El extraño viaje de lo antropocéntrico a lo ecosistémico


DEL VIAJE A NINGUNA PARTE AL EXTRAÑO VIAJE

¿Recuerdan estas grandes películas de Fernando Fernán Gómez? La primera refleja la España de los años 40, pobre de solemnidad y con la esperanza de quien ya lo ha perdido todo. La segunda se le ocurre a Luis García Berlanga, a partir de un hecho real, el “crimen de Mazarrón”. Deliciosa película, cuya estructura enlaza el humor negro, el suspense y la crítica social con las lacras y contradicciones de la vieja España en una época (principios de los 60), en la que era cada vez más evidente el deterioro y la agonía de un modelo de sociedad agonizante.

Las terribles secuelas de las inundaciones del Pirineo, me han hecho conectar el mensaje de esta película con las reacciones habidas y las declaraciones leídas después de la tragedia. Y los elementos de conexión son estos conceptos idénticos que enumero por comunes a ambos: humor negro, suspense, crítica social, lacras y contradicciones. O bien la similitud que aprecio entre el tránsito de la dictadura a la democracia y el viaje (tan extraño como el primero), de lo antropocéntrico a lo ecosistémico. Y conecto también la historia de esos 50 años que han transcurrido entre el episodio pirenaico de lluvias del año 63 que ilustra este post y el recientemente acontecido. Me pregunto qué tipo de viaje hemos hecho en esas cinco décadas.

Mi querido amigo y compañero Germán Bastida, ingeniero, antropólogo, miembro insigne de la Fundación Nueva Cultura del Agua, sabio y humilde entre los humildes, me envía (al hilo de las inundaciones del Pirineo), seis estupendos ensayos que en la última década ha escrito sobre la eterna disyuntiva de la actuación humana en el espacio fluvial: ¿limpiar o no limpiar el río?, ¿encauzar sin marco o actuar de otra forma? Y me anima a animarme con su lectura. Y la verdad es que ellos sí que animan por su florida prosa, su rabiosa actualidad y su excelente fondo. Brillan entre el marasmo y el espasmo de declaraciones y artículos que siguen siendo los motores de la noria hidráulica que no para de girar y que sigue sin avanzar ni un milímetro hacia la deconstrucción del discurso del viaje a ninguna parte. Y animan a iniciar el extraño viaje de la gestión del agua (en este caso furiosa y desbordada, que erosiona e inunda), que ha de comenzar cuando dejemos de viajar a ninguna parte, cuando deconstruyamos el discurso. Agradezco a Germán la publicación de este cambio de paradigma que repito por apasionante y oportuno para deconstruir: de lo antropocéntrico a lo ecosistémico

Escojo para reseñar aquí el primero, titulado “Encauzamientos marco”,redactado en el ya lejano año del Señor de 2006. Me sorprendo gratamente al leer en la primera nota a pie de página mi nombre unido a la noticia de que mis comentarios le inspiraron su escritura.

Devuelvo la moneda al gran Germán y escribo esto, también inspirado por y en él, al hilo de las riadas del Pirineo y de todas las riadas.

Leemos en la prensa sorprendentes declaraciones de responsables políticos locales y no tan locales de los municipios afectados, opiniones de “expertos”, acusaciones de que lo que ha pasado es por no limpiar, por limpiar con multa, por el cambio climático, por…

Ya he dejado claras en este blog, en anteriores intervenciones mis opiniones al respecto sobre la denominada “limpieza de ríos”. Opiniones que no están basadas en sesudas investigaciones científicas, porque lo evidente de las secuelas producidas por grandes tormentas o lluvias coincidentes con deshielo en cuencas relámpago, o en cuencas muy urbanizadas, no las necesita. Es, para mi modesta opinión, muy sencillo de explicar: se ocupan conos de deyección, o zonas ya inundadas anteriormente o previsiblemente inundables con actividades tan legítimas como la residencia, la industria, las vías de comunicación o el ocio. Y esa superficie ocupada, que resta espacio al espacio fluvial o atraviesa el cauce, se pretende defender con muros, escolleras y, esto es lo peor, dar la falsa impresión de seguridad a los ocupantes. Y como el agua casi nunca inunda sola, sino que el desbordamiento es provocado con la inestimable ayuda de los sólidos que transporta, las consecuencias de la erosión acrecentada por la disminución de las secciones de desagüe y el consiguiente aumento de la velocidad hacen el resto. “Limpiar” (bien) el cauce siempre disminuirá los efectos negativos pero… ¿quién lo paga? ¿es caro o es barato?. Si las administraciones del agua no tienen presupuestos o consideran que la competencia en tramos urbanos (urbanizados) es de la administración local o supralocal que autorizó la urbanización, se tiende a hacer una mala (por vasta y basta), limpieza que en el mejor de los casos conlleva una sanción administrativa y en el peor acrecienta la erosión y las consecuencias negativas de la inundación. Como en todo, encauzar bien, limpiar bien, hacer las cosas bien, es más caro que hacerlas mal o no hacerlas. Y cuando pasa lo que tiene que pasar, quejarse es muy barato

El encauzamiento es la segunda solución. Leo en el Plan Hidrológico del Duero (BOE del 22 de junio de 2013, Art. 71): La continuidad longitudinal y la conectividad lateral de los cauces es un VALOR que debe ser protegido. ¡Canastos!

Germán en su citado artículo hablaba de los límites de los encauzamientos y su situación repetitiva que no conduce a buen efecto. De su vertiente social: la inequidad de una vulnerabilidad construida con dinero de todos y que afecta a los indefensos desinformados que acaban colonizando las franjas de riesgo.

Y proponía ¡hace 7 años!, un debate sereno y sosegado sobre ellos y sobre sus alternativas viables. Pues ahora, fíjense lo que dice el Plan del Duero… ¡un “valor a proteger”!

La Directiva marco, la de inundaciones, aquellas que ya sabemos que han venido para quedarse pero con el precio justo, sin pasarse, iluminan el problema desde una óptica ahora ecosistémica en vez de antropocéntrica, en feliz frase de Germán. Quiero reproducir aquí y ahora unos párrafos de su artículo (recuerden, 2006) que me parecen de indudable interés en el proceso deconstructivo:

Los encauzamientos deberían pasar a ser una excepción: una contradicción acaso necesaria y aceptada, aunque siempre previa justificación. Es decir: sobre las iniciativas de encauzamiento recae ahora la carga probatoria de su grado de necesidad (máxime si se trata de confinar al río a fin de invadir su espacio), su imposibilidad de alternativa ventajosa y su nivel de compatibilidad o renuncia respecto a la meta básica de buen estado ecosistémico. No como algo que deban tolerar sino como algo a asumir e internalizar -en su provecho- desde su misma idea original”.

Lo inadmisible, es que bajo el título y la disculpa de “protección ante inundaciones”, “defensa de los bienes en los márgenes frente a su erosión”, “estabilización del lecho” o “formación de un canal navegable” se pretendan camuflar codicias de apropiación y ocupación del espacio fluvial, que se lavan las manos cuando el riesgo (del que unos se lucraron y que sufren otros) se materializa. Intolerable y fácil

Aunque la ingeniería tenga por delante muchas ventajas en su simbiosis con la ecología (lo que hemos denominado ecoingeniería), ni siquiera sería necesario apelar a este nuevo enfoque útil tanto a nivel conceptual como instrumental- para sentar las bases de unos nuevos encauzamientos “marco”: la pura racionalidad habría de poner en marcha la crítica a la validez de los encauzamientos en cualquier situación, faltos de reflexión sobre alternativas (como áreas de disipación) y sin el rigor de análisis requerido (por ejemplo, teniendo en cuenta sus consecuencias inducidas aguas abajo). Poner nombres y apellidos en acciones que, sabemos por experiencia, van a provocar vulnerabilidad social, pueden rebasar la mala práctica y rayar la irresponsabilidad dentro de sociedades cada vez más maduras y con menores barreras de acceso a la información.

Toda propuesta de encauzamiento habría además de acompañarse de barreras administrativas y desincentivos de índole técnica y económica que garanticen la no ocupación del espacio fluvial.

Contemplado dentro de este proceso de aprendizaje de nuevas formas de gobernar, un desacierto es siempre una oportunidad de avanzar: no sabemos de ningún sistema de conocimiento en que se progrese mediante “prueba y éxito”. Es obligado fracasar y las contradicciones están dentro del precio a pagar. Lo importante es que no se produzcan daños o pérdidas irreversibles. Cuando una iniciativa de encauzamiento ponga en riesgo la recuperación de un sistema fluvial, alguien – dando voz al río- habría de aplicar un veto. Y cuando una previsión razonable se desoye y hay víctimas, es de justicia su resarcimiento.

Bastida dixit. Pasó el tsunami inmobiliario por los espacios fluviales y ha dejado sus secuelas muy difíciles y costosas de borrar: ocupación de conos de deyección, impermeabilización de enormes superficies de terreno… Ahora nos toca aguantar las consecuencias. Aumentó el riesgo, aumentó el peligro y por ello cada vez que llueva duro en una cuenca relámpago, un pequeño tsunami arrastrará parte de lo (mal) ubicado en el espacio fluvial. Sin descontar otras afecciones normales cuando las lluvias sean aún más intensas o persistentes y coincidan con terrenos saturados o deshielos.

Toca adaptarse y reconstruir lo arrasado con sentido común. Y en donde nada pueda hacerse, prepararse, informarse y definir vías de escape seguras. Abandonar el autobús de las quejas que nos lleva a ninguna parte

Gracias Germán por planificar con tanta antelación el extraño viaje de lo antropocéntrico a lo ecosistémico, por darle un sentido y una meta al viaje a ninguna parte. Me subo al carro, esperando que cada vez tengamos más pasajeros y el viaje deje de ser tan extraño. El instinto de supervivencia no es el más fuerte en los seres humanos. El instinto más fuerte en los seres humanos es hacer lo que es familiar (Virginia Satir).

Lorenzo Correa, inspirado en Germán Bastida.

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