¿Hoteles o manglares?


La mayoría de las personas sueñan con unas vacaciones en el trópico, en una playa desierta de blanca arena, desde  la que se divise un mar limpio y salvaje con varias tonalidades de color en  aguas que contengan diversas especies para el buceo y la pesca. Como los sueños no cuestan nada, cuando se cansan de admirar este idílico paisaje, añoran un magnífico resort cercano con todas las comodidades posibles para disfrutar del ocio después de muchos meses de trabajo.

En ese sueño, pocos incluyen una visión algo menos agradable, la que compara la zona antes y después de la construcción del hotel o de la urbanización en la que habitan los admiradores del paisaje. En muchos casos, ahí había un manglar y ahora hay unos terrenos urbanizados. Cuando la urbanización supone la desaparición del manglar, todos tenemos un problema y el futuro del  agua, también.

Los guaraníes en el actual Paraguay denominaban mangle a un árbol retorcido. De ahí le viene el nombre al manglar, que extiende sus patas de araña, sus raíces, sobre el agua. Pero ahora hay algo más retorcido que puede extirpar de raíz grandes superficies de manglares y no son precisamente sus raíces sino la fiebre urbanizadora y el turismo de masas, que ansía ubicar sus productos en donde ahora solo hay manglares; o la necesidad de construir puertos en sus dominios  o la piscicultura intensiva que sitúa en ellos sus piscinas de cría de marisco, impidiendo a los pescadores artesanales seguir ejerciendo su ancestral profesión en ellos.

El manglar, ecosistema tropical que se ubica en la zona costera de carrera de marea adyacente a la desembocadura de un río, está compuesto por árboles o arbustos adaptados a la colonización de terrenos situados en la interface aguadulce-agua salada. Por ello resisten a  altos niveles de salinidad, tienen raíces que arraigan el árbol en terrenos blandos y aseguran la circulación en ambos sentidos del oxígeno que entra y del CO2 que sale. Es decir son un auténtico pulmón ambiental.

Manglar en Playa Leona - Panamá
Manglar en Playa Leona – Panamá

Su conservación es imprescindible para garantizar la vida de peces, moluscos, crustáceos, equinodermos y anélidos en su primer estadio de vida, antes de migrar a las praderas de fanerógamas, a las marismas, a las lagunas costeras y a las aguas dulces en el interior de los continentes. También alojan  y alimentan aves, reptiles, peces, crustáceos y moluscos.

Es decir que el manglar ya era un hotel de especies antes de que llegaran los hoteles de la especie humana. ¡Estamos cambiando un hotel natural por otro artificial! Hagamos nuestros hoteles, preservando los hoteles originales, es decir, con sentido común.

De esta manera, el hotel de especies que es el manglar, continuará haciendo de filtro de sedimentos y nutrientes,  y manteniendo la calidad del agua. Su fachada, seguirá protegiendo  el litoral contra la erosión costera derivada del oleaje y las mareas. Y su tejado servirá como  dosel denso y alto del bosque, como una barrera efectiva contra la erosión eólica, incluso en época de huracanes y tifones. Sus instalaciones de climatización, seguirán asegurando la evapotranspiración, dándole humedad a la atmósfera y no quitándosela como las nuestras. Los residuos del hotel seguirán siendo generadores de materia orgánica e inorgánica para sostener la cadena alimentaria del estuario y del mar.

Biodiversidad en manglares - Panamá
Biodiversidad en manglares – Panamá

Sus cimientos seguirán estabilizando la línea de costa contra la erosión  y sus habitaciones verán siempre nacer  y alimentarse a  peces, moluscos y otros organismos. En su garaje, en lugar de emitirse CO2, se fijará y además se estacionarán sedimentos muy ricos en materia orgánica, contaminantes tóxicos y metales pesados que dejarán de viajar afectando a lo que tocan. Sus tuberías seguirán purificando naturalmente las aguas residuales transportadas por los afluentes y disminuyendo el calentamiento global mediante la oxidación o reducción del gas de efecto invernadero. Sus pasillos regularán la velocidad y el caudal del agua de la lluvia, reduciendo el efecto de las inundaciones. Y los “dueños” del hotel (las comunidades que habitan en las cercanías), seguirán viviendo de la pesca artesanal e industrial, del carbón de leña, de la madera para la construcción, de las salinas, taninos, hierbas medicinales, de la caza y… ¿por qué no? del turismo y las actividades de ocio natural de los visitantes.

¿Les gusta esta cadena de hoteles? A futurodelgua.com, si.

¿Es posible la convivencia de estos hoteles con los de los seres humanos? Debe serlo si actuamos con inteligencia y sin avaricia. Nos gustan los manglares.

Lorenzo Correa 

Este blog pretende deconstruir el discurso dominante de la gestión del  agua desde la ontología del lenguaje, disciplina base del coaching ontológico, especialización del autor.

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