Sin embargo, la enmienda, llamada “Minuto 319”, no es más que un fiel reflejo del actual estado de tensión  por la gestión del río Colorado en el lado estadounidense de la cuenca. El reparto concesional de aguas establecido hace 90 años ya no es aceptado por los beneficiarios a causa del aumento de la población y del crecimiento económico en las cuencas estadounidense y mexicana del río. La situación actual genera un estrés hídrico que hace inútiles los esfuerzos de ahorro y eficiencia para eliminar el déficit de recurso previsto para dentro de 20 años en la cuenca completa

 

En 1922, los siete estados de Estados Unidos de la cuenca del río Colorado establecieron un acuerdo para distribuir los recursos del río. Se definió un límite entre las cuencas superior e inferior en Lees Ferry, Arizona. A la Cuenca Alta (Wyoming, Colorado, Utah y Nuevo México) se le asignaron 9.250 hm³ anuales, y a la Cuenca Baja (Arizona, California y Nevada), 10.450  hm³ anuales. A México se le asignó lo que quedara, aunque en 1944 se resolvió esa ambigüedad, fijando un volumen de 1.850 hm³ anuales.

 

Las cuencas superior e inferior (administradas como organizaciones independientes, bajo la supervisión del Bureau of Reclamation de EE.UU), establecieron el reparto entre los Estados en sus respectivas jurisdicciones. Como consecuencia directa surgieron numerosos conflictos, especialmente en la cuenca baja respecto al reparto adecuado de los recursos hídricos. Pero el conflicto sobre el uso de (y las disputas sobre) los caudales del río Colorado comenzó mucho antes de estos tratados, cuando el territorio de los EEUU se expandió hacia el oeste a causa entre otros motivos del enorme movimiento generado por la “fiebre del oro” californiana. Entonces, el río Colorado fue considerado un corredor paralelo a  la frontera aislada del sudoeste de los Estados Unidos muy utilizado a principios del siglo XIX  porque era a menudo más barato y seguro navegar por él, aunque el camino fuese más largo.  Y se intentó, aunque por poco tiempo, que el Colorado fuese el «Mississippi de Occidente», proliferando ciudades que nacieron junto a establecimientos militares y comerciales, como Yuma en Arizona.

 

La carencia de caudal continuo con calado suficiente para permitir la navegación y lo accidentado del curso del río, provocaron el abandono de la idea de usarlo como vía navegable de transporte de personas y mercancías, siendo sustituido por el ferrocarril. Algo similar a lo ocurrido con el tramo final del río Ebro en la España del siglo XIX. Abandonado como vía navegable, el río (como el Ebro), se convirtió en “vía represable”, con la presa Hoover como emblema paradigmático.

 

De las presas se deriva el riego agrícola, expandido en la segunda mitad del XX y de él,  el hecho de que la agricultura siga siendo la mayor consumidora de agua de la cuenca, a lo que ayudó la gran proliferación de embalses del siglo XX: más de 20 grandes presas a lo largo del cauce principal,  y grandes embalses en afluentes, como el Lago Powell y el Lago Mead. Enormes canales de riego y canalizaciones de agua potable surcan la cuenca para llevar el agua al sur de California…porque como dice la canción “Never rains in Southern California”

 

Las prioridades de uso del agua en la cuenca están lógicamente definidas por el regulador, en función de la utilidad que dicho uso suponga. Por ello, en algunos casos fundamentados, el uso agrícola precede al doméstico.

Como ocurre en todas partes (porque ya no sobra agua), en esta cuenca las concesiones casi centenarias generan problemas, porque cuando se repartió por el regulador el uso del agua en la década de los 20 del siglo XX, los recursos eran muy superiores a las demandas. Se estableció un reparto 21.000 hm³ anuales, de acuerdo con el balance de recursos fijado en 1920. Un siglo más tarde, se ha comprobado que las aportaciones del cielo han disminuido y que ahora no pasan de 18.000 hm³ de media, con puntas de 25.000 y valles de 8.000. Y como han aumentado los usos y proliferan quienes desean que se respeten los caudales ecológicos, el balance es muy negativo.

 

En la actualidad, la Cuenca Alta no utiliza todavía la totalidad de su asignación y gracias a los grandes embalses a lo largo del río, se puede satisfacer aún la demanda de la Cuenca Baja. El futuro del agua es negro en el Colorado, pues se espera que en algunos estados la población pudiera duplicarse para el año 2030. Un estudio publicado a finales de 2012 por el Bureau of Reclamation pronostica un déficit de 3.000 hm³ en 2035.

 

El río Colorado abastece de agua para riego a aproximadamente el 15 % de los cultivos en EEUU, incluyendo verduras, frutas, algodón, alfalfa y heno. También proporciona los suministros municipales de agua para grandes ciudades como Phoenix, Tucson, Los Angeles, San Diego y Las Vegas, lo que representa más de la mitad del suministro de agua en muchas de estas áreas.

Colorado river basin

La enmienda “Minuto 319”, firmada en noviembre de 2012, concede a la cuenca mexicana una pequeña cantidad de agua adicional en un intento de restaurar la región del delta. Sin embargo, el impacto macroeconómico de México es mínimo, ya que aunque la agricultura representa la mayor parte del uso del río,  sólo es el 3 por ciento del producto interior bruto de la provincia de Baja California Norte.

 

Hay un desequilibrio evidente de poder a ambos lados de la frontera internacional. EEUU controla la cabecera del río y utiliza el agua como materia prima de importancia capital para sostener la economía de la cuenca. Por ello, las modificaciones puntuales del Tratado de 1944 son un tanto engañosas, porque la variabilidad del clima, con sequías periódicas, a veces en ciclos de varios años, no permite satisfacer las dotaciones establecidas en él

 

Así las cosas, la cooperación en los esfuerzos de conservación y en la búsqueda de fuentes alternativas de agua en el lado estadounidense de la frontera, será cada vez más importante que  la modificación de los tratados, a medida que aumenten los usos regionales del agua en las próximas décadas. Pero la disyuntiva es si hay que hacer más presas para incrementar la capacidad de almacenamiento o combinar medidas de ahorro, reutilización, desalinización y conservación fluvial. Lo de siempre, esta vez en la primera potencia mundial-

 

¿Quién se encarga de mantener el río en buen estado ecológico? El Bureau of Reclamation  supervisa todo el río, aunque la gestión de cada cuenca es independiente. Además, dentro de cada cuenca, existen agencias  del agua de cada estado y, dentro de cada una, agencias estatales de gestión regional. Dado el número de participantes, llegar a acuerdos sobre el mejor método de conservación o la mejor fuente alternativa de agua es difícil. Se están realizando esfuerzos para la conservación, incluyendo el revestimiento de los canales para reducir las filtraciones y la puesta en marcha de programas para limitar el uso del agua doméstica. Sin embargo, no hay coordinación en toda la cuenca. Esto en España, nos suena. En un informe de 2012, el Bureau of Reclamation compilaba una lista de proyectos propuestos, pero se abstuvo de establecer hoja de ruta y prioridades.

 

La polémica por cual sería la mejor solución al problema tiene su inicio reciente en el año 2008, con un informe que  presentaba una lista de 12 acciones estratégicas, incluyendo la desalinización, la gestión eficiente del riego agrícola con plantaciones autóctonas de bajo  consumo de agua , la reutilización y la gestión conjunta del agua superficial y subterránea para utilizar el agua almacenada en embalses o acuíferos en épocas de sequía

Se proponían como opciones (no se asusten) varias fuentes de importación de agua de otras cuencas, el traslado de icebergs o la modificación artificial del clima mediante la siembra de nubes en la Cuenca Alta. La aplicación de todas estas opciones daría lugar a un incremento máximo  de 5.000 hm³ de agua al año  lo que podría enjugar con creces el déficit previsto.

 

Sorprende que en un país tan avanzado estas propuestas salieran a la luz pública y fueran  creíbles para los ciudadanos porque como es obvio, llegar a esta cantidad es poco probable, ya que suponía como mínimo actuaciones controvertidas política y medioambientalmente y algunas eran económicamente inviables. Una estimación más razonable de la capacidad de conservación sería probablemente  de  unos 1.500 hm³, lo que estaría por debajo del déficit previsto para el año 2035.

 

Por lo tanto, aunque son siempre necesarios esfuerzos de conservación y la búsqueda de fuentes alternativas,  probablemente no eran las mejores soluciones capaces de compensar la escasez prevista. Y el problema sieguía siendo que se prometía a los usuarios más agua de la que el río dispone. Aunque este problema no había llegado todavía a su punto crítico, se sabía que llegaría pronto. Entonces sería necesaria una renegociación del tratado con una visión más realista de las aportaciones de la cuenca. Y ese momento ha llegado con toda la parafernalia añadida por la pertinaz sequía de la última década y por el fenómeno del Niño 2015-2016

 

Es el momento de la planificación hidrológica: El Plan de Agua de la Cuenca del  Colorado, que se presentó el pasado día 19 de noviembre, tiene como doble objetivo aumentar en 490 hm³ la capacidad de embalse de la cuenca y reducir el consumo en California en otros  490 hm³.

 

Define las soluciones más consensuadas para reducir la demanda y aumentar la oferta en los volúmenes fijados. Por un lado, el plan propone la construcción de nuevas presas en los sistemas   Moffat, Windy Gap y NISP (Proyecto Integrado de Suministro desde el Norte) y el aumento en 200 hm³ la capacidad de los embalses del sistema Moffat y del sitema Hollow

 

Los nuevos embalses de  Glade y Galeton, aportes principales del NISP, sumarían 208 hm³ y 55 hm³ de nuevo almacenamiento, respectivamente, cerca de Fort Collins.

 

Y la ampliación prevista del embalse de  Chatfield,al sur de Denver, añadiría 25 hm³ de almacenamiento.

 

En cuanto a los acuíferos,  se utilizarán los situados cerca de Denver para inyectar agua y guardarla

 

Queda claro que la solución planificada, aunque pueda sorprender a los detractores de las presas, se basa fundamentalmente el aumento de la capacidad de embalse: más presas y uso de los, acuíferos como embalse subterráneo. Y se complementa con medidas de ahorro

 

La polémica está servida entre los partidarios de las medidas duras de aumento de la capacidad de embalse y los conservacionistas. Algunos entre los primeros van aún más allá y exigen que la capacidad de embalse aumente hasta los 563 hm³

 

«El poeta y escritor TS Eliot dijo » Sólo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden saber hasta dónde se puede ir. ‘ Los conservacionistas utilizan esta metáfora para exigir que las autoridades opten por una estrategia agresiva de ahorro y eficiencia y abandonen la idea de las presas. Nada nuevo bajo el sol, sobre todo bajo el sol español, experto en calentar y enfriar planes de cuenca desde hace casi un siglo.  Y es que nunca llueve al sur de California. Interesantes decisiones nos esperan. No solo en el Ebro cuecen habas, en el Colorado a calderadas

Lorenzo Correa

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