Les dieux ont soif


Amigo Ramón,

Gran éxito el de tu primera lejana carta cercana, confirmado por la gran cantidad de comentarios entusiastas que me han ido llegando en los últimos días (ninguno negativo, solo uno dice que no se entera de nada). Me complace mucho más porque compruebo cómo, poco a poco, las reflexiones de un inexperto que inauguraron este blog van calando algo en algunos de los que las leen y auguran un incipiente avance en el proceso de deconstrucción del discurso de la gestión del agua, en la nueva cultura de la cultura del agua, que pueda ser una alternativa razonable a la para mí vieja cultura de la nueva cultura del agua, tan polarizada por los “expertos” de ambas orillas hasta el punto de haber finalizado un maravilloso, exótico y algo caro viaje a ninguna parte.

Los feed back reiterativos (bien venidos sean) de las personas que lo ven muy denso e ilegible, son los mejores en tanto que denotan una incomodidad precursora del abandono de la zona de confort (¡aghhh!) y del posible ingreso en la zona de riesgo que es donde se aprende. Mi natural tendencia a huir de los extremos, de los extremismos y de los extremistas, me lleva a la empatía, la escucha y la emisión de mensajes positivos. A la seducción por la confianza más que al convencimiento por la “fuerza” de argumentos “científicos” de fundamento ético dudoso.

Tu catálogo es una joya, que ya ha tenido dos adendas de dos lectores. Una lectora de Madrid me dice:

“Desde mi inexperiencia me atrevo a apuntar una subespecie de los anteriores: «el iluminado»; puede descender de cualquiera de las especies anteriores, pero se suele caracterizar por ser considerado «experto» por parte del electo y con el poder que esto le confiere, pretende separar las aguas del Mar Rojo o cualquier otra proeza hidráulica invirtiendo para ello todos los dineros disponibles. Se podría pensar que está en vías de extinción por la crisis actual, pero en realidad puede ser más peligroso que nunca. Espero ansiosa la siguiente entrega. Gracias por compartirlo”

Y un lector uruguayo:

“Excelente diagnóstico que comparto y que aún me consuela, pues por momentos la realidad le hace suponer a uno que su mirada es interesada y miope. No. Los «inexpertos» antes referidos por Ramón Vázquez y que pululan por el orbe presentan para mí un factor común y además se nos están volviendo cada vez más comunes acostumbrándonos a ellos y a su comportar: es que los «inexpertos» no conocen la palabra SERVIR y por ende no conjugan ese verbo maravilloso. No importa el origen, ni la formación adquirida, ni los diplomas. Uno rescata como salida a la crisis del agua en el mundo esa obsesión por hacer algo que a otros sirva.

Que mi tarea y máxime en gestión de aguas dignifique la vida de las personas y de todas las formas de vida existentes.

SERVIR hermoso verbo, que señala no solo virtud a mi entender sino desprendimiento de uno mismo en la línea de fuego en la que debe tomar decisiones complejas, pero que lamentablemente en los Curriculum Vitae o en las hojas de vida, no hay espacios ni siquiera interés de los contratantes para que se permita dar visibilidad a ese talante no menor y dar debida cuenta de su importancia.

En definitiva, no sé si los «inexpertos» están solos en esto aun cuando se ofrezcan como eternas enciclopedias ambulantes, sino también aquellos que se embriagan con esa pseudo ciencia, con esos estilos de gestión y terminan contratando esos perfiles como si el mero hecho de hacerlo, les solucionara la grosera y brutal ausencia de gobernanza impoluta en gestión de aguas existente en el mundo”

Y yo, mientras espero al héroe humano de Carlyle, sigo con la Revolución Francesa en el retrovisor y recuerdo a Anatole France, cuando le dedicaba a ese evento una novela titulada “Los dioses tienen sed”, título muy acertado cuando hablamos de inexpertos y de gestión del agua (sobre todo porque la traducción inglesa, con el acusado pragmatismo de esas gentes es “The gods will have blood”).

Anatole tenía la suficiente clarividencia para interpretar bien el mensaje de lo nuevo, después de 1789, una nueva patología del poder… claro que el sueño de la razón engendra monstruos, que los mejores deseos pueden originar delirios abominables.

El protagonista es un jovenzuelo poco ilustrado con unas creencias limitantes inconmensurables, exaltado y resentido que se implica al máximo en la causa jacobina. La patria peligra, la revolución también: hacen falta manos firmes para evitarlo, espíritu de sacrifico, un comportamiento inflexible con todo aquel que pone en duda “la idea”, demuestra debilidad o escepticismo, o manifiesta la más mínima disidencia.

La novela que utilizo en mi metáfora desarrolla la gestación y el crecimiento de la conciencia de un hombre que desde un acusado sentimiento de amor por la humanidad, llega a modificar su visión hasta ser implacable con las personas que no comulgan con sus ideas.

France escribió esta novela en 1912, cien años ya y tan actual, casi los mismos que llevamos administrando el agua pública en España, construyendo el discurso de la rigidez. ¿deconstruimos, nos paramos o seguimos?…porque los dioses tienen sed.

Espero tus noticias desde la douce France, que aquí te he puesto algo de Anatole France. Toujours la France!!… Cuéntame algo de las tortugas del Armagnac, que me llegan noticias interesantes al respecto y seguro que tú desde ahí, algo habrás oído también.

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