Por una nueva cultura de la cultura del agua


Comienza 2016 en España con incertidumbres políticas, que repercutirán sin duda en la forma de gestionar nuestro futuro del agua. El fantasma de la sequía se cierne sobre Iberia y muchos esperan el milagro de un invierno húmedo para evitar que el próximo verano volvamos a hablar de «la pertinaz sequía», para evitar que la sequía real le gane  la partida a la estructural que aún no tenemos, a Dios gracias. Algunos planes hidrológicos siguen generando críticas extremas, los trasvases continúan dividiendo a los usuarios, las tarifas, las secuelas  derivadas del modelo de gestión del agua siembran la discordia, los presupuestos de las administraciones no llegan para garantizar el mantenimiento adecuado y legalmente muy exigente de la generación de datos y análisis para comprobar el grado de cumplimiento de los calendarios que implantan las directivas del agua para alcanzar estados ecológicos programados. Las inundaciones súbitas en cauces de pequeñas cuencas continúan provocando severos daños materiales y pérdida de vidas, que es lo peor.Las aguas subterráneas de muchos acuíferos están salinizadas o nitrificadas… etcétera

Antes de que comencemos a escuchar los discursos grandilocuentes de los que se preparan para ser los nuevos gestores españoles del agua o de los que lo quieren seguir siendo,  quizás sería un buen momento para que se comience a discursear sobre  cualquiera de los temas candentes en la gestión del agua en España, desde el punto de vista de la confianza, porque esa sería la mejor manera de comenzar la construcción tras la deconstrucción que algún día algún gestor habrá de acometer.

Que la Academia basara su discurso en la confianza de los juicios fundados, de los datos contrastados, de la no demonización de nada a priori, dejando que sean los “sumos sacerdotes”, los que solo trabajan con emociones, quienes hagan ese trabajo complementario tan necesario como poco científico. Que la administración responsable emitiera su mensaje serio, ponderado, transparente y por ello confiable. Que los actores implicados en el uso del agua demostrasen que sus acciones son también confiables. Constatamos que sigue habiendo un enorme vacío en este territorio que nos empecinamos en recorrer… ¿en quién se puede confiar?… ¿serán la sequía o las inundaciones o las especies invasoras también culpa de la crisis?

Abogamos porque «también» desde este blog se genere un incipiente diálogo interdisciplinar (el que se realiza con la cooperación de diferentes disciplinas) y por eso diferente de otros.

“Estamos inmersos en un crisis política y de valores, más que en una crisis financiera”.

Leer u oír esta frase u otra parecida es hoy muy habitual y a casi nadie sorprende. Como aquí nos ocupamos de lanzar a la red nuestras interpretaciones sobre las opiniones que genera la nueva cultura de la cultura del agua, aquí va de nuevo (mejor reiterarlo que no decirlo más que una vez),  nuestra opinión e interpretación en este ámbito: la crisis de la gestión del agua es una crisis cultural.

La cultura patri-matriarcal en la que vivimos está centrada en relaciones de autoridad y sometimiento, desconfianza y control que aun cuando actuemos desde una posición de autoridad, nos niega recursivamente y nos impulsa a un vivir sin respeto por nosotros mismos. Recalcamos las palabras autoridad, sometimiento, desconfianza y control. Cualquier idea es buena, cualquier juicio es inevitable, poder demostrarlas y fundarlos es mucho mejor. Ese es el milagro del abecedario.

¿Para qué queremos el agua, nos preguntamos con insistencia? En el fondo la pregunta es ¿qué queremos del agua?

El maestro Rafael Echevarría escribió que toda gran crisis cultural obliga a un reencuentro entre filosofía y sentido común, entre filosofía y vida. La vida pareciera exigirle cuentas a la filosofía y ésta se ve compelida a sumergirse en la vida concreta del ser humano común para revitalizarse. La resolución de una crisis de este tipo obliga a una suerte de liberación de las cadenas de un pasado filosófico e invita a un volver a partir. La experiencia de Descartes nos ilustra, en su tiempo, sobre este fenómeno. Pero cada nuevo punto de partida deviene en su momento un punto de saturación y se crean condiciones para trascender sus presupuestos.

Esto está pasando hoy.

Nuestra cultura del agua ha entrado, desde hace algunos años, en una profunda crisis de sentido que compromete muy radicalmente sus presupuestos filosóficos esenciales. Cuando esto sucede, volvemos inevitablemente la mirada hacia la filosofía.

La filosofía, tradicionalmente se ha desarrollado con autonomía, al margen de las preocupaciones cotidianas de los humanos, hablando en una lengua ininteligible Ahora, también en el ámbito de la gestión del agua, comienza progresivamente a ganar la atención de un público “experto” o no, previamente despreocupado por los problemas filosóficos. Esa es para nosotros la razón de la ya famosa “nueva cultura del agua”, mucho más que la razón económica en la que parece basarse, porque sin dinero no hay Estado.

Cada vez emergerán más propuestas filosóficas realizadas desde fuera del ámbito formado por los profesionales del agua. Y aclaramos que  “filosofía” es en este caso metafísica (definición de lo real), epistemología (definición del conocimiento), lógica (definición de los procedimientos válidos de argumentación), ética (definiciones fundamentales sobre la existencia y el comportamiento humano) y estética (definición sobre lo bello y lo imaginario).

Cuando en la habitual seguridad de disciplinas tan particulares como esta, comienza a dirigirse la mirada hacia la filosofía, cuando esas visiones filosóficas comienzan a ser habitualmente abordadas por los diarios, cuando se hacen afanosamente preguntas que no obtienen respuestas satisfactorias, nos damos cuenta que estamos en un momento histórico de profunda crisis cultural o, lo que es lo mismo, en la antesala de un gran giro sobre la comprensión de nuestra visión del agua.

Estamos en un punto en España en el que se comprometerán grandes resoluciones también en el campo  de la gestión del agua.  Lo que aquí suceda modificará inevitablemente las condiciones de toda una generación de expertos y del conjunto de las disciplinas a través de las cuales orientamos nuestras distintas actividades en la gestión del agua.

En los próximos días, semanas o meses, comprobaremos por donde van los discursos y veremos si se produce el  gran giro sobre la comprensión de nuestra visión del agua. Habrá material para seguir escribiendo.

Lorenzo Correa

futurodelagua.com pretende deconstruir el discurso dominante de la gestión del agua desde la ontología del lenguaje, disciplina base del coaching ontológico, especialización del autor.

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