Incertidumbres de la gestión futura del agua: la acidificación de los océanos


En la que ya comienza a ser larga lista de la serie  de incertidumbres de la gestión futura del agua que estamos desarrollando en futurodelagua.com, cabe añadir hoy una nueva, la de la acidificación del mar.

 

La combustión de petróleo, carbón o gas, incrementa la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera y  genera una variación severa en la  química básica de los océanos, de manera que sus aguas se vuelven más ácidas. Este efecto, cada día más notable, afecta a la vida marina en todo el globo y es una amenaza muy preocupante para los ecosistemas marinos.

 

El CO2 reacciona con  el agua de mar, formando ácido carbónico y el pH del agua marina desciende. Durante el siglo y medio transcurrido desde el inicio de la revolución, el mar se ha tragado casi un 25% de todo el   CO2  procedente de la combustión efectuada para generar el bienestar humano al eliminar el esfuerzo personal en el trabajo y cambiarlo por el trabajo de los motores.

Las indudables ventajas derivadas del trabajo de las máquinas, tienen también su otra cara, no tan ventajosa: medio billón de toneladas de CO2 han sido vertidas en el mar, provocando un aumento, medido y constatado, del 30% de la acidez.

 

Este cambio tan radical en la química del agua marina provoca migraciones importantes en  especies invasoras tales como algas, medusas, cangrejos y moluscos. Y estas migraciones son letales en muchos casos para los ecosistemas invadidos.

 

Porque ahora sabemos que la fauna marina gelatinosa y viscosa aguanta mucho más la acidificación que la fauna con defensas duras: por eso los corales se están blanqueando, disolviendo y  corroyendo, mientras que, las algas que los herbívoros no quieren comer por su toxicidad  y las medusas tóxicas, proliferan. Esto ocurre con las llamadas “Algas asesinas” como la “Caulerpa taxifolia”

 

Los agentes patógenos como el cólera no reconocen las fronteras nacionales por lo que  calentamiento del agua de mar ya es un problema sanitario  para ciudades como Londres. Por otra parte la incertidumbre sobre qué organismos se extenderán y causarán problemas cuando se abran las rutas marítimas del Ártico está ya ahí.

 

Un ejemplo preocupante en el mar Mediterráneo es el de la lapa zapatilla (“Crepidula fornicate”), caracol con una concha lisa, de forma oval de hasta 50 mm de longitud y 25 mm de alto, que muestra líneas de crecimiento concéntricas irregulares. Estos moluscos se apilan unos sobre otros, entre  2 y 20 ejemplares, con el de mayor tamaño en la base que se pega a un objeto con su pie muscular.

 

Pueden alcanzar grandes densidades, superiores a 1700 individuos por cada m² y alcanzar biomasas húmedas de hasta 10 kg/m² originando una competencia trófica y espacial que puede causar una disminución del crecimiento de los bivalvos comerciales en algunas bahías cerradas. Sus deposiciones orgánicas son tan abundantes, que cubren los fondos y cambian su composición, impidiendo que sobrevivan las especies de invertebrados autóctonos que viven en ellas, provocando cambios en la biodiversidad bentónica. La acumulación de sus conchas puede provocar cambios en la cobertura del fondo marino con efectos similares y reducir el reclutamiento de algunos peces tan apreciados como el lenguado.

 

Esta especie es nativa de Norteamérica y se ha introducido en el Mediterráneo a través de la acuicultura, con la comercialización de ostras. En Europa, con la importación de la ostra americana (“Crassotrea virginica” ) y en Galicia concretamente con la importación de la ostra japonesa ( “Crassostrea gigas”).

 

Esta especie también puede ser trasladarse adherida a los  cascos de los buques y en el agua de lastre en la fase larvaria planctónica y ya se ha extendido a Europa para convertirse en una de las 100 especies más invasoras.

 

Por otra parte, las larvas de otras especies de moluscos se encuentran con un enorme riesgo de depredación debido al reducido crecimiento de la concha.

 

Así, tanto el cangrejo rojo real, que ha invadido el mar de Barents como  el caracol depredador Urosalpinx cinera, que se han trasladado desde el oeste al norte del Atlántico y al noreste del Pacífico, impactan sobre la ostra y la vieira que se crían con técnicas de acuicultura, en las que  ya de ha observado una marcada reducción en la supervivencia el crecimiento de sus larvas.

 

Por todo lo expuesto, la propagación de organismos marinos nocivos debe tenerse en cuenta al calcular los riesgos del aumento imparable de las emisiones de

 

Una nueva incertidumbre del futuro de la gestión del agua, generada en este caso por las especies invasoras que se trasladan de hábitat a causa del calentamiento global y la consiguiente acidificación del agua del mar.

Lorenzo Correa

 

futurodelagua.com pretende deconstruir el discurso dominante de la gestión del agua desde la ontología del lenguaje, disciplina base del coaching ontológico, especialización del autor.

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0 Respuestas a “Incertidumbres de la gestión futura del agua: la acidificación de los océanos”

  1. Hola, gracias por este artículo. Suelo hacer la dieta delfín, que consiste en sustituir la sal en los guisos por agua de mar, así como beberla con agua y limón. Sólo la mantengo para quitar la sal de las comidas porque temo la contaminación de mercurio que esté ingiriendo. En particular, tengo dolor de cabeza casi a diario, pero puede tener otras causas. La recogo en Las Dunas de Corrubedo, abiertas al Atlántico (soy afortunado). El primer año calculo que tomé 85 litros en sus distintas formas. Una de las más sabrosas es verter medio vaso por ración a la cocción del espagueti o cualquier pasta y evitar así la sal. No digamos con el arroz… la paella. Mi pregunta es: ¿Debo temer esa presencia de mercurio en el agua? Como sabrás, nos han dicho que no debemos comer más de dos raciones de pescado a la semana por esa elevada concentración de mercurio.

    1. Gracias a ti Alfredo por leerlo con atención. Respecto a tu pregunta,cuando el mercurio entra a un cuerpo de agua, las bacterias naturalmente presentes lo absorben y lo convierten en metilmercurio. Esta transición es de particular importancia para los seres humanos, que absorben el metilmercurio fácilmente y son especialmente vulnerables a sus efectos.

      De ahí, el mercurio empieza a viajar a través de la cadena alimenticia cuando los peces grandes se comen a los peces pequeños contaminados. En lugar de disolverse o desintegrarse, el mercurio se acumula a niveles siempre ascendentes. Los peces predadores como los atunes grandes, el pez espada, el tiburón y la caballa pueden tener en sus cuerpos concentraciones 10 mil veces superiores a las del hábitat que los rodea. La forma más común de exposición al mercurio para los estadounidenses es a través del atún

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